Colaboraciones

Algo hay que hacer

Hacer más o hacer mejor? En un artículo anterior sobre la crisis migratoria se trató la acogida del extranjero que llega a nuestras tierras y quedó pendiente tratar su situación previa. Preguntamos: ¿es cristiano dejarles morir en el mar? Y respondimos con rotundidad: Obviamente, no. Pero, una vez más, se corre el riesgo de una respuesta simple para un problema complejo y por eso se hace necesario abordar el tema con seriedad, y ello implica en toda su complejidad. Sé que muchos dirán: “pues es bien sencillo, se les rescata y punto”. Pero no, porque no es una película, es la vida real. La ‘película’ no acaba con un rescate con un actor famoso dándole caché y un plano aéreo desde un drone con una música emotiva a lo Pretty Migrant mientras se aleja la cámara. La ‘película’ de la vida tiene punto y seguido, no punto final; y tiene muchas ‘precuelas’. Incluso si unos mueren, muchos más siguen vivos y en peligro, dándole continuidad a la serie. Quizá estamos tan formateados por el cine que todo lo vemos como algo simple de buenos y malos o, como mucho, de buenos que parecen malos y malos que parecen buenos hasta que descubrimos la verdad, otra simpleza igual.

“Pues algo hay que hacer, lo que no podemos hacer es quedarnos de brazos cruzados mientras esa pobre gente muere”. Efectivamente, pero no solo algo, en verdad hay mucho, muchísimo por hacer, pero hacer ‘algo’ se está convirtiendo en la forma de quedarnos tranquilos, señalar lo malos que son los que no hacen nada y así sentirnos aún mejor. No estoy dispuesto a quedarme entre los que no hacen nada, aquí me tienen, ejerciendo mi oficio en vacaciones, tratando de orientar la mejor manera de invertir nuestros esfuerzos, pero tampoco estoy dispuesto a apuntarme a lo que en cooperación se llama ‘voluntu­rismo’ de vacaciones. La verdadera cooperación se hace por proyectos, no por actuaciones limosneras. Porque, no nos equivoquemos, lo que hace el beaterío laico con su donativo o su ‘volunturismo’ de vacaciones es lo mismo que lo que hace el beaterío religioso con su limosna y su campo de trabajo de vacaciones. Y, desde mi fe, creo que menos pueden unas cadenas de memes de protesta por redes sociales que oraciones calladas y sinceras que muevan al corazón. Ni el turismo solidario ni los solidarios de sillón y redes sociales ayudan, ni siquiera a crear conciencia, porque no crean conciencia crítica sino mera sensiblería. Algo ayuda la limosna o el donativo y seguro que nos enriquece mucho a nosotros esa experiencia de quince días, pero a los que de verdad necesitan ayuda les damos mucho menos de lo que sacamos. ¿Acaso jugamos a ser héroes por un día? ¿O por un mes? Las organizaciones serias que he conocido piden un compromiso mínimo de un año y no dejan las cosas a medias. Sólo asumen proyectos que saben que pueden terminar. Volveré sobre esto al final porque para mí es la clave.

En cooperación es tan grave el error de hacer por hacer como el no hacer nada. Puede que incluso peor. Nunca se debe apagar un pequeño incendio, mediático, generando otro mayor, incógnito. Nunca solucionar un problema a la vista de todos mientras se crea otro mayor que nadie ve de momento, aprovechándose de que ojos que no ven, corazón que no siente. Sentimos lo que nos hacen ver e ignoramos lo que no quieren que veamos. Puro homo videns sartorino. Así, se nos invita a actuar sin medir las consecuencias de nuestros actos, porque "algo hay que hacer" y en ese algo, cualquier cosa vale. Y no, no vale. A mí no me vale el "hacer lo que sea", me vale el "hacer lo mejor", el "magis" ignaciano. La buena voluntad y el activismo inmediatista y cortoplacista pueden adormecer nuestras conciencias, a la vez que generar graves daños a medio-largo plazo. Resolvamos lo urgente, pero sentémonos a resolver lo importante antes de seguir multiplicando hechos consumados.

Me parece igualmente perdido el que dice que aquí no cabe nadie más que el que dice que aquí caben todos. No creo en puertas cerradas ni en puertas abiertas. Hay quienes van a misa y miran para otro lado ante el rescate de unos náufragos en la misma medida en la que muchos van a manifestaciones por los náufragos, pero no los acogerían en sus casas. Gracias a Dios, por lo que conozco, hay mucha más gente, tanto de misa como de manifestaciones y de ambas cosas, bastante preocupada por encontrar soluciones. Y digo soluciones, no digo parches.

Cuando era un niño, mi padre me enseñó a amar a los animales. Abandonar a una mascota era impensable porque, para nosotros, eran un miembro más de la familia. Un día, mi padre me vio jugando con un perro perdido. En casa ya acogíamos a animales perdidos de varias especies. La enseñanza estuvo cuando me dijo: no le des ilusiones si no te puedes quedar con él, porque él sí se va a crear ilusiones contigo, va a pensar que por fin alguien le quiere; y eso es más cruel que ignorarle de entrada. Si yo hubiera sido ese perro, me habría encantado que alguien me adoptara, pero en casa ya no se podía hacer más sin hacerlo peor con todos los que ya había. Y si yo hubiera sido ese perro, me habría dolido mucho que ese niño, que era yo, me dejara en la puerta de su casa después de haberse divertido jugando conmigo. ¿Acaso las personas no merecen, mínimo, esa consideración?

La cuestión de fondo no depende de si, para cuando salga este artículo, se ha resuelto ya lo coyuntural y ya han desembarcado en un puerto de la Unión Europea a los rescatados, porque las estructuras que generan estas situaciones siguen ahí y ese es el punto que casi nadie quiere ver. Las ONGs que busquen la efectividad y no el efectismo deberían tener proyectos de desarrollo local, en origen, sobre cuestiones de derechos humanos, sociales y políticos; fomentar el asociacionismo civil como base para exigir derechos en sus países. Asociaciones que abanderen la lucha contra la corrupción local, política y económica, que lo de aquí es nada comparado con aquello (y no lo digo como consuelo). Debemos contribuir al desarrollo de verdaderas democracias y acabar con las satrapías que se esconden bajo pantallas de elecciones o plebiscitos; no hay democracia porque se vote cuando no hay Estado de derecho. El desarrollo no debe ser sólo económico y, el económico, no debe ser sólo de cifras sino de ética, porque sin una economía justa, el subdesarrollo democrático persiste. Las ONGs interesadas en el tráfico humano deberían de ser mucho más transparentes en sus tratos con las mafias y no conformarse con esperar un aviso en aguas internacionales cuando sabemos que en la travesía del desierto perecen muchos más entre las dunas que luego entre las olas. Tenemos derecho a saber cuánta gente sale de sus pueblos y cuántos de ellos llegan a las costas, tanto como sabemos que los que mueren ahogados son algo más del 1% de los que consiguen cruzar a Europa. Tenemos derecho a saber por qué los barcos de rescate hacen escala en Túnez si tienen averías, pero no cuando llevan migrantes rescatados. Y, por último, buscar la acogida integral del inmigrante, no sólo su recogida en alta mar y descargo en la costa europea. Creo que a quien de verdad quiere salvar esas vidas, se le debería exigir que su proyecto de cooperación incluya hacerse cargo de su alojamiento y manutención temporal hasta que se decida su estatus legal. No pueden limitarse a recoger y descargar porque entonces le dan la razón a los que los ven como cómplices involuntarios de las mafias del tráfico de personas. Como ven, y como dije al principio, hay mucho que hacer, no sólo algo. Hacer algo, cualquier cosa, puede ser incluso peor. No resolvemos el problema, pero dejamos de ver imágenes incómodas en la tele mientras disfrutamos nuestras vacaciones. ¿Será que en el fondo se trataba de eso? Seamos prácticos, los inmigrantes deben dirigirse siempre al puerto seguro más cercano y en este caso, sería bueno ver el conflicto como oportunidad, dejar a las ONGs que ya llevan rescatados entrar en Europa a cambio de negociar con ellas las condiciones de su actuación antes de dejarles volver a salir. Encontrar entre todos un acuerdo antes de seguir generando una crispación que sólo alimenta a los extremos de uno y otro lado. Por ser constructivo les propondría que estén dispuestos a desarrollar programas de acogida integral de los náufragos que rescaten. Si sólo quieren hacer de transportistas, la gente debe saberlo. Dirán que por qué no apunto más arriba; pues porque aplico el principio de subsidiariedad y creo que cuanto más arriba busque las soluciones, más difícil serán tanto el acuerdo como su implementación eficaz.

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