Creemos que somos modernos porque hemos dejado la corbata a un lado y vestimos con vaqueros, estos que no falten, se combinan con una chaqueta y además llevamos zapatillas de deporte. Ya somos modernos. Que antigualla la corbata, con su nudo que ya es difícil hacer y además aprieta el gaznate, no, cuello de toro al aire, por qué vestir bien cuando se puede vestir mal , uno se encuentra más suelto y así se es más moderno, porque lo importante son las ideas no de cómo te disfraces. Es el globalismo, todos somos iguales, no hay clases sociales, igual viste el mecánico, que el conductor que el propietario, que el presidente de la compañía, es el comunismo. Menos Putin, ese maldito comunista aloja la corbata alrededor de su cuello, o Xi Jinping. En Europa occidental solo los británicos mandan a los niños a la escuela “encorbatados”, y tienen una reina a la que adoran que siempre viste igual, no lleva corbata que la cambia por guantes, solo cambia de color y respetan un protocolo de hace más de quinientos años. Qué falta de modernidad. Y en la Cámara de los Comunes a nadie se le ocurre ir sin la corbata y no digamos en la de los Lores. Quizás ellos piensen que también estarían más cómodos sin la dichosa corbata, pero que les deben un respeto a los ciudadanos que los han elegido, aunque alguno de ellos sea un pescadero o un zapatero que quizás nunca se han puesto una corbata, les deben un respeto que se sustancia en ir bien vestidos, con una corbata que quizá odien, pero el respeto marca una distancia. Y es que confundimos modernidad con vulgaridad. No somos más modernos, somos más vulgares.
Sin además de las formas entramos en el fondo, es cierto que la Modernidad promueve una mayor calidad de vida basada en la lógica y la razón, se abandona la creencia de que todo puede ser explicado por la religión y se procede a elaborar explicaciones científicas de los fenómenos, el hombre ha de tener confianza en sí mismo para apropiarse de la naturaleza por medio de la ciencia y la tecnología. Con estos axiomas podemos examinar someramente lo que ocurre a nuestro alrededor. Dejando la estética a un lado, vayamos con la ética, a la búsqueda de una sociedad moderna, fundada primordialmente en la libertad, en la democracia parlamentaria como sistema político, en el respeto a la Ley, como principio fundamental, en la independencia del poder judicial, en el respeto a la propiedad privada, basada en nuestro acervo tradicional que nos enseña de dónde venimos y nos prepara para el a donde vamos.
Una sociedad moderna debería ser una sociedad económicamente competitiva, sin apenas paro, con una Administración parca en funcionarios y en tamaño y a la vez eficaz, que persiguiera la reducción del déficit y la deuda pública, cuando no el superávit por mínimo que sea, industrializada en su mayor parte, energéticamente autoabastecida por lo que sería esencial disponer de centrales nucleares, que apoyase fiscalmente a las empresas y el tamaño de las mismas. Para ello la seguridad jurídica es esencial, por lo que la independencia de los tres pilares es mandamiento obligatorio como la independencia de los órganos reguladores. En esa sociedad, los partidos políticos, como garantes de la opinión de los ciudadanos que les dan su apoyo, deben encarar los principales retos en base al interés general de la Nación, por ello cada partido que se presente a las elecciones debe mostrar un programa político a los ciudadanos y que estos elijan el que considere mejor y de ahí a los políticos cercanos a su circunscripción ciudadana que deberán atenerse al compromiso de lo pactado entre votante y elegido. En las elecciones generales deben abordarse los problemas nacionales que aquejan a la Nación, la independencia judicial, la reforma de la ley electoral, la estructura del Estado para acomodar las Comunidades Autónomas a las competencias que le corresponden sin absorber las del Estado, la transparencia de las Administraciones públicas y de los actos del Gobierno, las infraestructuras imprescindibles como un plan hidrológico nacional, un plan energético nacional, el plan nacional de educación, las relaciones exteriores, la política cultural, la defensa de la Nación y de los intereses generales mediante su política exterior e interior. Y una vez celebradas las elecciones no se podría soportar el incumplimiento de lo expresado en el programa electoral, so pena de no poder volverse a presentar en el futuro. Lograr todo eso es acercarse a la Modernidad, no solamente la surgida tras el Renacimiento, sino la vista desde el siglo XXI que es la que perseguimos aquí.
Con una tasa de paro galopante cercana al 15 %.el mayor de toda la EU lo que nos aleja de los países prósperos y con un estatuto laboral que encorseta cada vez más a las empresas , que trata a los empresarios como enemigos, con indemnizaciones por despido excesivamente altas lo que se traduce en rigidez a la hora de contratar, suprime los contratos temporales, mientras el gobierno sube incesante y escandalosamente el salario mínimo, y liga sus pactos con los trabajadores a los de las grandes centrales sindicales a las que para que no se opongan riegan con abundantes subvenciones. Por si fuera poco las cotizaciones de los autónomos y pymes que representan el 99 % del tejido empresarial asumen alzas en las cotizaciones sociales que en gran parte las abocan a su liquidación. Mientras los políticos, por un corto espacio de tiempo en la actividad parlamentaria gozan de privilegios que los trabajadores no alcanzan. Por no señalar el caso de los ex presidentes del gobierno, con una pensión vitalicia independientemente del tiempo de mandato, puesto en el Consejo de Estado y otras gabelas. A todo ello se une el incesante paso de los políticos al dejar su cargo o no, a los consejos de administración de las grandes empresas públicas y privadas, que incesantemente succionan la ubre pública y son protegidas vía Boletín Oficial del Estado. El espectáculo actual de compadreo en torno al Maniquí esperando el reparto de los fondos europeos es penoso. Una mayor flexibilidad para despedir y contratar, una rebaja de las indemnizaciones por despido, una regulación que permita solamente el pacto entre patronos y obreros y una cotización a la SS por los ingresos reales de autónomos y pymes y unas pensiones establecidas en el tiempo en que el trabajador haya cotizado a la SS, sea o no político, nos acerca a la Modernidad.
La política cultural en dos de sus vertientes, muestra rápidamente su anquilosamiento. La izquierda siempre ha considerado que ese ámbito es solamente suyo, y como tal no lo soluciona, solo lo financia pero sin llegar a un resultado productivo salvo para sus protagonistas, entre los que no se encuentra el público. Por ejemplo el cine. Vaya usted al cine a ver una película española, enseguida verá la cantidad de subvenciones que la financia, aunque usted no fuera al cine la película no habría perdido un solo euro. De vez en cuando, entre los cientos que se realizan al año, alguna merece la pena. Ese negocio de los actores hace que amen a la izquierda que les da de comer. Otra gran rama de la cultura , la política lingüística en nuestro país es escandalosa al haber dejado la enseñanza en manos de los próceres que por tal de no perder el sillón cede ante los nacionalismos, los comunistas y los separatistas, allá donde se encuentren Galicia, Vascongadas, Cataluña, etc. condenando a los alumnos a una falta de activos para su porvenir, pero todo sea por el poder. De nuevo nos alejamos de la modernidad. La educación española está considerada una de las de menor calidad, si no la de menor calidad de Europa. Y es lógico, al no primar el esfuerzo y el mérito, permitir el paso de curso con asignaturas suspendidas, ¿de qué hemos de sorprendernos? Es el maldito comunismo que ha introducido la ley de la tal Celáa, artífice de la peor ley educativa que se conoce, socialista como no podría ser otra cosa y premiada por su ignominia y la de los que la han votado, con una embajada , la de la Santa Sede. Pero lo que es todavía más miserable es el pensar que a nuestros dirigentes nada de esto les importa. ¿Cómo viajaremos hacia la modernidad?. Hay algunos conciertos de música que se basan en la percusión, yo no he conseguido soportar ninguno. La gente aplaude como si todo fuera normal, pero permítanme, un concierto solo de percusión me lleva de nuevo al “tam tam”, al origen de los tiempos anterior a la flauta, dulce soplo. Nuestra ley educativa de nuevo nos lleva a la original percusión, no hemos aprendido nada.
Pensar en la modernidad es crear fábricas de automóviles españoles, no ensamblar lo que otros han creado. Hemos tenido extraordinarias fábricas de camiones (Pegaso, Barreiros), o aviones (Azor, Saeta,) cuando no coches deportivos (Hispano Suiza), ¿por qué no pueden reverdecer, si los coreanos, los chinos, los japoneses o los indios pueden por qué no los españoles? Tenemos un gran mercado en Hispanoamérica no solamente para Telefónica y Meliá.
Por ello la falta de proyectos nacionales, dejando que las CC.AA asuman todas las competencias es dividir el país, aniquilarle. Sin estar en contra de las gestiones descentralizadas ¿para qué sirve tener policías autonómicas, alguien puede señalar una sola ventaja sobre mantener una sola policía nacional con más recursos y saber policíaco con competencia en todo el territorio nacional; y qué me dicen de las competencias en el ámbito internacional de los entes autonómicos o de la Seguridad Social que impide a los ciudadanos disponer de asistencia médica, o con múltiples pegas, como no sea en la comunidad autónoma donde residen.Hemos perdido o no la brújula?
Nos acerca a la modernidad el defender nuestras fronteras del enemigo permanente, Marruecos, el modernizar el Ejército, y el lograr incluir nuestras ciudades Ceuta y Melilla dentro del paraguas de la OTAN que tiene en Rota la más importante base aeronaval española de ocupación conjunta hispano-estadounidense y recordando a los yanquis que el actual tratado vence el 9 de Septiembre de 2024 debiendo notificarse la prórroga o la suspensión del tratado con un año de antelación. Para eso está la diplomacia. Como para que los británicos desocupen Gibraltar, única colonia en suelo europeo. Todo ello nos acerca más y más a la Modernidad. No para decir que somos aliados de la OTAN sin poder defender conjuntamente nuestras fronteras, en caso contrario nos sobra la OTAN, y nos bastaría con tener un Ejército eficaz y potente para defender solo nuestras fronteras.
Alejarnos de la modernidad es tener comunistas en la Moncloa, que como se ha visto recientemente nos hace ser inservibles en el panorama internacional. No pintamos nada. Así un día dice el copresidente “No a la Guerra”, o “solamente enviaremos a Ucrania armas defensivas” (cascos y chalecos antibala) y al día siguiente tras recibir los avisos oportunos desdecirse y manifestar entonces que “enviará armas ofensivas”, posiblemente unos cuantos millares de tirachinas. El tener el copresidente que tenemos es alejarnos de la Modernidad porque está impregnado del social comunismo que tanto daño hace a todas las sociedades y sus ansias de poder tanto la suya como la de sus adláteres nos indica que la Modernidad, tal y como la concibo, por ahora, puede esperar unos cuantos años.