En Ceuta son generalmente conocidos la figura y el renombre intelectual de uno de sus hijos más preclaros de origen musulmán de la época anterior a 1415 en que la ciudad fue ocupada por los portugueses.
Se trata de Al-Idrisi-al-Sharif, que nació en Ceuta en 1099 y se cree que murió en Sicilia en 1166, aunque otros historiadores creen que pudo haber fallecido en Ceuta. Debajo del fuerte de Los Mallorquines, en la puerta de entrada a Ceuta por el Puente del Cristo, se le tiene erigida una estatua a este eminente ceutí. Sin embargo, su obra científica realizada creo que es ya menos conocida. Y, escribir sobre Al-Idrisi, es estar en presencia de un erudito y geógrafo de primera magnitud. Descendiente de Idrisi II, de la dinastía hammudíes de Marruecos que, tras la invasión árabe de España, gobernaba Málaga; pero cuando ésta cayó en poder del rey moro de Granada el año 1057, los idrisíes se refugiaron en Ceuta. Al-Idrisi, se crió y educó primero en Ceuta, pero en 1110 marchó a estudiar a Córdoba. Siendo muy joven viajó por Oriente Medio y Norte de África. De sus escritos se deduce que también recorrió la mayor parte de la Península Ibérica, llegando hasta Lisboa por la costa atlántica y hasta Valencia por la mediterránea. El rey Roger II (Rogelio) de Sicilia quiso rodearse de los mejores filósofos, matemáticos, médicos, geógrafos y poetas. Hacia 1138 el monarca convocó a su palacio a Al-Idrisi. Estaba en su ánimo formar un grupo selecto de intelectuales de las más diversas ramas del saber, del que quería estar directamente asesorado. Había oído ya hablar del ceutí como el más caracterizado en Geografía. El propio Al-Idrisi cuenta cómo fue recibido por el rey.
Lo condujeron ante él; Roger II se levantó y fue a su encuentro, le estrechó fuertemente las manos y lo pasó a su despacho principal. Le ofreció que se trasladara a vivir al propio palacio, y así lo hizo, y en 1140 lo contrató para dirigir un grupo de científicos expertos en Geografía, dada su fama de buen geógrafo, encargándole la obra que se proponía llevar a cabo. Se trataba de una misión intelectual que consistiría en evaluar y recoger todos los conocimientos geográficos disponibles en el mundo a partir de los libros; valorar la información proporcionada por observadores sobre el terreno y organizarlo todo de una forma atractiva, precisa y significativa; quería elaborar el primer mapa del Mundo, porque hasta entonces los mapas eran más interpretaciones eclesiásticas que científicas. Su propósito era en parte práctico, pero sobre todo científico, debiendo quedar resumidos todos los conocimientos contemporáneos. E resumen, se trataba de crear un mapa universal, el más preciso, el más científico…, el mejor. Y también realizar una carta marina que abarcara todos los mares y océanos conocidos, y para ello necesitaba la ayuda del mejor geógrafo de la época, que era como consideraba a Al-Idrisi. Éste asumió el reto y fue colmado por el rey de todo tipo de atenciones y regalos. El encargo, resultó de lo más extraño y excepcional que entonces se podía esperar que hiciera un rey cristiano a una persona de origen árabe y musulmán, dada la hostilidad y duro enfrentamiento que se daba entre ambas religiones, cristiana y musulmana, con una atroz guerra declarada contra Tierra Santa. Y, por parte árabe, consideraron a Al-Edrisi como un traidor, por haber servido a un rey cristiano. Pero prevaleció la tolerancia, la visión intelectual y el sentido común que ambos tuvieron, por encima de fanatismos religiosos. Eran tiempos en que apenas existían mapas, sino más bien la propia experiencia de cada profesional que cada uno utilizaba aisladamente a medida de las propias necesidades individuales, de forma rudimentaria y sin apenas sometimiento científico. Ni siquiera se conocía con toda certeza la forma esférica de la tierra y en muchos casos se carecía hasta de los medios más elementales con los que poder auxiliarse tanto en la navegación como en las grandes rutas terrestres. O sea, se trataba aunar esfuerzos y voluntades y ponerse a trabajar en beneficio de todo el mundo, y no de forma egoísta como ahora tanto se hace, habida cuenta de que por entonces se carecía hasta de los medios más elementales con los que poder auxiliarse tanto en la navegación como en las grandes rutas terrestres. Puesto manos a la obra, en 1154 su trabajo daría como fruto un manuscrito titulado Nuzhat almustaq i’khtiraq al-afaq (el Nuzhat, abreviado) o Libro de Roger, o Tábula Rogeriana (Kitab Rudjar). Este libro iba acompañado de un mapa del mundo sobre una gran tabla de plata y de un atlas compuesto por 70 hojas (7 climas con 10 secciones cada uno) que fueron presentados al rey en 1154, mostrándose muy complacido; pero el monarca murió sólo seis meses después. Tras su muerte, Al-Idrisi dejó escrito sobre Roger II: “Tanto en matemáticas como en la esfera política, su capacidad de aprendizaje no puede ser descrita. Tampoco existe límite alguno a su conocimiento de las ciencias, que tan profunda y sabiamente estudió en todas sus partes. Él es el responsable de innovaciones singulares y maravillosos inventos como nunca antes había realizado príncipe alguno”. El contrato le fue renovado por el heredero de la corona Guillermo II.
En 1161 realizó la segunda edición corregida, que llamó “Los jardines de la Humanidad y el entretenimiento del alma”. Y en 1165, poco antes de morir, empezó una versión abreviada y corregida, que llamó: El jardín de los gozos o Pequeño Idrisi, pero que tras su muerte tuvieron que finalizar sus discípulos, terminándola en 1192. En su libro, Al-Idrisi muestra la tierra como una esfera de un radio de 37.000 kilómetros (en realidad es de 40.075). Cristóbal Colón llevó uno de los mapas de Al-Idrisi en su viaje a América. Para poder realizar su cometido, el ceutí viajó por los más diversos lugares del mundo, recopiló información cartográfica y geográfica tanto árabe como cristiana y envió emisarios para recabar noticias de los territorios por él desconocidos. El propio Al-Idrisi cita las fuentes escritas y cartográficas más importantes de las que se sirvió, tales como las obras de Ptolomeo, Orosius, Mukadasi, Ibn Hauqal, etc. En el caso de la Península Ibérica siguió, sobre todo, al gran cronista cordobés del siglo X, Al-Razi, autor del más completo compendio geográfico de Al-Andalus, más conocido como “Crónica general de España del moro Rasis”. Konrad Miller (1926), fue el primero que pudo trabajar sobre ambos atlas, llamando Grande al de Roger (Grosse Idrisikarte) y Pequeño al de Guillermo (Kleine Idrisikarte), simplemente porque las copias sobre las que trabajó son de mayores dimensiones en el primero (versiones de Paris y Oxford, ca. 32x20 cm); mientras que las del segundo (versión de Estambul), era de 20x10 cm. Una de las copias se conserva en Paris, constando de 68 hojas en color, entre las que figuran las secciones 1 y 2 del Clima 4, y la 1 del Clima 5, que las tres componen la Península Ibérica. Otra copia se encuentra en Oxford. En el caso del Pequeño Idrisi, no forma un atlas aparte, sino que se encuentra dentro del mismo manuscristo Uns al-muhay conservado en Estambul y fechado en el siglo XIV, edición facsímil editada por Fuat Sezgin en Frankfurt en 1984. Los mapas están dibujados, al igual que el texto, en una sola tinta marrón oscuro. De este manuscrito hay una traducción parcial al castellano por Jassim Abid Mizal (1989) que corresponde al Clima 4, sección 1, que comprende la mitad meridional de la Península Ibérica. Como no podía ser de otra forma, Al-Idrisí en su Gran Atlas se refiere a Ceuta en la copia que está en la Biblioteca Nacional de París, edición fechada en 1300, a diferencia de la conservada en Oxfort que está fechada en El Cairo en 1416, incluida en las Secciones 1 y 2 de los climas 4 y 5, entre las que componen la Península Ibérica. Y de su ciudad natal refiere: “La Medina Sebta [Ceuta] está en frente de Gezirat Alchadra [Algeciras], cuenta con siete montes pequeños cercanos. Su longitud de Occidente a Oriente mide alrededor de una milla y llega de la parte de Occidente como dos millas de ella a Gebal Muzá; llamado así este monte de Muzá Ben. Cita enclaves habitados en la orilla africana de Oeste a Este. Nassir, porque fue el que dirigió la conquista de Andalus en el principio del Islam. Tiene corrientes, jardines, vergeles y arboledas, y abundancia de frutas, cañas de azúcar y toronjas, que se llevan a las cercanías de Sebta [Ceuta] por ser uno de los lugares muy abundantes en fruta en aquella zona; y es llamado este lugar Belyones [montes de Belyones cercanos a Ceuta], un sitio de fuentes, agua corriente y abundancia de frutas. Belyones [montes de Belyones cercanos a la ciudad de Ceuta], repite. Llega la ciudad por la parte oriental a un alto monte que llaman Gebal Almina, su altura es llana (sic) y sobre su cumbre (Monte Hacho) hay un muro que edificó Muhammed Ben Abi Amer (la Muralla) cuando pasó a ella desde el Andalus. Muhammed quería que se trasladase la ciudad a lo alto del monte, pero murió cuando acababa de edificar su muro y no pudieron los habitantes pasar a esta ciudad llamada Almina, y como permanecieron en su ciudad, quedó arruinada. La ciudad Medina Sebta se llamó con este nombre, porque está rodeada por el mar por todas partes, excepto por la banda de Occidente, donde un estrecho istmo la ciñe y estrecha el mar al entorno, quedando a un tiro de flecha el continente. El nombre del mar que hay entre ambas, por el Septentrión], se llama Bahar lzakâk; y el mar que la baña por el Mediodía se llama Bahar Bosul, que es un hermoso puerto para entrar en él y estar además a seguro de todo viento. De Medina Sebta hasta Alcazar Masmûda, por Occidente, hay doce millas. De Alcazar Masmûda a Medina Tangha, al Occidente, veinte millas”. La traducción al español de la obra de Al-Edrisi la llevó a cabo José Antonio Conde (1765-1820). Su obra Descripción de España de Xerif Al-Edrisi (fuente de la que me he valido), se imprimió en 1799 y hoy se encuentra publicada en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. José Conde, fue un distinguido orientalista español y académico honorario en 1801, y supernumerario en 1802, que ocupó el sillón “G” de la Real academia Española durante 1802 a 1814. Luego cesó, y en octubre de 1818 reingresó, pasando a ocupar entonces el sillón “N”. Estudió Derecho en la Universidad de Alcalá.