Ay de mí!, decía la pieza al terminar la partida. Discierno en los momentos donde estuve en los infiernos y estando bien conducido por mi jugador, pude participar en una batalla donde todos éramos unos.
Nos mirábamos y entendíamos que eramos un verdadero ejército y que nuestro general en jefe nos conduciría hacia la victoria.
Solo veía y escuchaba vítores de guerra que inducían hacia lo más alto y nadie rechistaba a las maniobras de nuestro conductor, ya que confiábamos en todos sus escaramuzas, rupturas y sacrificios, pues éramos conscientes de la gran cantidad de guerras en las que había intervenido y el saldo siempre era favorable a nuestras huestes.
Solo éramos dieciséis, mas parecíamos los trescientos, cuando los tableros llamaban al movimiento y todos callados, aguardábamos a nuestro momento y cuando nos tocaban íbamos con todas las armas bien puestas y hasta en los dientes llevábamos corriente por si acaso intentaban aprovechar un descuido y así en cada movimiento, cada anotación, cada factor que pudiera dar un aliento a nuestro incombustible jugador.
Y los momentos de reflexión, nos hacían temblar y con el pensamiento le decíamos: “Adelante muchacho, tú puedes hacer un gran movimiento”.
Y los análisis eran producto de nuestros momentos, donde cada cual intentaba ser el protagonista y montaba una película donde la pieza principal era él.
Mas no hay duda que cada uno tiene su momento de gloria y un simple peón puede ser coronado y nombrado como una nueva pieza de renombre y ser un baluarte, donde apoyar el hombro de nuestro pensativo y cansado ajedrecista, que desea ganar una partida, donde pueda dar a conocer su valía entre las 64 casillas.
Y así todos contentos y con una canción donde las piezas fueran la letra y la música y el director saliera contento del ensayo antes y después de la audición.
Pero lo tenemos claro, luego todos iremos a la misma caja, negros y blancos, caballos, alfiles, torres, peones, damas y reyes, y firmaremos unos pactos para servir a nuestros nuevos jugadores y ayudarlos en el futuro, igual que lo hemos hecho en este pasado tan reciente.
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