En un pueblo de Mississippi dos jóvenes blancos borrachos violan y torturan salvajemente a una niña negra de diez años a la que además intentan asesinar. Su padre decide tomarse la justicia por su mano y mata a los agresores. En medio de tensiones raciales, un joven abogado blanco tiene la difícil tarea de defender a este padre.
En su alegato final ante el tribunal pide a los miembros del jurado, compuesto por mujeres y hombres blancos, que cierren los ojos y que se imaginen lo que le sucedió a la niña, les va describiendo con detalle la violación, los sentimientos de la niña, que no podrá tener hijos porque ha perdido la matriz, su indefensión, su pérdida de la inocencia, su dolor y cuando los afectados miembros del jurado están a punto de echarse a llorar les dice “y ahora, imaginen que es blanca”.
La escena de “Tiempo de matar” describe a la perfección los prejuicios y la manipulación de quienes califican los hechos según quien los comete y no el hecho en sí.
Hace unos días un elemento de la extrema izquierda acabó, presuntamente, con la vida de un señor que lucía unos tirantes con los colores nacionales y lo hizo por la espalda, tal y como años antes había hecho con un policía local al que dejo tetrapléjico.
La reacción de los medios de comunicación de ámbito nacional ante este posible delito de odio con resultado de muerte ha sido tibia cuando no de ocultación deliberada. Si no hubiese sido por la prensa local de Zaragoza y las redes sociales, el crimen habría transitado sin repercusión mediática.
¿Cuál habría sido la reacción de estos biempensantes si el asesinado fuera de extrema izquierda y el asesino militase en Falange? ¿Qué repercusión habría tenido si la persona a la que rompieron el cráneo por la espalda y patearon la cara mientras agonizaba en el suelo hubiese sido un okupa?
Por supuesto los líderes políticos de la extrema izquierda que habían mostrado su apoyo a este individuo y su familia cuando dejó tetrapléjico al policía, léase Iglesias y Colau, han guardado silencio, como el anterior alcalde de Barcelona que llego incluso a premiar el documental que pretendía exculpar al salvaje.
Otros han utilizado las clásicas tácticas leninistas de la propaganda como Monedero cuestionando los motivos del asesinato o el propio Iglesias y su maniobra de distracción con lo del video de los tanques, táctica muy vieja que consiste en que cuando no puedes negar el crimen de uno de los “tuyos” inventas algo que distraiga la atención.
La extrema izquierda no es pacifica, el carácter mesiánico de su ideología considera a la violencia, parafraseando a Fanón, como la emancipadora de los oprimidos. Para muchos de estos, el fin justifica los medios. El 84% de los delitos por causas políticas cometidos entre el año 2007 y 2011 los protagonizaron grupos de extrema izquierda.
En los últimos años con la llegada de Podemos a las instituciones la actividad de estos grupos ha disminuido sabedores de que la estrategia de llevar la violencia a las calles les pondría en apuros ante la opinión pública, pero ahora la crisis separatista ha aumentado las agresiones hispanofobias. En España actualmente hay 241 grupos de extrema izquierda activos frente a los 55 de extrema derecha.
Hay quien cuestiona la juridicidad del delito de odio, para estos críticos los motivos para cometer un crimen no deberían influir en la calificación de un delito, pero la izquierda estaba encantada con esta figura jurídica con la que se pretendía terminar de imponer los discursos propios.
Pero al igual que en otras cuestiones, como el uso de las redes sociales para incentivar el odio, los artefactos jurídicos pueden utilizarse en una dirección y también en la contraria. La extrema izquierda recibe circunspecta su propia medicina. Habían llegado a creer que con el control de los medios y del discurso público habían conseguido acallar a la mayoría de la población y ahora asiste incomoda a la contestación de muchos que aún resisten.