Opinión

Agustina de España

  • “El mito y la leyenda son argumentaciones que, de forma narrativa, otorgan un respaldo a las creencias fundamentales de una comunidad. Los sucesos históricos pueden convertirse en mitos”

El mito y la leyenda son argumentaciones que, de forma narrativa, otorgan un respaldo a las creencias fundamentales de una comunidad. De esta manera, también los sucesos históricos pueden convertirse en mitos que sustentan ideales o comportamientos de una cultura determinada.

De niño la película Agustina de Aragón, dirigida por Juan de Orduña, con una soberbia interpretación de Aurora Bautista, me impresionó. Cuando vine a Ceuta pude ver en la calle Real la placa que identificaba la casa donde vivió y murió la luchadora por la independencia de nuestra patria. Es por tanto nuestra ciudad, en este aspecto, una parte de la historia de España.

Sin duda alguna, Agustina de Aragón, cuyo verdadero nombre era Agustina Raimunda Saragozza y Doménech, constituyó y constituye un verdadero mito en la cultura de nuestro país. La realidad es que, a pesar del apelativo no era aragonesa, aunque en esas tierras tuvo lugar el hecho que la inició y convirtió en mito. Aunque existen dispares opiniones, localizando el lugar de su nacimiento, el 4 de marzo de 1786, en Reus (Tarragona) o en Barcelona, parece ser que la versión más generalizada es que vio la luz en la Ciudad Condal, puntualizando incluso que fue en la calle Sombrerers. De lo que hay constancia documental, en su partida de bautismo, es que recibió este sacramento en la Parroquia de Santa María del Mar, en Barcelona, el día 6 de marzo de ese año.

Muy joven, con tan solo diecisiete años, contrajo matrimonio el 17 de abril de 1803 con un Cabo 2ª del Real Cuerpo de Artillería, llamado Juan Roca Vilaseca, en la Parroquia de Santa María del Pino, de Barcelona.

Verdaderamente las biografías de Agustina adolecen de lagunas, inexactitudes y contradicciones, originadas porque en unos casos no se ha observado un rigor investigativo correcto y también, en otros casos, porque se han incluido suposiciones o valoraciones puramente personales y sin fundamento documental.

No trato en este artículo de hacer una tesis doctoral sobre su vida, ni recoger exhaustivamente todo lo referente a ella existente en bibliografías y documentaciones oficiales. Solo pretendo llevar a cabo una panorámica de su figura apoyándome en los documentos y exposiciones de la mayor credibilidad, a mi juicio.

Su expediente militar se encuentra en el Archivo General Militar de Segovia y como elemento orientativo, con todas las precauciones posibles, puede servir de apoyo la novela escrita por su hija Carlota Cobos, titulada “La ilustre heroína de Zaragoza”, con 46 capítulos y 528 páginas, publicada en 1859 en Madrid. Evidentemente tuvo que contar con la colaboración y asesoramiento de su madre, aunque en la obra se incluyen personajes ficticios y en algunos pasajes, deformación de lo que ocurrió realmente, posiblemente por ciertas autocensuras y también por tratarse una de creación literaria.

El eslabón central de la vida de Agustina y generador de toda su leyenda ocurre en la Zaragoza sitiada por el General Lefebvre que exige la rendición al General Palafox. La negativa de este y la defensa abnegada de militares y civiles originó el Primer Sitio. Agustina se encontraba en esa ciudad, donde se había desplazado al haber sido llamado su marido a un destino militar. El 2 de julio de 1808 la ofensiva francesa amenazaba entrar por la Puerta del Portillo. Agustina estaba allí por azar, en la misión de muchas mujeres de llevar alimento a los soldados o atender a los heridos, y posiblemente, en ese momento por encargo de la condesa de Bureta. Lo cierto fue que ante la caída del artillero a cargo del cañón de 24 libras, Agustina portó un botafuego y prendió la pieza de artillería. Posiblemente, al estar cargado con balas de pequeño calibre, produjo una sensación de descarga fusilera en la tropa francesa que retrocedió, dando lugar a la llegada de refuerzos al Portillo y al rechazo de la toma por los galos.

Esta acción, que marcó la vida de la heroína, ha sido deformada a lo largo de la historia por narraciones o informes incorrectos que han sido, de esta manera, llevados a la literatura o al cine. La propia Agustina en su Memorial dirigido al Rey, en Sevilla, el 12 de agosto de 1810, solo narra que el Cabo que regentaba el cañón murió de un balazo en el pecho y ella avanzando entre muertos y heridos hizo fuego. Sin embargo, el general Palafox en su Parte Militar, puntualiza que el artillero caído era prometido o amante de Agustina y ella lo vengó con su gesta. Pero lo cierto es que su marido Juan Roca no estaba en Zaragoza entonces, sino en Belchite. Esta versión, de indudable valor sentimental y cinematográfico, es la que aparece en la película de Juan de Orduña aunque, como casi todo su argumento, no se adapte a la realidad.

Asimismo ciertas versiones confieren credibilidad a que Palafox, le hizo un nombramiento y una serie de menciones honoríficas, aunque en realidad solo la condecoró con el título de artillera y un sueldo de seis reales diarios. Agustina siguió luchando contra los franceses hasta que, tras la rendición del Segundo Sitio, el 21 de febrero de 1809, fue apresada y trasladada con otros presos. Obtuvo la libertad según unos por fuga de un hospital y según otros por canje.

Repuesta se dirige a Teruel y posteriormente a Sevilla, donde el 30 de agosto de 1809, la Junta Suprema le concede el grado y sueldo de subteniente de artillería. En todo este periplo gozó del reconocimiento de su fama como heroína en Zaragoza y recibió innumerables homenajes y muestras de admiración. Conoció y fue agasajada por Wellington, citándose que incluso presidió con el británico una corrida de toros en Cádiz.

Desde Gibraltar y a través de Alicante arribó a Tortosa donde en 1810, según su historial militar, estuvo en una batería. El 2 de enero cayó Tortosa y Agustina fue de nuevo hecha prisionera, aunque nuevamente se evadió. Combatió en la Mancha un tiempo en la guerrilla de Francisco Abad “El Chaleco” y finalmente, según cita el general Pablo Morillo, participó en la batalla de Vitoria, donde se produjo la derrota del ejército francés.

Terminada esta apresurada narración de la vida militar de Agustina durante la Guerra de la Independencia, no debemos dejar de lado los aspectos de su vida personal. Ahí aparece la figura de Luis de Talarbe, nombre sin duda ficticio, que a juicio de muchos fue el gran amor de la vida de la heroína. Aunque en la novela de su hija Carlota fija el encuentro de ambos en el viaje a Menorca donde había sido destinado su marido Juan Roca, parece ser que en realidad coincidieron en 1808 cuando ella marchaba de Barcelona a Zaragoza. Según la novela y contrastando con documentación histórica se evidencia que el verdadero Luis de Talarbe la acompañó desde la caída del Segundo Sitio a Teruel, sur de España, Tortosa y Vitoria.

Durante todo este tiempo tiene el convencimiento de que su marido Juan Roca ha muerto en la guerra. Incluso algunos mantienen que se casó con Talarbe, con lo cual hubiese incurrido en bigamia, aunque parece que no fue así. Sea como fuere, estando ya finalizada la Guerra, en Valencia, en 1814, Agustina recibe noticias de Juan Roca, que está vivo y la reclama como esposa. Debe romper Agustina con Talarbe, que pide destino a América con el general Morillo a la campaña de reconquista de la Isla Margarita. Según investigaciones de Ana Mª Freire, el tal Luis de Talarbe es en realidad el que fue posteriormente Teniente General, José Carratalá y Martínez, alicantino, que ocupó importantes cargos y fue incluso Ministro de la Guerra en 1838.

Agustina es recibida por el Rey Fernando VII y tiene un segundo hijo con Juan Roca. El primero, nacido al poco tiempo del matrimonio, murió de niño posiblemente en su traslado de prisionera al caer Zaragoza. Vive con su marido, en Segovia en 1817 y posteriormente en Valencia, cuando ya el mismo es teniente de artillería. El 1 de agosto de 1823, fallece Juan Roca en Barcelona y Agustina cuenta 37 años de edad.

A los pocos meses, en 1824, con un hijo y posiblemente con estrecheces económicas, contrae matrimonio con un médico almeriense, Juan Eugenio Cobos de Mesperuza, doce años mas joven que ella. En julio de 1825 nace su hija Carlota en Valencia.

Posteriormente vive en Sevilla y en 1847 marcha, con su hija y el marido militar de ésta, a Ceuta quedando su esposo y su hijo, que también cursó la carrera de medicina, en Sevilla. En 1853, y posiblemente por las implicaciones carlistas de Juan Cobos, Agustina se traslada definitivamente a Ceuta, al nº 37 de la calle Soberanía Nacional, ahora calle Real, conocida como “la Casa Grande” que fue propiedad del Duque de Medinaceli y del General O’Donnell. Se dispone en 1855 que sea dada de alta como subteniente agregado al Regimiento fijo de Ceuta, con un sueldo de 511 reales de vellón.

No está bien de salud y ya cuenta 67 años de edad. No obstante le gusta participar en los días de fiesta o recepciones militares, asistiendo a los actos con uniforme. Mantiene su ardor combativo manifestando en alguna ocasión: “Me queda alientos, y aún me sobra decisión, para dar ejemplo disparando los cañones del Monte Hacho como el mejor artillero”. Pasa su vida en Ceuta dedicada al cuidado de sus nietos.

Definitivamente, el 29 de mayo de 1857, a consecuencia de una bronco neumonía y a la edad de 71 años fallece en su casa. Fue amortajada con el uniforme y se colocaron sobre el féretro el sable y el morrión. El pueblo de Ceuta sintió la muerte de la heroína, acudiendo en masa a la ceremonia del funeral celebrado en la vecina iglesia de Santa María de los Remedios. El General Gobernador dicto una Orden General para rendirle honores fúnebres por fuerzas de la guarnición, con asistencia de autoridades. Un impresionante silencio, solamente roto por el redoble del tambor, acompañó a la insigne patriota.

Recibió cristiana sepultura en el Cementerio General de Santa Catalina, departamento de San Cayetano, nicho nº 1. El 14 de junio de 1870 fueron trasladados sus restos a Zaragoza, al templo de Ntra. Sra. Del Pilar y posteriormente, el 15 de junio de 1908, en el centenario de su heroica gesta, presidida por el rey Alfonso XIII se le dio sepultura definitiva en la capilla de la Anunciación de la Iglesia de Santa Mª del Portillo, a un paso de donde prendió fuego al cañón que inicio su leyenda.

in duda alguna Agustina constituye un personaje importante de nuestra historia. Fue inmortalizada por Goya, por Pérez Galdós en sus Episodios Nacionales, su fama traspasó fronteras e incluso el poeta inglés Lord Byron le dedicó un poema en su Childe Harold. Como todas las leyendas tiene sus detractores y maledicentes, no se si con mayor o menor fundamento. Pero lo que importa, en estos momentos de incertidumbres en nuestra patria es reflexionar, y por eso la llamo Agustina de España, que fue una catalana, que en una gesta en defensa de la patria unió una ciudad con su apellido, que pasó el final de su vida en un lugar tan genuinamente español como Ceuta, porque así lo había decidido su gente y que murió, también es casualidad, en una calle llamada Soberanía Nacional.

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