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Agreden a inmigrantes que no secundan las manifestaciones

Las protestas en forma de manifestaciones que iniciaron el pasado jueves decenas de francófonos del CETI están cobrando tintes complejos. Primero contra sus propios compatriotas, ya que subsaharianos que llevan entre dos y tres años en Ceuta y que no quieren sumarse a estas protestas están recibiendo amenazas para que participen y, en algunos casos, están sufriendo agresiones físicas. Todo ello por su negativa a acudir, a diario, a las puertas de la Delegación del Gobierno para exigir ‘libertad’, ya que, consideran, esta no es la vía adecuada para encontrar soluciones.
De estas agresiones físicas y morales tiene constancia la Policía Nacional puesto que las víctimas lo han hecho saber, lo que refleja un tipo de presión paramilitar evidente. También algunas asociaciones que no ven con buenos ojos lo que está ocurriendo. De entrada porque las protestas han nacido viciadas. Los subsaharianos han manifestado que llevan más de tres años en Ceuta, e incluso los hay que han declarado llevar cinco. Pues bien, la realidad de fondo es que la gran mayoría no lleva más que pocos meses en la ciudad, tras llegar en las últimas balsas rescatadas por la ‘Gadir’. El jefe de los inmigrantes es el que llevaría algunos meses más rozando la decena.
Los subsaharianos que sí llevan más tiempo intentan trabajar por la integración y buscan una solución a su problemática, nada acorde con lo que están planteando los manifestantes por eso no participan de las marchas. El resto sigue manteniendo la misma postura: continuar con sus protestas hasta que la Delegación del Gobierno les dé alguna solución. “Convertiremos la plaza de los Reyes en nuestra nueva habitación”, decían los inmigrantes a este medio el pasado sábado. Y a buen seguro que así ha sido. Ante las ventanas de la ‘casa del delegado’ alivian los calores con el agua de la fuente y escenifican sus protestas. También lo hacen ante la Policía, simulando con cartones que les ametrallan a su paso por la calle Real. Igual ante los ceutíes que pasean a su vera o que toman algo en las terrazas cercanas, ya que se enfrentan a ellos si se les increpa.
‘El Faro’ fue testigo ayer de varias de estas situaciones. Una mujer se acercaba a uno de los subsaharianos para indicarle que no hiciera tanto ruido golpeando duramente un cartón contra el suelo y éste le contestaba insultándole y haciendo movimientos obscenos. A esta escena se sumaban otras similares, en las que los protagonistas eran viandantes y subsaharianos. Algunos de ellos se mostraban excesivamente nerviosos y altivos, una visión que no cuadra con la imagen tradicional de los inmigrantes. La Policía, mientras, callada, sin intervenir y vigilando las concentraciones. Es la orden que tienen. Su labor se entremezcla con la de los agentes de los distintos servicios de información de las fuerzas de seguridad. Todos están presentes en el entorno de la plaza de los Reyes, convertida ayer, como habían anunciado, en “habitación” para los subsaharianos.
La administración central mantiene la misma postura. Se acata la ley y, por lo tanto, no habrá salidas a la península como los manifestantes reclaman. Eso fue lo que les explicó la Policía el pasado sábado y ese es el mensaje que ha sido trasladado a todos los manifestantes.
Las manifestaciones van a seguir en las próximas jornadas. Todas ellas coordinadas por los mismos individuos en Ceuta y alentadas, se sospecha, por un subsahariano que estuvo en la ciudad hace un año y que ahora se encuentra en Madrid. Éste es quien habría ‘invitado’ a los manifestantes a obrar así.
La plaza de los Reyes, mientras, vacía de familias. Los gestos y la organización Que las manifestaciones que comenzaron el pasado jueves están organizadas es algo que se ha ido analizando cada jornada, cada detalle y cada paso. Lo sabe y lo ‘ficha’ la Policía. Hay gestos, desde el primer día, burlescos hacia los agentes. Hay intentos por cortar el tráfico de las calles y carreras por lugares no habilitados. La Policía, que ha tenido que organizar un dispositivo específico para esta misión, reduce su labor a la vigilancia. Los inmigrantes están organizados, escenifican saludos militares e incluso formaciones en la misma plaza de los Reyes, controladas todas ellas por las mismas personas, claramente identificadas, que hacen visibles su mando. Esa organización es algo clave entre el colectivo de francófonos, y así ha quedado evidente en el CETI. No mantienen relación con los anglófonos y miden sus actuaciones facilitándose una agrupación rápida. Así ocurrió con el último motín provocado dentro del campamento tras el enfrentamiento de la selección de Ghana. La idea de los subsaharianos era implicar al resto de inmigrantes del campamento, por eso intentaron introducirse en las habitaciones. El consumo de sustancias alcohólicas y porros también estuvo presente en la algarada. Efecto llamada, desde Camerún La ciudad vive sus momentos más delicados en cuanto a inmigración se refiere. A la presión ejercida por los manifestantes se suma lo que ya policialmente se ha denominado efecto llamada. No hay dudas, el repunte en las entradas de balsas y el hecho de que todos sus ocupantes sean francófonos ratifica la teoría de que las mafias ya se han puesto a trabajar. Un episodio se relaciona con el otro. Mientras los francófonos salen a la calle para presionar a la Delegación buscando su salida a la península, las mafias alientan la entrada de nuevos francófonos en balsas, en su mayoría procedentes de Camerún. La documentación de estos inmigrantes es prácticamente imposible ya que la embajada no los reconoce. Solución política La salida que ellos buscan es ser trasladados a la península. Allí serían ingresados en un CIE (centro de internamiento de extranjeros) durante un periodo máximo de tiempo para, después, ser puestos en libertad. Sin que esta medida se haya llevado a cabo, el efecto llamada ya se ha producido puesto que todos los inmigrantes que llegan son oriundos del mismo lugar. Sólo en el mes de agosto se ha producido una presión sin igual. Casi ochenta subsaharianos han logrado entrar  en este mes: en balsas y a nado, superando todas las estadísticas probables. La última embarcación llegó en la noche del domingo, procediéndose al traslado de varios de los subsaharianos al hospital al encontrarse en malas condiciones. Si a estas entradas sumamos las de meses anteriores la cifra se dispara, provocando una presión hasta la fecha no reconocida. La Policía Nacional ya está investigando la situación generada pero la solución al conflicto es meramente política.

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