Chaman Lal Kishinlal está ingresado en el clínico desde principios de febrero. El viento derribó una vela de su chabola provocando un incendio que le produjo quemaduras de segundo grado.
Su familia desconoce qué ocurrió aquella noche del siete de febrero, en la India sus seres queridos piensan que continúa viviendo en una chabola en el monte a la espera de cruzar a la península. Chaman Lal Kishinlal oculta a su mujer y dos hijos que fue víctima de un incendio en su morada cuado un desafortunado soplo de viento derribó una vela que envolvió en llamas sus manos, pies y cara así como las pocas pertenencias que atesoraba.
Sus compañeros, quienes salvaron a Chaman de lesiones peores, transportaron al herido de las inmediaciones del pantano del Renegado a la Enfermería del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes, CETI, donde les recomendaron que, dada la gravedad de las quemaduras, debían acudir al Servicio de Urgencias del Hospital Universitario. La ambulancia no acudió, aseguran, y cogieron un taxi.
Ahora se recupera en la segunda planta del clínico. A pesar de las postillas y costras que aún surcan su rostro, cualquier asiduo de las plazas de aparcamiento de la Carretera Nueva puede reconocer a Chaman. Las quemaduras son de segundo grado y su evolución es favorable aunque, explica a través de Gurjeet, “tengo molestias y el tiempo pasa muy lento”.
Quien le visita o el personal del hospital le ayuda a comer y beber porque tiene las manos vendadas, la parte del cuerpo en la que ha sufrido el mayor daño. De hecho, comenta que encuentra serias dificultades para moverlas, una incapacidad que le produce cierta preocupación. Hasta que abandonara su país natal en mayo de 2005, era carpintero.
“Agradezco el trato que me da el hospital, desde los médicos a las enfermeras y todo aquel de la planta que me ayuda, pero quiero ir a una unidad de quemados en la península”, solicita Chaman postrado en la cama, los pies quemados y el pecho cubierto de briznas de piel seca que se desprenden de su cara cada vez que intenta rascarse la cara para aliviar el picor que le provocan las postillas.
Maite Pérez López, coordinadora del Centro de Inmigrantes de San Antonio, gestionado por la asociación Cardijn, defiende que, una vez le den el alta y ante un posible traslado a la península, “Chaman no están para ingresar en un Centro de Internamiento de Extranjeros después de tantos días en el hospital”. Antes de abandonar el clínico, añade Pérez, “lo ideal sería que pasara por un centro especializado en quemados y después fuera acogido por una ONG. El argumento que esgrime es que así podría realizar la rehabilitación adecuada y necesaria porque, si para cualquier persona es complicado encontrar un empleo, “a él le va a costar aún mucho más trabajo teniendo en cuenta que puede sufrir secuelas después de este accidente”.
Paula Domingo, coordinadora general de programas de la Asociación Elín, señala que para Chaman “sería mucho mejor que estuviera en la península y tuviera un tratamiento especializado” para agilizar su curación ya que “sufre un trauma bastante fuerte”. Por su parte, Ramesh Chandiramani, presidente de la Comunidad Hindú, entiende que la decisión de su evacuación a una unidad de quemados en la península es “decisión del equipo médico”, para valorar la opción de su traslado. Estas tres entidades, las cuales han respaldado al colectivo indio del monte en los últimos dos años, aclaran que su intención no es hacer oposición a la administración, sino solicitar una demostración de humanidad con el caso de este indio llegado a Ceuta en noviembre de 2007.
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