El agobio es un intenso sentimiento de ansiedad, inquietud o depresión, generalmente surgido ante problemas o preocupaciones de difícil o imposible solución. Esto conlleva sensaciones de opresión, asfixia y abatimiento, es decir, con la percepción de que no existe una salida a los padecimientos presentes y de que éstos, al mismo tiempo, son muy difíciles de soportar.
La palabra "agobio" proviene del latín vulgar gubbus, que significa “joroba”, e implica figuradamente la acción de colocarle a una persona peso sobre su espalda. Las causas son múltiples: situaciones de crisis económica, catástrofes sociales, pero también pérdidas familiares o condiciones laborales muy estresantes.
Hay emociones que nos aceleran, paralizan, quitan el sueño, no nos dejan pensar ni disfrutar, nos arrebatan el poder de centrarnos en cualquier actividad y nos hacen dar vueltas una y otra vez sobre la misma emoción.
Mi madre se agobia por la limpieza; todo debe estar impecable y en estado de revista. Así ha pasado toda su vida, dándole importancia a algo tan trivial y de fácil solución. Mi padre tenía que apuntar los gastos, archivar recibos del agua, de la luz, del teléfono, de las declaraciones de Hacienda, de la comunidad de vecinos; hizo montones de papeles que no servían para nada, él los coleccionaba como oro en paño.
Yo sentía un estado de angustia cuando los profesores me preguntaban en clase, cuando me sudaban las manos, cuando tenía que decir "no" en algunas ocasiones o temía equivocarme en lo que fuera. Me agobiaba también con las oposiciones, preparando clases, justificando suspensos a los alumnos o cuando tenía que justificarme ante un cargo directivo.
Otros agobios vienen producidos por circunstancias que nos sobrevienen: el dolor, pensar en la muerte de las personas que queremos, no encontrar el amor, la soledad y ver que los años pasan y el futuro sigue siendo tan incierto como siempre.
La inteligencia emocional, la resiliencia, el optimismo y una buena dosis de estoicismo vienen muy bien para evitar esa especie de parálisis anímica que nos persigue. Creo haberlo conseguido en parte, que ya es bastante, cuando comprendes que estamos rodeados de lo absurdo, de mentiras, de aparentar, de la hipocresía y de todos los infiernos de esta sociedad en decadencia.
Intento que no me afecten las opiniones. Cuando escribo el cañonazo, no suelo leer ninguna opinión, pues cada uno puede pensar lo que quiera. Aprender a deshacerte de la gente tóxica que ve en ti una víctima propiciatoria para sacarte la sangre. Huir del "qué dirán" porque siempre dirán y dirán, hagas lo que hagas.
Cuando no se pueda hacer algo, la buena opción es no hacerlo sin dar excusas ni inventarte un cuento chino. Pensar que cada día tiene su afán y que muchas cosas no dependen de nosotros. No tener que justificarte cada dos por tres, pues el que se excusa se acusa.
Leer un libro sin prisas, pasar ratos con amigos, buscar todo lo que te dé paz, aparcando todo lo que te da guerra. Tomar decisiones y no hacer de la duda una obsesión. "Decisión tomada, puerta cerrada". Ser honesto contigo y con los demás sin tener que mendigar cariño.
No temer a equivocarse, buscar soluciones si algo no sale bien sin tomar la opción de tirar la toalla. Pensar en positivo y ser consciente de que todo tiene su tiempo; la espera no debe desesperarnos. Ser auténtico, no traicionarse, valorar todo en su justa medida e intentar buscar alternativas cuando nos vemos perdidos. Saberse libre, luchar en la batalla sin miedo a perder, no reprocharte constantemente ni culparte de algo en que no tuviste culpa alguna.
Saber canalizar el desasosiego, encontrar tablas de salvación y ver que las utopías nos indican caminos y no metas. Hay millones de razones para agobiarse y solo una para no hacerlo; esa razón depende de ti.
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