Opinión

Más que una “aduana comercial”, un Estatuto

Hace unos años, en una conversación con un importante responsable de una de las empresas más relevantes del sector textil-moda de Marruecos, con tiendas por toda Europa y otros continentes, me decía: “Mire usted, nosotros somos empresarios. Nuestro trabajo consiste en hacer empresa, y para que una empresa funcione tiene que haber negocio. Hemos valorado en su momento abrir en Ceuta, pues la comunidad musulmana y la propia ciudad, por su cercanía a la Península, es muy atractiva desde una perspectiva comercial, pero hay algo que nos impide dar ese paso: no podemos ir en contra de nuestra identidad como marroquíes, y esto significa que nuestra marca no puede estar en Ceuta”.
Estas palabras dan mucho que pensar, sobre todo ahora que está de actualidad hablar de aduana comercial. Un proyecto que sigue sin vislumbrarse en su totalidad y que guarda muchos interrogantes.
Una aduana comercial se nutre dos perfiles esenciales, sin los cuales su existencia resulta del todo imposible. Son las figuras del exportador y la del importador.
Desde este lado es más que probable que surjan muchos aspirantes a exportador, aunque habrá que esperar a conocer en detalle que requisitos hay que cumplir para que tal definición se manifieste como cierta. El problema surge a la hora de reclutar aspirantes a cubrir la plaza de importador, que necesariamente debe darse desde Marruecos, no siendo posible hacerlo desde zonas francas y otras de naturaleza parecida, ya sea desde puertos y otros puntos del propio Marruecos.
Durante todos estos años hemos aprendido mucho. Acercarse a la realidad de cómo se piensa en Marruecos sobre Ceuta y cómo deben regularse esas relaciones no es nada fácil. Esto nos ha permitido descubrir que una gran parte de la información que se maneja en la ciudad respecto a Marruecos es inexacta, así como que adolece de cierto sesgo a la hora de ser procesada y definida para su valoración. Y todo esto lo decimos con absoluta humildad, así como que son declaraciones que solo buscan aportar apuntes que ayuden a aclarar los enormes nubarrones que se vislumbran en el horizonte de la ciudad. Trabajar por una aduana más ágil y con menos instrumentos que promueven lentitud y crispación en el paso, no es más que un parche y es tiempo perdido, pues la decisión final, aquella que trae consigo definición clara y estable en el tiempo, tiene que venir desde un punto “neutral y sereno”, y esto significa desde las más altas esferas. Y decimos “neutral” porque esas personas, aun desde una perspectiva de responsabilidad hacia sus propios intereses, ven las cosas desde una lente mucho más profiláctica, y eso únicamente se da en quienes asumen razón y responsabilidad de Estado.
Solo un Estatuto consensuado entre ambos países, que tenga en cuenta las peculiaridades de la ciudad, sus necesidades como ciudad comercial, sus habitantes, su singularidad cultural, su capacidad para ofrecer y cooperar en el desarrollo de las zonas adyacentes… Un marco, en definitiva, en el que se definan todas las opciones de colaboración posibles, respetando las esencias y principios fundamentales de cada lado, entre otras muchas cosas, es lo que necesita Ceuta.
Circunscribir el futuro de la ciudad a una dudosa e incierta aduana comercial es como arrinconar todos los demás recursos que posee, malográndolos y destinándolos a la nada. El esfuerzo y la ilusión que se están poniendo en la “aduana comercial” es un gasto que hace más pobre a la propia ciudad, afectando sensiblemente a su capacidad para enfrentar desafíos y recapacitar sobre posibles soluciones para un futuro mejor para sus habitantes.
Los políticos no siempre son las personas más adecuadas para encontrar remedios a males que empiezan a hacerse endémicos en la ciudad. Y uno de ellos es la falta de visión, ya sea impuesta o sobrevenida, de algunos actores políticos a la hora de analizar situaciones de naturaleza estratégica. No solo hay que pensar en los que están, hay que hacerlo también en los que vendrán.
Se hace necesaria una agenda 2030-2035-2040, o como quieran definirla, pero háganlo. Si se hubiese hecho en 2010 pensando en 2020-2025, es más que probable que la actual situación no habría acontecido.

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