“Este batallón tuvo una destacada actuación, como así lo corrobora el documento secreto de la 3ª Sección de Estado Mayor de las Fuerzas Militares del África Occidental española”
El texto del artículo no es fruto de algún exaltado. Se trata del sentimiento de un cabo de Infantería, Eduardo Guerrero Fernández, del Batallón Expedicionario Pavía 19. Cuando el buque Virgen de África partía del puerto de Algeciras con el mencionado batallón, con destino a Ifni, el citado cabo, al tiempo que el buque enfilaba el estrecho de Gibraltar, y, previniendo que el destino era un lugar con una guerra, pudiese suceder que fuese el último adiós, este cabo, que era cantante, con su potente voz entonó las estrofas de “... Adiós, mi España querida...”.
Aquellos 730 soldados no pudieron evitar que por sus mejillas brotaran unas lágrimas.
De San Roque a Canarias
La madrugada del 27 de noviembre de 1957 no era un día cualquiera, era un movimiento constante en las compañías del regimiento de Infantería Pavía 19. En el patio del cuartel se procedía al recuento del armamento individual y municiones, así como pertrechos los 730 soldados y sus mandos formaban en el patio de dicho cuartel y les pasaba revista el comandante-jefe, Justo Grande Durán, un jefe que tenía el valor acreditado, cuando en la pasada guerra había tenido el mando de un Tabor de Regulares.
Aquellos jóvenes soldados mostraban gestos de preocupación, aunque la mayor parte expresaba risas, bromas y caras alegres, aunque, como dice el refranero español, “la procesión iba por dentro”, ya que todos adivinaban que el embarque en el buque Virgen de África no era para un viaje de placer, y nada menos que en el mismo buque embarcaba otro batallón de Infantería, el Extremadura 15, con guarnición en Algeciras (Cádiz), y que con la tropa embarcaban vehículos y armamento pesado y ligero.
El 29 de noviembre de 1957 el Virgen de África arribaba al puerto de la Luz, en Las Palmas de Gran Canaria, y al día siguiente el mencionado buque arribaba frente a las costas de Sidi Ifni, y desembarcando a través de redes subían en los célebres cárabos, especie de lanchas, no tardaban mucho, aquellos 730 soldados del batallón Pavía pisaban tierra de Ifni.
Lo que jamás se imaginaban aquellos soldados del Pavía era que iban a ser protagonistas de lo que es la verdadera guerra, con el agravante de que estos jóvenes soldados apenas habían sido instruidos para lo que tenían que enfrentarse, un enemigo escurridizo, traidor, que no da la cara, que aprovecha el momento oportuno para atacar por la espalda, y especialmente sorprender por la noche, como así sucedió, que un soldado de este batallón que estaba de centinela, cuando fueron a relevarlo lo encontraron degollado.
Hay más que pruebas suficientes de cómo es este enemigo.
Difícil de combatir, porque en su haber tiene todas las de ganar: conoce el territorio como la palma de la mano, se camufla muy hábilmente, hasta el caso de que se enterraban en la arena y respirando con una caña esperaban el momento oportuno para atacar la mayor parte de las veces por la espalda.
El mes más notorio de estos ataques fue el combate de Edchera, a la XIII Bandera de La Legión, la tirotearon desde las paredes de una Saguia, provocando que una compañía saliera atacando desde donde provenían dichos disparos.
Una vez que la tuvieron a la compañía en el cauce de la Saguia, los cercaron desde donde estaban ocultos. Es la táctica de esta clase de enemigos.
Un Pavarotti en el ‘Virgen de Africa’
Eduardo Guerrero Fernández era cabo del Batallón Pavía 19, perteneciente a la Segunda compañía de dicho batallón, y cuentan compañeros suyos que su voz era potente, ya que convivían en San Roque (Cádiz), que los mismos afirman que su voz era como un torrente, ya que actuaba en una orquesta como vocalista, era una voz cuidada y que daba gusto oírle.
Era el 27 de noviembre de 1957, cuando aquel Batallón Pavía 19 embarcaba en el puerto de Algeciras, en el buque Virgen de África junto con el batallón, también de Infantería, Extremadura 15, que su destino era El Aaiún.
Allí en el puerto los despedían centenares de familias, amigos y público en general, donde había sollozos, lágrimas fundiéndose en abrazos, mientras la banda de música del Regimiento no cesaba de entonar marchas militares. Las madres y novias se aferraban llorando a sus hijos que iban a un destino incierto, ya que era vox populi que en los territorios de África Occidental española había una guerra silenciosa, perro guerra que costaba muertos y heridos.
Aquellas miradas de madres, esposas, novias y público veían cómo embarcaban vehículos, impedimenta. Poco después, cuando el Virgen de África soltaba amarras y enfilaba el océano Atlántico y se alejaba de Algeciras, sin pensárselo, el cabo Eduardo Guerrero Fernández se subió a uno de los palos del Virgen de África y con su potente voz entonó aquellas estrofas de la inolvidable canción “... Adiós, mi España querida...”.
Recuerdan sus compañeros hoy, después de más de medio siglo, que al oír aquella canción de este Pavarotti, no pudieron contener el recogerse llorando, porque pensaban que el destino de alguno pudiese suceder, como así fue, que no volverían a su acuartelamiento de San Roque.
Este batallón tuvo una destacada actuación, como así lo corrobora el documento secreto de la 3a Sección de Estado Mayor de las Fuerzas Militares del África Occidental española, que en la Orden General de Operaciones, del 11 de marzo de 1958, dice así: “... En mi cuartel general de Sidi Ifni, a las 18.30 horas, del 11 de marzo de 1958..”. Idea de la Maniobra. Centro de Resistencia A. Medios. Entre otras unidades, un pelotón de cañones sin retroceso del Batallón Pavía 19. Ocupar y organizar y defender de englobar un Centro de Resistencia, cuyo comportamiento en esta y otras operaciones fue más que ejemplar, que mereció felicitaciones del Mando.
El cabo Eduardo Guerrero Fernández tuvo razón con aquella canción que entonó de “Adiós, mi España querida”, pues para algunos compañeros fue el último adiós. El teniente de Complemento Santiago Cristos Astray, el 18 de diciembre de 1957, encontró la gloriosa muerte en combate contra el enemigo; el soldado Juan Fuentes Orduño moría en combate el 8 de diciembre de 1957; y por último, Miguel Simón Abril también entregaba su vida en combate. Citar que el soldado Juan Fuentes Orduño, cuando se encontraba de centinela en una posición, en horas de la noche fue sorprendido por el enemigo, que le causó la muerte de forma sigilosa degollándole. Cuando fueron a relevarle lo encontraron sin vida, le habían seccionado la yugular con la terrible gumía.
Hoy, tras más de medio siglo, al cabo Eduardo Guerrero Fernández, cuando rememora estos hechos y su canción, se le saltan las lágrimas cuando recuerda "Adiós, mi España querida" (de la canción Mi España).
Cada uno puede opinar lo que quiera sobre estas emociones y las lágrimas que brotan de estos héroes, pero un gran político español lo explicó con todo detalle: “... Una vida en que no cae una lágrima es como uno de esos desiertos en que no cae una gota de agua. Solo engendra serpientes...”. (Emilio Castelar. Político, periodista y literato).
Ramiro Santamaría Quesada (5-12-1922/22-6-1983) fue un periodista insigne todo terreno, de los que abominaban las redacciones de los periódicos y amaba la calle y lo que en ella sucedía, y luego lo contaba en las páginas de los periódicos en donde él escribía. Su libro póstumo sobre la guerra que se comenta en este artículo, titulado "Ifni–Sahara. La Guerra Ignorada", publicado por Ediciones Dyrsa en el año 1984, es de un inapreciable valor para aquellos que quieran aprender y comprender lo que sucedió en aquella "guerra ignorada", como tituló su libro. Es una joya que a buen seguro estará descatalogada. Ramiro fue testigo presencial de la guerra citada y enviaba sus crónicas a todos los periódicos en los que colaboraba. Conocí a Ramiro siendo yo niño, entonces trabajaba en el Diario de África. Hablar de Ramiro es hablar de un personaje a la antigua usanza, un personaje que se confundía con los territorios españoles en África. Un verdadero africanista, con un poso de anécdotas y vivencias que entretenían, enseñaban e incluso te hacían llegar hasta las lágrimas, bien de risa o de tristeza. Me he acordado de él en cuanto he leído el título del artículo de Antonio Herrero Andreu. Vaya mi homenaje desde aquí a Ramiro y a todos aquellos periodistas que se partieron el cobre en aquellos años, en aquellas tierras y amando a España, que era lo que más les dolía. Gracias señor Herrero por traer esta guerra ignorada aquí.
Muy emocionante. Yo era un niño de 6 años en aquella época y viví muy de cerca los acontecimientos. La escuela, al lado de mi casa, cuyo patio veíamos por nuestras ventanas, fueron convertidos en acuartelamientos : Paracaidistas del Ejercito del Aire, Regimiento de Soria y Regimiento de Cádiz pasaron por allí. Los niños jugábamos con las balas sustraídas y marcábamos tablas de madera con la pólvora. Ellos vinieron para evitar que degollaran a la población española civil y militar. Mi reconocimiento eterno. Ahora, en Sidi Ifni, los Ait-Bahamaranis recuerdan con nostalgia la época española, y todo el bien que hicimos en aquellas tierras. Había trabajo para todos y un clima de gran respeto mutuo. Los que atacaron fueron fuerzas irregulares, el E.L.N., que seguramente estaban fuera del control de Mohamed Quinto y del General MIssian, que siendo Capitán General de Canarias, Franco le envió de vuelta a su país con ocasión de la independencia de Marruecos : 1.956.
La guarnición de Ifni, antes de esa guerra, era totalmente indígena. No se rebelaron contra España y allí estuvimos hasta 1.969, en que la ONU nos dio el ultimátum de descolonización.
Bravos paracaidistas, que saltaron por primera vez en acción de guerra, bravos soldados de quinta : Honor y gloria en nombre de los habitantes de Ifni.
Andrés Bish
(hijo del último Alcalde de la ciudad de Ifni y maestro de profesión, que tuvo allí a sus 9 hijos varones todos).