Era su derecho a la última palabra. Y el acusado T.H. lo ha aprovechado para insistir ante el tribunal que le juzga por incendio en casa habitada y seis tentativas de asesinato en que él “no” es “un asesino”. También ha pedido “perdón” y ha lamentado que si le hubiera ocurrido algún daño a su hermana, cuñado o sus cuatro sobrinos por culpa del incendio que él provocó, hubiera sido “la mayor tragedia” para él.
El acusado se enfrenta a peticiones de cárcel con sumas elevadas de acuerdo a las peticiones definitivas que han hecho públicas en esta segunda y última sesión de juicio oral, celebrada este miércoles, tanto la Fiscalía como la Acusación Particular. Ambas consideran acreditados ambos delitos que suponen penas de 20 años por el incendio y 14 o 15 –según cada parte- por cada una de las seis tentativas de asesinato. Además la Acusación Particular reclama una indemnización de 427.000 euros en concepto de responsabilidad civil a la que habría que restar los 124.000 ya cobrados por el seguro.
La Defensa considera, en cambio, que su cliente debería ser condenado por incendio con riesgo para la vida y seis delitos de lesiones leves, teniendo en cuenta las atenuantes de grave adicción a las drogas, confesión y reparación del daño, por lo que pide la condena en su grado mínimo. Hablar de asesinato, a su juicio, son palabras mayores. Sí que considera que el incendio, confesado por su cliente, motivó un riesgo que debe ser penado en consecuencia.
Este miércoles ha tenido lugar la declaración del acusado, que ha reconocido que quemó la vivienda de la calle Españoleto, ubicada en la barriada del Morro, donde vivían sus familiares. Lo hizo después de haber consumido drogas de todo tipo y planear dicha acción con su cuñado para luego cobrar la indemnización del seguro y repartirse ese dinero entre ambos. Indicó que antes de perpetrar esa acción de madrugada, se pasó varias veces por el entorno de la vivienda y vio que no había luces en su interior y las persianas de las ventanas estaban bajadas, entendiendo que no había nadie en el hogar como le había asegurado su cuñado que así sería.
En su declaración ha confesado que estaba “descontrolado” por el consumo de drogas y que compró gasolina para causar el incendio. Dijo que su cuñado le había advertido que cuanto más daño causara, más dinero podría sacarse del seguro. “Yo no quería cometer el delito”, ha insistido. Esa existencia de un plan preconcebido no la confesó cuando, dos días después del incendio, se entregó en la Policía porque pensaba que iba a ser defendido por su cuñado y no iba a tener las consecuencias a las que ahora se enfrenta con peticiones de cárcel que suman más de cien años. Ha insistido en que ni en comisaría ni en el juzgado de instrucción habló de ese plan para así “encubrir” a su cuñado hasta que, pasados los meses, comprobó que no salía de prisión y nadie le prestaba ayuda.
“Mis sobrinos son mi familia, yo no deseo quitarle la vida a nadie”, ha insistido cada vez que se le ha preguntado por si no midió las consecuencias de los hechos, calcinando la casa con las seis personas en su interior. “No se me pasó nunca por la cabeza, nunca quise hacerles daño, hubiera sido la mayor tragedia de mi vida” si sus sobrinos hubieran terminado lastimados por un incendio que, tanto policías como bomberos que han declarado, han considerado de envergadura. Ha indicado que su cuñado sabía de la gravedad que iba a producirse pero que no le advirtió de que toda la familia estaba durmiendo en el interior de la vivienda que quedó calcinada. “En ningún momento tuve el pensamiento de cometer ese delito, no puedo quitarle la vida de ninguna manera” a nadie.
Llegado el momento de la lectura de los informes de las distintas partes, Fiscalía ha considerado que los delitos de incendio en casa habitada y tentativas de asesinato están probados, así como que el acusado sabía que había personas en el interior de la casa cuando causó el incendio, que además ha reconocido. Por tanto el grave peligro queda acreditado así como la intención de provocar un daño a los presentes, algo que se infiere de las declaraciones del matrimonio que habitaba el hogar así como la existencia de una condena previa al acusado por amenazas a su hermana, por lo que se demostraría la existencia de una clara intención por hacer daño.
Fiscalía ha insistido en que el acusado no adoptó ninguna medida para comprobar que no había nadie en casa, amén de que cuando causó el incendio se marchó sin ni siquiera comprobar la magnitud de lo que había hecho. Las atenuantes que mantiene la Defensa las considera no probadas, sobre todo porque tras la declaración del médico forense no se ha acreditado el consumo de grandes cantidades de droga como pastillas y cocaína, salvo hachís. La Acusación Particular, en la misma línea de la Fiscalía, ha considerado la existencia probada de la gravedad que podía haber derivado en muertes y ha negado la existencia de atenuantes.
Por su parte la Defensa ha insistido en que en ningún momento del juicio se ha podido probar la intención de su patrocinado de acabar con las vidas de los habitantes de la casa, resaltando que a pesar del riesgo de su acción confesa él estaba convencido de que su familia había acudido a un velatorio usando para ello los vehículos que guardaban en el garaje.
La gran duda del juicio es el motivo de ese incendio. El acusado dice que era por la existencia de ese plan para defraudar al seguro en connivencia con su cuñado; la Acusación lo sustenta en las malas relaciones con la familia que habrían derivado en ese pico de tensión extremo. La Defensa ha dudado de que la mera envidia pueda llevar a acometer un acto así. De hecho ha insistido en que su cliente se entregó y en que si se supo de su autoría fue por la colaboración de su propia mujer, que alertó a unos policías locales de que su marido podría haber causado esos daños. Pero la verdad de todo, ha dicho, solo la sabe su patrocinado y su cuñado, aunque la versión del primero “tiene más lógica”. De hecho ha insistido en un dato, que cuando el cuñado acudió a la Policía llevó las cuatro pólizas de seguro que no se habían calcinado, siendo los únicos documentos que se salvaron de la quema de la vivienda. Ha defendido la existencia de la atenuante de drogadicción, haciendo alusión a que una persona en un estado normal no provoca un incendio de tal magnitud. El caso ha quedado visto para sentencia.
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