Las barreras arquitectónicas en la barriada de San Amaro de Ceuta, específicamente en la zona de los viveros frente al tanatorio, dificultan enormemente la cotidianidad de unos vecinos que llevan toda una vida viviendo en un barrio que les ha dado tanto y que ansían ver en mejores condiciones.
La peor parte se la llevan las personas de la tercera edad que no cuentan con ninguna facilidad para acceder a sus viviendas, sobre todo cuando ocurren situaciones adversas. Tal es el caso de Manuela de 65 años y Antonio de 70 años, que el fin de semana pasado atravesaron una situación complicada.
“No podemos llegar con silla de ruedas”. Lo ocurrido lo narra a El Faro la hija de ambos, Tamara Ferrillo Rodríguez, indignada por una situación que ya debería estar resuelta hace mucho tiempo. “Tengo a mi madre recién operada y unas barreras arquitectónicas impresionantes”, se queja.
Explica que el pasado viernes su madre se resbaló a las puertas del ambulatorio del Recinto, por las malas condiciones de la pintura en un paso de peatones, se rompió el tobillo y tuvo que ser operada de urgencias el sábado por una fractura múltiple en el Hospital Universitario, a donde fue trasladada por su esposo en coche.
Aunque la cirugía transcurrió sin complicaciones, otro drama vino al día siguiente, el domingo, cuando le dieron de alta y tenían que volver a casa.
Ante lo ocurrido Tamara viajó desde Zaragoza inmediatamente en auxilio de sus padres, pero aún así tuvieron que recurrir a una ambulancia y dos jóvenes sanitarios subieron cargando a Manuela “a pulso” en silla de ruedas, treinta escalones arriba, ante la imposibilidad de hacerlo de otra manera.
“Estamos hartos de dar quejas al presidente de la barriada, no sabemos si lo eleva o no, pero aquí jamás se ha hecho nada por esto, a pesar de las peticiones de los vecinos de que esto se haga lo más rápido posible”, ha indicado sobre un proyecto que no ha terminado de ejecutarse a pesar de que existe, a lo que se suma el inconveniente para acceder a la playa.
“De aquí no podemos salir ni para la rehabilitación, dentro de catorce días tendrá que venir la ambulancia a recoger a mi madre”. Tamara no se quiere ni imaginar lo que vendrá, mientras tanto una enfermera tendrá que acudir cada tres días a la casa familiar para hacerle la curas a Manuela.
La preocupación está latente porque tendrá que volver a Zaragoza y si bien está segura que los vecinos echarán una mano, insiste en que la solución no es otra sino que “haya un camino accesible para que mi padre, a pesar de tener 70 años, pueda empujar una silla de ruedas y llevar a mi madre a donde haga falta”.
El próximo miércoles le han dado cita a Tamara para acudir a Urbanismo, donde piensa enseñar las fotos que tiene para pedir soluciones. Mientras tanto Antonio, quien estaba en lista de espera con el traumatólogo para a colocación de una prótesis de rodilla, tendrá que esperar a septiembre por lo ocurrido, con la preocupación de que se avecina una situación similar.
Esta situación hace que Tamara, Manuela, Antonio y, en general, los vecinos de la barriada, clamen por acceso adecuados. Exigen que de una vez por todas se construya una rampa, no solo para las personas de la tercera edad, sino también para quienes tengan alguna emergencia, para los que estén por una discapacidad e incluso para los que tienen niños pequeños y deben hacer uso de carros para transportarlos.
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