Este es el panorama, los populistas dando aldabonazos que piden acabar con la Constitución de 1978. Ésa que dan por finada y amortizada. Enervar su contenido y proclamar un nuevo Podemos constituyente.
El gatillazo a la catalana, desconocedores hasta donde llegará el estado de frustración. Claros factores de la mano de una profunda crisis económica mundial en la que estamos inmersos, el estado de putrefacción generalizada de cualquier signo político, de la que somos testigos y que no parece intentar ser atajada con resolución por nadie. Se ha generado un inmejorable caldo de cultivo del que el “y tú más” no nos sirve ya cómo analgésico. La tentación de tirarnos por un barranco cuando nos ataca toda una colmena de avispas es cada día más plausible para los empobrecidos y una clase media en vías de extinción. Los que éramos entonces unos imberbes adolescentes recordamos cuando murió el dictador Francisco Franco que había tres factores comunes en todas las casas de los españoles, las de aquí y las de nuestros exiliados: la preocupación, la incertidumbre y las expectativas generadas. Eran nuestros padres los que habían sufrido en sus carnes, una guerra civil, una posguerra y un país aislado, pintado en blanco y negro. Nosotros sólo teníamos porvenir, ellos tenían pasado.
Un carajal de primera. Intentar llegar a la democracia sin volver a partirnos la crisma entre los españoles. Una casta política que desde la clandestinidad, la cárcel, provenientes del anterior régimen, los nacionalismos, intentaban buscar un consenso democrático y constituyente. Mientras, reaccionarios amenazaban los avances y otros de la cúpula militar, insistentemente golpeada por ETA, hacían sonar sus sables. Parecía que otra vez que el pelo de la crin de caballo no resistiría y que nos iba a dar un susto a los Damocles, cómo así pasó. Suárez, la legalización del PC, los Pactos de la Moncloa, elecciones democráticas, el terrorismo, la crisis económica, el 23-F, la colza, el destape, la ley del divorcio, la del aborto, RUMASA, el juicio de Lola Flores, la movida, la UE, Felipe González, José María Aznar, ZP... Teniendo este periodo como anfitrión y buen embajador al rey Juan Carlos que aparecía cercano, campechano y que mandaba callar a algún que otro impresentable. Con sus claroscuros, sus elefantes y sus Corinnas.
Ya eramos europeos y teníamos nuestras autonomías del famoso 'café para todos', aunque para Ceuta y Melilla se sirviera tarde, frío y descafeinado. Todas ellas llenas de consejeros, viceconsejeros, directores, subdirectores... asesores... más asesores y uno que siempre pasaba por allí y que nadie se acuerda de su nombre. Sus subvenciones y fondos venidos de Europa. Muchos de ellos aplicados a crear y modernizar nuestras obsoletas infraestructuras. Otros dedicados a auténticos monumentos al absurdo. De todas ellas fluían caudales no controlados, llámese 3%, voluntades alquiladas o un “dale la obra a mi primo que siempre ha sido de los nuestros”. Necesitábamos más, más deuda, más deuda... la ninfómana deuda.
Y ahora nos encontramos ante el panorama electoral de unas Generales que me recuerda a Star Wars, justo antes de que explotase la estrella de la muerte. No se alarmen que no soy Casandra. Me refiero a la gran fragmentación que va a sufrir el arco parlamentario, según comentan los que entienden de estas cosas. Aunque con estos años vividos, la sensatez demostrada y de lo que hemos sido capaces, seguro que llegaremos a entendernos... Espero que el futuro no sea como en lo de ponerle letra a nuestro himno nacional.
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