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De enfrentarse a 7 años de prisión por pilotar una patera a quedar absuelto

La vida del joven marroquí H.B. cambió ayer en cuestión de horas. En concreto en poco más de dos y media, el tiempo que duró la celebración de la vista judicial en la que se intentaba aclarar si era responsable de un delito contra los derechos de los ciudadanos extranjeros, después de que en noviembre de 2019 la Guardia Civil lo detuviera a una milla de la playa de Benítez, en una embarcación cargada con 6 inmigrantes marroquíes. Sobre sus espaldas pesaba una petición de cárcel inicial de 7 años, que fue modificada por el Ministerio Fiscal rebajándose a 3, quedando finalmente absuelto por el tribunal de la Sección VI de la Audiencia tras escuchar los testimonios de varios guardias civiles, del acusado y, mediante reproducción de la testifical ofrecida en instrucción, de uno de los inmigrantes. Se concluyó que no había pruebas suficientes para enervar la presunción de inocencia.
H.B. quedó absuelto, al igual que S.M., dueño de la embarcación cuya salida a la Península fue abortada por el Servicio Marítimo. Los intereses de ambos estuvieron defendidos por la abogada María Cózar.
Los hasta tres guardias civiles que declararon fueron coincidentes al señalar que, tras recibir el aviso de la central COS, habían visto al acusado H.B. cogiendo el volante de la embarcación en donde iban otras seis personas más, sin chalecos. Después pasaría de los mandos a la parte de atrás, donde está situado el motor. La embarcación estaba en mal estado, no mantenía una línea de flotabilidad normal y no hubiera podido cubrir el trayecto a la Península planificado. Los guardias civiles entendieron que al ver a H.B. al mando era el pasador.

El otro acusado, dueño de la embarcación, también quedó absuelto

El acusado fue claro en sus manifestaciones al dibujarse como un inmigrante más, no un traficante de personas. Dijo que ese día estaba en la playa de Benítez y vio una embarcación que había encallado en una de las piedras. No se lo pensó dos veces y se subió para intentar escapar a la Península. Junto a él, dijo, subieron otras seis personas más que no conocía. Él se puso al volante sin tener demasiados conocimientos de conducción pero con la sola idea de abandonar el lugar. Insistió en que no conocía al dueño de esa embarcación sino que simplemente la vio y se subió hallando así una manera de escapar. No conocía a los demás inmigrantes ni les cobró dinero por pase alguno, además reseñó que el motor de esa embarcación no funcionaba bien debido al golpe que había sufrido.
Su dueño, S.M., declaró haberse enterado que le habían robado horas después. No sabe ni cómo se la sustrajeron ni conocía al acusado de pilotarla. Al conocer esa falta puso denuncia.
Fiscalía interesó en su escrito de calificación final una sentencia condenatoria de 3 años de prisión para cada uno de los acusados, al considerar que estaba demostrado el ánimo de realizar un trayecto irregular de personas. Recordó en su exposición que el hecho de que H.B. quisiera marchar a la Península no le eximía de su responsabilidad en el delito.
La Defensa consideró que no habían quedado acreditados los hechos. Tras un receso la Sala pudo contestar a la pregunta que, en su derecho a la última palabra, dijo H.B.: “Quiero saber qué va a pasar conmigo”. El tribunal lo absolvió y ordenó que se le liberara ya que desde noviembre de 2019 permanecía en prisión preventiva.

La obsesión por ir a Madrid por una acusación de terrorismo

“Tengo que arreglar esto en Madrid”, repitió insistentemente H.B. ante el tribunal de la Sección VI de la Audiencia. Y es que tras el perfil de este detenido, uno de tantos acusados por su presunta relación con delitos contra los derechos de los extranjeros, asomaba un hombre nervioso que no hacía más que repetir que tenía que marchar a Madrid de manera urgente para “arreglar un problema” por una causa de “terrorismo”. Eso fue precisamente lo que le hizo subirse a esa embarcación, la necesidad de marchar a Madrid, pero terminó con los grilletes en sus muñecas acusado de intentar el pase de seis marroquíes. Terminado el juicio se pudo saber que por contactos en redes sociales -Facebook- se le había vinculado con alguna causa relacionada con este ámbito lo que le había llevado a tener permanentemente esa marca imposibilitándole el desarrollo de una vida normal. Una historia cruzada con el caso juzgado ayer pero que queda de trasfondo de la motivación que habría llevado a esta persona a subirse a una embarcación ajena buscando su entrada irregular en la Península.

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