Abrazos de despedida y miradas de ébano

Medio centenar de malienses que residía en el CETI es trasladado a la península por razones humanitarias.

El nombre de alguno de ellos bien podría ser Frederic, Kébé o Seydou, sin embargo, ninguno de los 50 residentes del CETI que embarcaron ayer rumbo a Algeciras quiso que su nombre constara por escrito. Prefieren no tentar a la suerte hasta que hayan cruzado el Estrecho y la península esté bajo sus pies, como tantas veces soñaron en sus camas del Jaral.
La Administración General del Estado terminó de tramitar esta semana el traslado a la península de 75 personas, todos varones de Mali, que partieron en dos grupos. Ayer tuvo lugar la despedida, en la Estación Marítima, del primer medio centenar. Los subsaharianos estuvieron arropados por compañeros del centro del Jaral, con independencia de la nacionalidad, así como por activistas de organizaciones pro derechos humanos y personas que, por diversas circunstancias, les han conocido durante su estancia.
“Son muy buenos chicos, agradables y nada conflictivos”, comentó una de las ceutíes que, uno por uno, les abrazaba en la fila del control establecido por el Cuerpo Nacional de Policía. Lloraban ellas, pero también los malienses que prometían llamar por teléfono cuando llegasen y se reconfortaban mirándose a los ojos hasta la próxima vez que sus caminos vuelvan a cruzarse. Un momento que siempre emociona hasta a los pasajeros ajenos a este adiós.
Abatidos por el vacío que dejan sus compañeros, los residentes que quedaron en tierra les desearon suerte, suspiraron al separarse de ellos y éstos, con la felicidad solo empañada por la separación, avanzaron porque la vida sigue a ambos lados del Estrecho.    
De camino al atraque, confesaron su alegría y recordaron que hay compatriotas que esperaron hasta un año este momento y, el resto, por encima de los seis meses. La mayoría nunca solicitó asilo ni protección internacional, temerosos de que la burocracia eternizara sus pasos hacia la península. Como informó la Delegación del Gobierno, su salida responde a razones humanitarias –que conocen como laissez-passer– y serán alojados en centros de acogida.
Según informaciones difundidas por la agencia de noticias Europa Press hace dos semanas, con Mali, un país en conflicto, existe un acuerdo de readmisión de emigrantes aunque España, siguiendo las recomendaciones del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, solo deporta a los ciudadanos del sur, para quienes no se presume riesgo. El norte del país está bajo dominio islamista y sus ciudadanos son susceptibles de pedir asilo.  
Por otra parte, anoche se activó la ERIE (Equipo de Respuesta Inmediata en Emergencia) de Inmigración de Cruz Roja para atender a tres personas inmigrante de origen subsahariana en la puerta del CETI.

El CETI aloja a 720 residentes  en la actualidad

La Delegación del Gobierno comunicó ayer que, en estos momentos, el CETI acoge a 720 residentes de diversas nacionalidades, por encima de su capacidad aunque “sin masificación”. Sobre el colectivo que ahora abandona la ciudad, El Faro publicó hace unos días que lamentaba que estaban abandonando la ciudad inmigrantes de otras nacionalidades que llevaban menos tiempo en la ciudad y que las salidas de los malienses con laisser-passez se habían frenado.

El grupo de 25 que va a los CIE rechaza la deportación   

De los 75 subsaharianos que esta semana viajan a la península, la Delegación del Gobierno confirmó ayer que 25 serán trasladados a los centros de internamiento de extranjeros (CIE), “previo paso a la expulsión a sus países de origen” que, en estos casos, son todos de Mali. En un principio, un portavoz señaló que eran 30, pero el grupo se redujo.
Estos inmigrantes, que declararon salir ‘con maleta’ –en el argot significa que su destino es un CIE–, esperaban ayer su turno para firmar en la Jefatura Superior de la Policía Nacional y, con posterioridad, recibir la orden de expulsión dictada por el juzgado. A las puertas de las dependencias policiales de Colón, una veintena de ellos manifestó su oposición a ser deportados.
“Nos marchamos de nuestro país huyendo de la pobreza, la guerra y porque nuestros familiares están muertos”, explicaron antes de destacar que su deseo es quedarse en España.
Desvelaron que sienten “miedo” porque desconocen qué ocurrirá con ellos: subirán a un avión  fletado por el Ministerio de Interior con destino Bamako o agotarán los plazos en el CIE antes de proseguir su camino en la península. A esta incertidumbre se enfrentaban a unas horas de emprender su periplo tal y como inició poco antes el grupo de 50 compatriotas autorizado por razones humanitarias.
“¿Qué nos diferencia de esos malienses que van a centros de acogida?”, se preguntaban estos jóvenes procedentes de Gao, Tomboctou, Kidal o Diabali. Aunque tampoco solicitaron asilo, estimaron que de media llevan en la ciudad entre siete y ocho meses.