El abrazo

Depositaron las plumas, con las que habían rubricado el pacto, sobre la mesa escritorio. Ambos giraron sus cuerpos y se encontraron frente a frente. Quizá el que se abalanzó con más contundencia fue quien, algunos de sus críticos, han bautizado como Marqués de Galapagar. Arrebatado por la emoción, se fundió en un apasionado abrazo − a juzgar por su rendida caída de párpados − con el que se había definido a sí mismo como insomne potencial.

La imagen –reproducida una y mil veces en los medios de comunicación– me ha motivado para redactar este artículo sobre un acto que aunque se realiza muy usualmente, sin embargo, comporta diferentes características e intenciones. Tiene su importancia sicológica, se ha plasmado en el arte, en la literatura, en la música y es, por supuesto, protagonista de momentos históricos, como el que acabamos de ser testigos.

El abrazo es la acción y el efecto de abrazar. Consiste en ceñir o estrechar con los brazos el cuerpo de otra persona, efectuando una presión. Es una muestra de afecto o saludo, normalmente correspondido, pero también sirve para manifestar condolencia, consuelo o solidaridad. Otra acepción − aunque no va a ser la temática del artículo− está referida a la asunción de unas ideas o doctrinas religiosas, culturales o políticas. Se utiliza en México y Centroamérica la expresión “apapacho”, de origen náhuatl − lengua yutoazteca meridional−, reconocida por el DRAE como sinónimo de abrazo y que representa cariño, mimo y ternura.

Posiblemente el abrazo es un gesto innato en los humanos y detectable también en muchas especies animales, aunque hay interpretaciones que lo consideran una acción antigua de cacheo. La longevidad del abrazo está documentada por los descubrimientos en variadas excavaciones arqueológicas como la pareja abrazada, hallada en Ternópil, en el oeste de Ucrania, con antigüedad de más 3.000 años, desde la Edad del Bronce. Más antiguos son los abrazos encontrados - de entre 5.000 o 6.000 años- en Mantua (Italia) y en un poblado neolítico en Camposoto, Cádiz, en nuestro país.

Entre los seres humanos, la forma de dar el abrazo, la disposición anímica o circunstancial de los protagonistas o la motivación y el interés que mueve el mismo, permiten establecer una tipología sencilla de los diferentes actos de abrazarse.

El abrazo clásico es muy común en recibimientos y despedidas. El abrazo de compañerismo no deja de ser convencional y no significa que haya una relación muy intensa. En los abrazos de corazón hay, evidentemente, mucho cariño. El abrazo de baile puede ser puramente circunstancial o más intenso y romántico. El abrazo con contacto visual, refleja una fuerte componente de intimidad y atracción. El abrazo lateral, utiliza uno o los dos brazos para rodear el hombro de quien o quienes están al lado. Los abrazos por la espalda, están ligados a lo sensual y a lo erótico. El abrazo distante se da entre personas alejadas físicamente y habitualmente por compromiso o protocolo. El llamado abrazo del oso es interpretado como de fuerte afecto y protección, pero también se enfoca como tramposo o traicionero, que en realidad engloba un falso cariño, un ahogo y una disminución de libertad.

Si paseamos por la calle Atocha de Madrid, al llegar a la glorieta de Antón Martín, nos encontraremos con un grupo escultórico que llama la atención. Es una representación tridimensional del cuadro que pintó el valenciano Juan Genovés en 1976 y que tituló El abrazo. Un grupo de personas están enlazadas en un abrazo lateral que sugiere, con fuerza, la solidaridad. El austriaco expresionista Egon Schiele refleja en su óleo Abrazo (Amantes II), en 1917, una fuerte carga erótica, como es habitual en su obra. Pablo Picasso incluyó entre su producción, óleos, dibujos, grabados −incluso una temprana y veinteañera acuarela con su amante Odette− con el tema del abrazo. Del escultor vanguardista cubano Alfredo Lozano, contemplé en el Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba, en La Habana, su abrazo por la espalda, sólida talla en piedra, de 1938. La original escultura moderna de la georgiana Tamara Kvesitadze, en la bahía de Batumi (Georgia), muestra dos enormes figuras de anillos de acero, de ocho metros, que se abrazan y se funden en un sincronizado movimiento.

La historia está llena de abrazos, unos con mejores intenciones que otros, y particularmente, en las confrontaciones militares, tenemos cantidad de ejemplos. Muy conocido es el llamado Abrazo de Vergara que, en este enclave guipuzcoano, sellaron los generales Espartero, por parte isabelina y Maroto, por parte carlista, el 31 de agosto de 1839 y que supuso el fin − a los seis años de iniciada− de la Primera Guerra Carlista. Durante las luchas de independencia iberoamericana hay notables ejemplos de este tipo de abrazos: Arroyo Monzón (Uruguay), Maipú (Chile) Acatempan (México), Maquinhuayo (Perú) y Estrecho (Chile- Argentina)

Entre los abrazos políticos destacan el de Richard Nixon y Mao Tse-tung, el de Yasser Arafat con el rabino Moshe Hirsch y recientemente el de los coreanos Kim Jong Un y Moon Jae-in. Las comunidades religiosas también sellan acuerdos con abrazos, como el de Juan Pablo II con el Rabino Elio Toaff o el del actual Papa Francisco con el Patriarca Ortodoxo Kiril. En los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936 − en pleno nazismo y ante los ojos de Hitler− nació con un fuerte abrazo, la amistad entre los saltadores de longitud, el alemán Lutz Long y el norteamericano de raza negra Jesse Owens.

El refranero español no es precisamente profuso con el abrazo y los existentes muestran un enfoque poco sugestivo y poco valorativo: “Más vale vuelco de olla que abrazo de moza”, “Besos y abrazos no hacen chiquillos, pero tocan a vísperas” o ”Abrazo de ciego, golpe seguro”

El abrazo ordena al hipotálamo la liberación del neuropéptido oxitocina, en la hipófisis o glándula pituitaria, pero también se liberan dopamina y serotonina. La oxitocina −hormona del amor− activa los mecanorreceptores existentes en la piel que se llaman Corpúsculos de Pacini y Corpúsculos de Meissner, que ayudan a reducir la presión arterial. También se origina una mayor producción de glóbulos blancos, por activarse el sistema inmunológico.

Con todos estos datos no cabe duda que abrazarse lleva consigo una serie de efectos positivos. El exitoso orador motivacional y entrenador corporativo norteamericano Jack Canfield, los sintetiza diciendo: “Abrazar es saludable: favorece el sistema inmunitario, te mantiene sano, cura la depresión, reduce el estrés, induce el sueño, vigoriza, rejuvenece, no tiene efectos colaterales indeseables… en una palabra, es una droga milagrosa.”

Podríamos añadir que fortalecen la autoestima, mejoran las relaciones interpersonales − es un lenguaje que no necesita las palabras−, reducen la tensión arterial, despiertan la creatividad, generan ilusión, alegría y buen humor y en definitiva son, como ha dicho alguien: “Una caricia del alma” o “Un poema escrito en la piel”

A este respecto, en psicología se ha identificado lo que se denomina “síndrome de hambre de piel” que consiste en la necesidad de recibir un contacto físico que proporcione equilibrio emocional a través de amistad, cariño, apoyo, simpatía o ternura. Algunos expertos aseguran que, para cubrir las necesidades afectivas básicas, son necesarios de 8 a 14 abrazos diarios o al menos 1.500 al año para sobrevivir.

En el caso de los bebés, estudios como los realizados en la Universidad de Duke en EEUU demuestran que la ausencia de contacto físico les ocasiona la muerte de millones de neuronas, dando lugar que el cerebro de un bebé sin caricias llegue a ser un 20% más pequeño. La ausencia de contacto durante la infancia origina una falta de producción de la hormona del crecimiento, ocasionando lo que denominan "enanismo psicosocial" y tienen retraso en el habla, lectura, incluso en el caminar.

Actualmente existen tratamientos de abrazoterapia, que utilizan este método para eliminar barreras emocionales y proporcionan sentirse bien a las personas que los siguen. Incluso se utiliza la arboterapia o silvoterapia, que preconiza abrazar un árbol para recibir efectos positivos, teniendo cada especie arbórea una especificidad en sus beneficios.

El día 21 de enero se celebra el Día Internacional del Abrazo, creado por Kevin Zaboney en 1986 en EEUU. En 2004 en Sydney, Juan Mann (One Man)− nombre ficticio− para curar su soledad empezó a repartir abrazos los jueves en la vía pública. El movimiento Abrazos Gratis (Free Hugs) ha tenido una amplia repercusión en Internet y en muchas ciudades.

No se, ni se me ocurre, como terminará el insólito abrazo origen de este artículo. Puede ser incluso− por lo imprevisible− que el refranero tenga razón:”Hoy abrazos y mañana estacazos”. Terminando con esta pamplina, merece la pena acabar el artículo con un curioso homenaje. La iniciativa de la Escuela de Escritores para elegir la palabra más bella − en la conmemoración del Día del Libro, durante marzo y abril de 2006− recibió centenares de opiniones. Me llamó la atención la enviada por un participante anónimo, desde Ciudad de México, que eligió “abrazo” y lo razonó preciosamente y con originalidad: “Me gusta porque tiene fuerza, las consonantes trabadas ¨br" hablan de ternura, amor y de pasión, la "z" suena a caricia y susurro y la "o" final lo envuelve todo como un beso.