{jaimage crop="ML" /}Defendía que los pacientes se hicieran todas las pruebas pese a la falta de recursos y con su diplomacia evitó reclamaciones y agresiones de familiares al personal.
Se ha ido como él solía desaparecer primero en el Hospital de la Cruz Roja y después en el Hospital Universitario: sin que nadie se diera cuenta. Sin embargo, en esta ocasión, sus compañeros no pueden encontrarlo en la habitación de un paciente, sino que se ha marchado dejando un vacío inmenso. Así lo recordaron ayer algunos de los familiares, colegas de profesión y amigos que asistieron al homenaje celebrado en el Palacio Autonómico.
El personal del clínico del Instituto Nacional de Gestión Sanitaria, Ingesa, es el responsable del evento que llenó el salón de actos del Palacio Autonómico de profesionales de la sanidad ceutí. Un deseo impulsado por las personas que trabajaron codo con codo con Abdelkrim aunque no formaran parte del Servicio de Medicina Interna ya que el entrañable doctor se movía por todas las plantas porque era “su segunda casa”, coincidieron los presentes.
Sobre el escenario, una fotografía inmortalizó una eterna sonrisa que transmite cordialidad, ambilidad y la vitalidad que tanto le caracerizaron, comentaron los ciudadanos que se acercaron hasta este tributo póstumo. Junto a este retrato, se situaron las autoridades y compañeros que guardaron una relación muy estrecha con este célebre facultativo que ha marcado “un antes y un después en la sanidad local”.
Fernando Pérez-Padilla, director territorial del Ingesa; Juan Vivas, presidente de la Ciudad Autónoma; Luis González, jefe del Servicio de Medicina Interna; y Ascensión Pedraz, supervisora del Área Médica, se encargaron de los discursos en memoria del médico fallecido.
En 1976 comenzó la historia laboral de González y Abdelkrim. Según recordó el también especialista, “nos cruzamos cuando acudimos al Colegio de Médicos para inscribirnos. No lo sabíamos pero, desde entonces, nuestras vidas correrían de forma paralela”. Tan cercano fue su vínculo, desveló el responsable de Medicina Interna, que Abdelkrim recibió el número de colegiado 513 y él mismo el 514, una señal de que siempre estarían unidos, añadió. “Los primeros años fueron difíciles: solo hacíamos guardias y cobrábamos 500 pesetas que muchas veces pagaba el propio titular”, se expresó nostálgico el internista del hospital.
Separados durante un tiempo mientras realizaban la especialidad, sus caminos volvieron a juntarse de forma definitiva en 1987. Un servicio sanitario que, al igual que ellos, fue creciendo hasta el sistema de la actualidad. “Es un ejemplo de vocación, sacrificio, un punto de apoyo que siempre estaba disponible”, le definió González. “Pero a Abdel -como cariñosamente sus compañeros le apodaron- le perseguía el estigma de ser poco cuidadoso con los protocolos pero lo compensaba con una experiencia brutal”, señaló el jefe del área en el que trabajaba el homenajeado. No obstante, “ser atendido por él era una garantía”, reconoció González.
Los presentes le recordaron como “diplomático y mediador” entre el personal y familiares descontentos con razones o sin ellas. “¡Cuántas agresiones y reclamaciones ha evitado! Se los llevaba a un despacho para hacer ver a esas personas su actitud improcedente”, indicó el internista, quien además destacó su “solidaridad” o se negaba a que los pacientes “no se realizaran pruebas complementarias por falta de dinero” y siempre hizo aquello que estuviera a su alcance para cumplir con una asistencia universal. “Imaginábamos que tendríamos que echarlo del hospital con 70 años pero él nos diría que no, que aún podía ayudar, que esa era su segunda casa”, añadió el médico, quien reconoció que el personal sanitario ha aprendido más de Abdelkrim que él de sus propios compañeros.
Por su parte, Pedraz, quien antes de ocupar el cargo de supervisora del Área Médica trabajó en Medicina Interna, destacó de sucompañero fallecido que estaba “disponible las 24 horas”, que era de los que llegaba entre los primeros y se marchaba a las 17:00 horas además de su “desorden organizado siempre con papeles bajo el brazo y dentro de su coche”.
Pérez-Padilla se refirió a Abdelkrim como su “amigo y maestro” y recordó que en sus primeros días de guardia en el 90 “siempre tenía palabras cariñosas para todos, nos ayudaba, hasta se echaba la culpa cuando los responsables eran otros”. Como ejemplo de su humanidad y una vez que Pérez-Padilla ya estuvo formado, subrayó el director territorial, “me pidió consejo” para pasar a describirle como una persona “sencilla, volcada con el juramento hipocrático, compañero pero sobre todo amigo”.
El presidente de la Ciudad resaltó que la calidad humana de Abdelkrim trasciende del ámbito familiar y se hace extensible al conjunto de la sociedad ceutí. “Cuando vamos al hospital nos sentimos inseguros ante todo lo que se avecina pero en ese escenario surgen personas de una enorme categoría humana”, valoró Vivas, quien considera a Abdelkrim como un “modelo para los ceutíes” ya que transmite valores como la “humildad, humanidad, amabilidad y daba gusto estar con él porque tenía buen sentido del humor”.
Pedra sostuvo que, pese a que el doctor Abdelkrim ya no se encuentra físicamente entre nosotros, “el doctor se ha quedado en el Hospital Universitario, él sigue ahí”.
En recuerdo de los ausentes
Pese a que el homenaje al doctor Abdelkrim ocupó gran parte del acto, el personal del Hospital Universitario también expresó su respeto por otros tres empleados cuyas pérdidas marcaron a los trabajadores del Ingesa.
Tarek Mohamed, hermana de Ashusha, la DUE fallecida, destacó que era “buena compañera, amiga de sus amigos además de una excelente persona; nunca podría tener una hermana mejor”, dijo visiblemente emocionado. Entre el público, se derramaron lágrimas al verla en el vídeo que proyectaron después de la entrega de placas a los familiares.
Clara Medina, hermana del auxiliar administrativo Cristóbal Medina, le recordó como una “gran persona y profesional” que trabajó 20 años para la sanidad en la ciudad autónoma.
Por su parte Inmaculada, esposa de Antonio Ramón Gaona, celador, también protagonizó uno de los momentos más emotivos de la jornada al recordar el “trato especial que siempre dedicó a los pacientes, su generosidad y dedicación a la familia”.
Omar, hijo de Albdelkrim, fue el encargado de recoger la placa en nombre de su familia. “Siempre me decía que aproveche el tiempo y que estudie”, comentó al finalizar el acto
Para terminar, la organización proyectó un vídeo con fotografías de los homenajeados en el Palacio Autonómico.
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