La historia de Abdelilah es la de uno de esos trabajadores marroquíes que terminan formando parte social de Ceuta. Trabajadores que antes de la pandemia cruzaban a diario la frontera del Tarajal.
En su caso llevaba a cabo labores de albañilería hasta que quedó atrapado en su tierra, Castillejos, después de ese cierre de fronteras que terminó anulando cualquier posible comunicación terrestre entre España y Marruecos.
Sin trabajo ni posibilidades para mantener a su familia, en mayo de 2021 Abdelilah cruzó a nado a Ceuta como lo hicieron miles de compatriotas, quedándose a este lado para mantener así a su mujer, dos hijos y a la única niña que tuvo y que nunca llegó a sostener entre sus brazos ya que cuando se echó al mar su esposa estaba embarazada.
Hoy, el ataúd con sus restos ha sido trasladado a Marruecos, su tierra. Allí será enterrado y velado por su familia. Una enfermedad inesperada le arrebató su vida aquí en Ceuta, la tierra que no podía abandonar porque de su trabajo dependía el sustento de todos sus familiares.
Durante el tiempo que estuvo ingresado en el hospital recibía la visita de conocidos en Ceuta que fueron fieles testigos del buen trato médico pero también humano y cercano que recibió por parte de todos los sanitarios y demás trabajadores que estuvieron con él.
Abdelilah ha sido un hombre trabajador, un hombre preocupado por el bienestar de sus seres queridos hasta el final. Su vida representa la de otros tantos casos anónimos que no conocemos pero que forman parte de esa relación que Ceuta y la población vecina del norte marroquí mantienen de forma estrecha a través de los transfronterizos, hombres y mujeres que de una u otra manera se entremezclan con nuestras vidas.
La Funeraria Al Qadr ha llevado a cabo el traslado del féretro en torno a las tres de esta tarde y ha colaborado en todo lo posible con los familiares del fallecido para aliviar al máximo el coste de este proceso sufragando buena parte de los gastos que conlleva la repatriación de un cuerpo. Al menos los que competen a la propia funeraria.
Abdelilah ha fallecido sin la posibilidad de regresar a su tierra, con los suyos. Su caso evidencia las restricciones de una frontera que lleva a que muchos marroquíes que venían a realizar pequeños trabajos en Ceuta no la pudieran cruzar más ante la obligatoriedad de disponer de un visado.
Para él no era opción volver a Marruecos salvo que cambiaran las condiciones de tránsito porque con su trabajo podía aportar bienestar a su esposa e hijos. Abdelilah no pudo acunar a su niña recién nacida, no pudo abrazarla, hizo el mayor sacrificio que un padre puede llevar a cabo.
Hoy sus familiares pueden al menos enterrarlo en su propia tierra. Una acción importante para cumplir con ese ciclo del duelo por el que todos tendremos que pasar.
Ceuta es tierra de paso para muchas personas. Aquí, en los cementerios de Sidi Embarek y Santa Catalina han sido enterrados inmigrantes que fallecieron en nuestras costas y transfronterizos que quedaron atrapados cuando Tarajal estuvo clausurado.
En otras situaciones se ha podido llevar a cabo el traslado del cuerpo a su país, un trámite que conllevaba su documentación y que es importantísimo cuando se trata de dar apoyo a las familias, de darles calor, de conseguir que al menos puedan físicamente despedirse de quienes ya no están en este mundo.
La frontera separa dos lados pero rompe también historias y familias. Abdelilah se quedó en Ceuta para sacar adelante a los suyos. Como él hay otros trabajadores que siguen buscándose la vida de manera honrada para poder atender a quienes en Marruecos no encuentran una alternativa económica desde la desaparición de aquellos oficios que nacieron al calor del paso fronterizo.
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