No es bueno estar triste pero a veces es necesario. No sé por qué tiene uno el alma encogida y los ojos cerrados, cualquiera que sea la hora del día e incluso si se está solo o acompañado, Es muy fuerte la acción de la tristeza y la mente funciona dentro de una gran oscuridad hasta que se abre una estrecha rendija por la que va entrando algo de luz en forma de pensamiento difuso que, poco a poco, se va expandiendo y acusando una mayor firmeza, pasando a ser una obsesión que domina a la mente y la hace ir destapando capas para llegar al fondo de esa cuestión que ha estado adormecida durante tanto tiempo y que ahora quiere ocupar un lugar de dominio absoluto sobre el pensamiento y lo entristece porque, generalmente, no se trata de algo festivo o amable.
Ese dominio de la tristeza en el ánimo, más o menos duradero, es a veces necesario porque necesitamos una cierta cura de sensatez para nuestra forma de actuar. Es, a veces, un grito interior que nos desgarra el alma y que echa por tierra algún que otro palacio bellísimo en el que habíamos alojado nuestro pensamiento y hasta nuestra forma de actuar. Necesitamos esas llamadas al orden que tanta tristeza nos causan en el ánimo para que podamos actuar como seres normales que viven justamente la realidad de la vida propia dentro de una sociedad que necesita de mentes claras y no dominadas por fantasías o por realidades basadas en falsedades. Esa tristeza que nos domina en alguna ocasión es la respuesta a esa llamada interior que, a veces, es un grito desgarrador.
Estar triste, a veces, es el pago de algún error, de un falso comportamiento, de unas palabras que no eran verdad y que, por ello, conducían al error no sólo a uno mismo sino a mucha otra gente a las que se hizo llegar como bueno lo que no lo era y, además, eran una siembra cuyos frutos necesariamente serían dañinos. ¡Qué bueno y necesario es sentir la tristeza de la mentira! Toda persona necesita paz en su vida y en la sociedad en la que vive. Es la única forma de poder vivir con alegría y disfrutar de cuanta belleza natural nos rodea. Alguna persona me contaba, con verdadero gozo, que había pasado bastante tiempo en un mirador de una montaña desde el que se divisaban claramente las particularidades del terreno que desde ese mirador divisaba.
A veces se está triste, es cierto, y se pasa mal, pero hay que agradecer esa llamada que llega a nuestro ánimo y corregir de inmediato lo que nos aflige; nos sentiremos otras personas más libres y más seguras de nuestra labor - la que sea - en beneficio de los demás, pues debemos pensar en que cualquier cosa que se lleve a cabo redunda en los demás y, naturalmente, nos sentimos mal si nos damos cuenta de que les hacemos daño que, a veces, puede ser muy grave. Nuestra tristeza no tiene por qué ser un estado de ánimo permanente; en nosotros mismos está la posibilidad de desterrarla si somos sinceros y nos damos cuenta del mal que hemos venido haciendo. Merece la pena reconocer la causa de esa tristeza y eliminarla. Medios hay más que sobrados para ello. .
Nuestro país está acosado, en estos tiempos, por la tristeza que hemos sido nosotros, en general, la que la hemos motivado con nuestra actuación. No es justo actuar así y hay que enmendar nuestra forma de actuar, especialmente con mayor sinceridad y claridad. Cada vez que se hace una declaración pública hay que ser enormemente sincero y explicar cada detalle con la máxima claridad y respeto hacia todas y cada una de las personas que habrán de oírlas. Es natural que haya personas con tristeza por su actuación, pero a ellas corresponde convertir esa tristeza en alegría. No deben dejar de hacerlo sin esperar más tiempo.