Cuando Jose Carlos García Gómez, prestigioso biólogo marino que ejerce su cátedra en el departamento de biología de la Universidad de Sevilla, explica el proyecto que a punto está de cristalizar en nuestra ciudad, a veces se concede un repiro, desvía la mirada, como si no pudiera dejar de preservar, si quiera por un instante, el mar y el código interno que lo rige. –Natural de la Línea de la Concepción, Cádiz, residente en Sevilla, reconocido en el extreanjero pero, sin embargo, ésta entrevista se realiza en Ceuta, ¿qué le ha traído por estas tierras; cómo las olas que mecen la vida le han traído al Puerto caballa?
–En buena medida, me siento ceutí. Tanto a nivel profesional como a nivel afectivo, mi vínculo con Ceuta es muy sólido, tanto que en lo segundo, lo concerniente a la amistad y el aprecio, la relación es inquebrantable pues aquí tengo algunos de mis mejores amigos.
–¿No se referirá a alguna especie protegida?
–(Ríe). No, me refiero a persnas espléndidas, como el doctor José Manuel Ávila, con quien además me une la pasión por el mar, personas que conocí la primera vez que vine a Ceuta, por motivos laborales.
–¿Cuando fue eso, Profesor? –Año 1986; ciertamente, rememorando aquel viaje, tengo la impresión de haber entrado como un elefante en una cacharrería, y no precisamente por torpeza o brusquedad sino por todo lo contrario por acometer una revolución para mejorar este litoral, muy necesitado entonces de ser observado, con dedicación, estudio e inteligencia y de ser tratado en consecuencia. En aquella ocasión, vine acompañado de una comisión integrada por científicos de universidades de Paris, entonces a la vanguardia de estudios marinos, para valorar la posibilidad de crear la Primera Compañía Internacional de Biología Marina en el Estrecho, que finalmente se realizó en Ceuta tras sopesar también las costas de Tarifa, de Algeciras o de la Línea.
–¿Qué Ceuta se encontró entonces, señor García Gómez?
–Sobre la ciudad, sus monumentos, sus calles o sus encantos, se erigió la cooperación que, desde el primer momento, demostró el Club Náutico CAS, de la mano de su entonces presidente Antonio Cruces.
–¿Se estaba fraguando el proyecto que ahora está a punto de ver la luz?
–Efectivamente; aquella primera actuación laboral en Ceuta fue el germen de los estudios que haremos en esta nueva etapa.
–Cuénteme, es decir, informe a los lectores de ‘El Faro’ de qué va el asunto.
–Con mucho gusto. Estamos a punto de inaugurar la Primera Estación de Biología Marina del Estrecho –Ceuta–, que tiene previsto desarrollar líneas de investigación en el campo de la biología acerca de las especies marinas protegidas que nacen y se desarrollan en el hábitat de las aguas del litoral ceutí.
–¿De qué especies protegidas estamos hablando, Profesor?
–Especialmente de la lapa ferrugínea, ‘Patella ferrugínea’, en su denominación original en latín. Se trata de una especie, común en Ceuta, muy expuesta a los peligros que acechan en el mar, de ahí que una de las principales actuaciones de trabajo se orienten a conseguir poner en pie diques de abrigos efectivos, que son mecanismos que posibilitan que la lapa nazca y se reproduzca de manera natural, sin que nada evite que crezca y que por tanto adopte un tamaño grande, muy recomendable para su propia calidad y la posterior propagación de la especie.
–Deduzco entonces que hay que conseguir que las lapas crezcan, sobre todo si son hembras.
–Hay que luchar para que todas las lapas crezcan, sin distinción, porque no es posible, ya que las lapas son hermafroditas. Expliquémoslo: la lapa ferrugino es una especie hermafrodita proterándrica que, al inicio de su fase adulta, es macho pero a medida que va creciendo se convierte en hembra. El gran tamaño es algo esencial a considerar en las microrreservas marinas artificiales.
–Profesor, ¿cuando se considera que una lapa es grande y de qué porcentaje de reproducción hablamos?
–Un ejemplar de 8 cm de diámetro –los de mayor tamaño alcanzan 10 cm– tiene en torno a 10 veces más gametos que uno de 6 cm, esto es, un ejemplar de 8 cm exhibiría una eficacia reproductora, en términos de expulsión de gametos al medio, equivalente a unos 10 ejemplares de 6 cm; así que una figura de protección como la propuesta, los antes mencionados diques de abrigo, posibilitaría con el tiempo la existencia progresiva de ejemplares de gran tamaño, escasos en la naturaleza, lo que tendría importantes implicaciones conservacionistas al incrementarse los sucesos de fecundación externa y, por tanto, de gestación de un mayor número de larvas.
–¿Son las lapas una especie exclusiva del litoral ceutí?
–La exclusividad hay que buscarlar –y encontrarla– en las propias aguas. Tenemos que tener muy en cuenta que el Estrecho es una zona de confluencia de choque de tres regiones: de la mauritánica, de la mediterránea y de la lusitánica, lo que le hace ser, en efecto, un hábitat con sus propias características.
–Estaba pensando, Profesor, que toda investigación, además de la imprescindible sabiduría humana, precisa de un soporte potente: excelentes materiales y un presupuesto económico muy elevado.
–No hay éxito científico sin materiales sofisticados, que, por supuesto, son muy costosos. Por ejemplo, si se quiere tener la certeza de la disposición espacial de las dentículas de ciertas especies de moluscos, de pequeños tamaños, el microscopio electrónico de barrido, un instrumento muy costoso, es de gran ayuda, así como los posteriores montajes, que deberán realizarse en ‘sputterings’ metálicos con baño de oro, por lo que queda claro que el manejo de este tipo de aparatos y el montaje de las preparaciones tiene una gran complejidad y un elevado coste.
–¿Anda la ciudad como para realizar un gasto, muy justificado, pero muy elevado en los tiempos de crisis que nos azota con fiereza?
–Ni yo soy pretencioso ni mi proyecto lo es desde el punto de vista de la ostentación que se exceda del trabajo meramente científico. ¿Para qué tener un edificio fastuoso, que se vea a kilómetros de distancia, si luego dentro de él no se trabaja con seriedad? El proyecto de la Primera Estación Marina del Estrecho se llevará a cabo en un pequeño edificio pero muy eficiente para llevar a cabo los estudios: tenemos que sacar el máximo rendimiento en el espacio que tengamos. La filosofía es conseguir que fructifique un proyecto humilde en lo espacial, que no en lo especial.
–Pero más allá del edificio, están esos microscopios de los que usted hablaba antes...
–El proyecto descansa en cuatro pilares fundamentales: la Universidad de Sevilla, la Asamblea de Ceuta, la Autoridad Portuaria y Cepsa. Entre todos, hemos conseguido hilar fino y constituir una base de trabajo muy ilusionante, pensada para funcionar en una época de crisis, aspecto que valoró mucho el presidente Juan Vivas. Respecto al material de trabajo, tendremos los mejores, gracias al aporte que hace la Universidad de Sevilla, donde ejerzo mi cátedra. Además de tener acceso informático, mi equipo contará con becarios de formación personal de investigación, pertenecientes a las Becas del Plan Propio de la US.
–Desde aquel lejano 1986, han transcurrido veinticinco años, y me consta que usted ha continuado trabajando para mejorar el entorno marino que nos rodea, pero Profesor, ¿cómo se explica que usted camine por las calles de Ceuta y poca gente le reconozca y le pare para agradecerle tanto estudio y sin embargo recoja premios tan prestigiosos como el que recibió el mes pasado en Venecia, una distinción que, en su día, la recibió Jacques Costeau ?
–Mire, soy un trabajador que ama lo que hace, pero que nunca ha buscado salir en la foto, buscar la propaganda fácil, lo que ocurre que, con este proyecto, creo que mejoraremos mucho la vida de los ceutíes, de ahí que crea que es imprescindible publicitarlo.
–¿Estamos con usted a salvo de, por ejemplo una desgracia como la del ‘Prestige’?
–El litoral ceutí es altamente sensible, más aún por el gran tráfico de barcos que soporta a diario, de ahí que la vigilancia para que no ocurra nada perjudicial tiene que ser extrema.