Ha contribuido al estudio de cuestiones tan curiosas como el riesgo geológico en Ceuta, el contenido de polen de la atmósfera ceutí o el legado musical de la Catedral de Ceuta. Unas 150 publicaciones, más de 80 ayudas a la investigación y una veintena de becas de doctorado le avalan. Pero, sobre todo, el Instituto de Estudios Ceutíes recibe hoy la Medalla de la Autonomía por continuar siendo, tras cuatro décadas, una fuente inagotable de conocimiento. Su director, Simón Chamorro, explica qué significa el galardón para la institución de investigación más importante de la ciudad.
–¿Qué supone esta Medalla de la Autonomía para el IEC?
–El reconocimiento a la labor de una institución que lleva funcionando mucho tiempo y en la que la actividad que realizan todos sus miembros es totalmente altruista. En el IEC nadie cobra ni un centavo de euro. Aparte, aunque no trabajemos para que nos lo reconozcan, a nadie le amarga un dulce tal y como dice el refrán.
–Un reconocimiento no solo a quienes están ahora, sino a quienes estuvieron tiempo atrás también.
–Exactamente. Cabe mencionar en especial a los fundadores, que fueron 28 personas que, allá por el año 69 unieron esfuerzos para generar un instituto de investigación local, que ya existía en muchas otras ciudades del país como Madrid, Barcelona, Málaga, Valencia, Sevilla... Vieron que Ceuta tenía esa necesidad porque aunque es pequeña cuenta con una historia muy grande, un medio natural muy peculiar, una sociología importante... Es decir, no faltaban cosas que estudiar. Siempre hay material de primera mano.
–¿Cómo conoció la noticia del galardón?
–En el jurado estaba un miembro del IEC, el vicedirector Álvaro Velasco que evidentemente no votó, así que fue a través de él cuando me llegó la noticia hace más de dos meses.
–¿Qué cree que aporta el instituto a su ciudad?
–Fundamentalmente conocimiento pasado por un tamiz científico y objetivo que, para una ciudad, es muy importante. Sin ese conocimiento es muy difícil planificar. El IEC también produce para la ciudad una serie de actividades culturales que son muy conocidas y buena parte de la gente las espera. Hablo de las Jornadas de Historia, de las de Medio Natural, de las de Arquitectura... En tercer lugar, otro de los puntos fuertes del IEC son las ayudas que genera desde hace años para ayudar a los investigadores. Poder colaborar con quienes están interesados en trabajar algún aspecto de nuestra ciudad y que necesitan un patrocinio ya que la investigación no es gratuita, pues se viaja para consultar, se generan gastos, etcétera.
–¿Considera que el IEC y su actividad son conocidos por la ciudadanía?
–No hemos hecho ninguna encuesta (ríe), pero creo que sí. Depende, imagino, también del estatus social de las personas. Quien tiene que conocer a la institución, la conoce. No sé si la aprecia o no pero, al menos, la conoce. Es ya mucho tiempo el que llevamos trabajando.
–¿Se encuentra el IEC, en sus últimos años, en el mejor momento? Generan, como bien recordaba antes, mucha actividad cultural en la ciudad...
–Quizás, y es que hay que recordar los inicios para comprender cómo empezó todo pues desde el 69 al 75 el Instituto de Estudios Ceutíes estuvo funcionando de una manera un tanto precaria porque no teníamos ni sede. De hecho, la sede real era el despacho que tenía en el ayuntamiento el cronista oficial que en ese momento era García Cossío. En sus armarios guardaba él los documentos del instituto. Después, con el cambio de régimen, hubo un gran parón de doce años.
–¿Por qué?
–Porque la Ciudad no se ponía de acuerdo sobre cuál era la figura de esta institución. Querían que siguiese pero eran a veces reticentes a trabajar con los hombres heredados del instituto porque sospechaban que eran de derechas. Algo absurdo porque el investigador, al margen de su mentalidad, investiga. Además, entre estos 28 fundadores había de todo, algunos de derechas y otros muy de izquierdas. Entonces, cuando se percataron de que no había ‘gato encerrado’ consideraron que la figura que convenía al instituto era la de patronato porque es una estructura dentro del organismo de la Ciudad, no es algo externo. Por eso su presupuesto debe de reflejarse en los de la Ciudad y eso le genera cierta estabilidad. Así, en el 88 se abrió una nueva etapa bajo la batuta de Juan Bravo. Anteriormente lo habían dirigido Sotelo Azorín, que luego fue alcalde, quien le pasó la antorcha a Antonio Bernal.
–Todo personas muy admiradas en la ciudad, sin duda.
–Sí. Luego cuando Juan Bravo se cansó cogió las riendas Antonio Aróstegui, pero duró poco porque no residía continuamente en Ceuta, sino que vivía a caballo con Granada y era un poco lío. Tras él fue director Carlos Posac, de una forma un poco interina porque era bastante mayor. Es una figura emblemática del instituto al que vamos a tener en la recogida del premio, le hemos traído para el acto porque considerábamos que él tiene que estar. Y, por último, tomé yo el relevo a finales de los noventa.
–Actualmente, ¿cuántos miembros componen el IEC?
–Somos 99, de los cuales 50 son miembros numerarios, es decir, lo que tenemos residencia en Ceuta mientras que el resto son denominados miembros correspondientes porque viven en otros lugares. Hablo de sitios como Algeciras, Granada, Málaga... pero también trascendemos las fronteras del país y tenemos miembros en París, en Sicilia, en Lisboa, en Casablanca... Es decir, las ramificaciones del Instituto de Estudios Ceutíes llegan a muchos sitios.
–Aparte, uno de los rasgos del IEC es su impronta multidisciplinar, ¿verdad?
–Sí, es cierto que en su origen el instituto se centró en la investigación histórica porque de los 28 fundadores la mayoría eran historiadores. Con el tiempo, aunque la historia de Ceuta es muy interesante, eso ha ido cambiando porque hay muchas otras cosas interesantes que estudiar aquí. Por eso poco a poco hemos ido incorporando nuevos miembros con nuevas especialidades. Para que funcionase se han creado cuatro secciones. La de Historia de Arqueología, la de Medio Natural, la de Ciencias Sociales y una cuarta sección que funciona como baúl para agrupar a disciplinas como la Arquitectura, la Literatura, la Fotografía, la Pintura... Luego, cada sección tiene un decano que es responsable de la misma. Así hemos conseguido diversificar los campos objeto de estudio.
–De cara al futuro, ¿cuáles son los planes?
–Tal y como se presenta la situación económica, con la crisis, esta supone un parón para una posible expansión que, en cualquier caso, tampoco podría ser demasiada ya que ‘el que mucho abarca poco aprieta’. Pero sí que quizás tendremos que reducir un poco los días de jornadas o el número de becas que se concedan, por desgracia. La realidad económica es la que es y no podemos echarle la culpa a nadie.
Una idea que surgió en 1926
pRINCIPALES MOMENTOS. La idea inicial de configurar una institución dedicada a la investigación de la ciudad se encuentra en 1926 en el reglamento del Centro de Hijos de Ceuta, aunque no se haría realidad hasta 1969. Fue entonces se creó y, tal y como figura en sus estatutos, se tomó un ceitil como logotipo. Entre los principales hitos del IEC, que ha encontrado su máxima expresión en las últimas dos décadas, destaca la participación en la Expo de Lisboa de 1998 con dos obras editadas en portugués, el primer gran éxito editorial del Instituto de Estudios Ceutíes. Ese mismo año se publicó Coral del Sur, una antología poética de Luis López Anglada que apareció en las críticas de la prensa nacional. Estos hechos abrieron la etapa más brillante de la institución. Y es que, además, desde 1999 el IEC mantiene un sistema de becas de investigación y otro de ayudas a sus componentes, así como una convocatoria anual de becas de doctorado. Desde el año 2000 concede como máxima distinción su Ceitil de Oro y, en el año 2004, ya recibió el Premio de las Artes y la Cultura.