El ceutí Luis De la Corte Ibáñez cuenta su experiencia en su viaje de investigación a Pakistán en una entrevista con ‘El Faro’. Una travesía por la que pudo conocer mejor la organización de los talibán y Al Qaida.
Pakistán se sitúa en el epicentro informativo cuando de hablar de terrorismo se trata. Un país que se ha convertido en el principal exportador e importador de la actividad yihadista es una visita obligada para aquellos que se pasan la vida investigando para dar sus mejores frutos en un libro, interesantes informes o en artículos de prensa. Es el caso del ceutí Luis De la Corte Ibáñez, experto en terrorismo y una fuente consultada por muchos periodistas a la hora de explicar los orígenes del yihadismo. En una entrevista con ‘El Faro’, De la Corte Ibáñez repasa su viaje a Pakistán, un país que, dice, conocerlo despeja muchas dudas sobre la actual situación.
-¿Cómo resumiría su experiencia en Pakistán?
-Fue un viaje interesantísimo e intenso por el gran número de lugares e instituciones visitadas, de personas entrevistadas y por la situación de suma gravedad a la que entonces estaba sometido el país. Llegamos allí a finales de noviembre, al ir cerrándose un año marcado por dos ofensivas militares de gran envergadura contra los insurgentes yihadistas de Pakistán, los llamados talibán pakistaníes. La primera realizada en abril en el Valle de Swat, en la provincia de la Frontera Noroeste, y la segunda iniciada en verano y prolongada durante el resto del año, en Waziristán del Sur, uno de los distritos de las terriblemente famosas áreas tribales de Pakistán, dominadas por los talibán, que ofrecen refugio a Al Qaida y otros grupos terroristas afines. Desde octubre el conjunto del país estaba sometido a una fuerte presión a base de atentados terroristas que se sucedían casi a diario y las grandes ciudades parecían en algunas partes auténticas zonas de guerra, debido a las fuertes medidas de seguridad establecidas. Esta es la situación que nos encontramos al llegar. Por otro lado, tuvimos la oportunidad de discutir sobre estos asuntos con representantes políticos, periodistas, académicos, militares e incluso con el ISI, el poderosísimo servicio de inteligencia del ejército de Pakistán.
-¿Qué ambiente se respira allí dos años después de los atentados de Bombay?
-Los atentados de Bombay constituye un tema espinoso para las autoridades pakistaníes, lo cual es comprensible dada la implicación en ellos de Lashkar e Taiba, un grupo radical de inspiración nacionalista y yihadista, originario de la zona del Punjab, anteriormente bien relacionado con los servicios de inteligencia pakistaníes, los cuales apoyaban su implicación en acciones terroristas contra intereses indios. La obsesión institucional y popular respecto a India, a la que se contempla como una amenaza casi existencial para Pakistán, sigue vigente después de medio siglo desde que se produjo la independencia.
-¿Cómo es la labor que realizan los enviados especiales?
-Por lo que pude averiguar conversando con algunos de ellos se trata de una labor ardua y complicada debido a las restricciones que las autoridades pakistaníes establecen a la hora de moverse a lo largo del país. Nosotros intentamos acercarnos al Valle de Swat o las zonas tribales pero el ejército prohíbe tales incursiones.
-En su estudio dice que Pakistán es el primer país importador y exportador de terrorismo, ¿a qué se debe?
-Las razones son históricas, culturales y políticas. Pakistán o sus territorios limítrofes con Afganistán, dominadas por la etnia pastún y con arraigo de tribus locales, tienen una larga historia de apoyo al radicalismo islamista sunní. Durante la guerra de Afganistán contra la Unión Soviética, iniciada en 1979, aquella región del mundo se convirtió en santuario que recibía voluntarios yihadistas que querían apoyar a los afganos en su lucha. Muchos de aquellos extranjeros estaban perseguidos por terrorismo en sus países de origen (por ejemplo, en Egipto, en Arabia Saudí, en Argelia). Otros eran ideólogos del yihadismo salafista. En Peshawar, capital de la Provincia de la Frontera Noroeste Abdullah Azzam, un carismático líder radical, estableció la llamada ‘Oficina de Servicios’: servía para captar extremistas de todo el mundo y ponerlos en situación de incorporarse a la guerra contra los soviéticos.
Azzam imbuía a sus voluntarios de una cierta interpretación de aquella guerra que la presentaba como el primer paso para devolver al Islam a un nuevo periodo de esplendor a base de vengar y reparar todos los agravios sufridos por los musulmanes en el mundo. Azzam había sido maestro de Osama Bin Laden en Arabia Saudí y ambos se reencontraron en Pakistán. Bin Laden puso la fortuna heredada de su padre y sus múltiples contactos al servicio del proyecto de Azzam y cuando éste murió asesinado en extrañas circunstancias Osama tomó su lugar para crear el embrión de lo que luego fuera Al Qaida. Aunque Bin Laden abandonó Pakistán tras la salida de los soviéticos de Afganistán, su influencia en las áreas tribales permaneció hasta hoy. Todos aquellos movimientos violentos inspirados por el salafismo radical fueron tolerados por mucho tiempo por las autoridades pakistaníes (durante mucho tiempo se cuidaban muy mucho de atentar dentro de Pakistán contra intereses pakistaníes). Por otro lado, las áreas tribales nunca gozaron de una auténtica presencia institucional (y este problema perdura hoy), de modo que abrían la posibilidad de que los extremistas se refugiaran en ellas sin demasiadas complicaciones, como han hecho hasta hoy.
-¿Cómo ha cambiado la actividad yihadista en Pakistán antes y después del 11-S?
-Poco a poco, tras el 11-S el yihadismo autóctono pakistaní comenzó a ser un problema para el país. Surgieron los talibán pakistaníes, empeñados en imponer su versión de la sharia (Ley islámica) a sangre y fuego en las áreas tribales, alimentando asimismo un proyecto de avance hacia otras zonas del país. Así se llegó a la situación de los primeros meses de 2009 en la que un grupo afín a los talibán habían logrado avanzar posiciones hasta sólo 100 kilómetros de distancia de Islamabad, la capital del país. De otro lado, los talibán afganos y Al Qaida han aprovechado Pakistán para sus actividades en Afganistán y numerosos grupos yihadistas han regentado campos de entrenamiento para terroristas que luego pudieran cometer atentados en otras partes del mundo: en India, en Europa, en Estados Unidos y en España, donde en enero de 2008 se frustró un plan para atentar en el metro de Barcelona, con participación de individuos provenientes de Pakistán.
-¿Logrará Pakistán erradicar la violencia yihadista? ¿Qué es necesario para conseguirlo?
-A corto plazo parece imposible erradicar esa violencia de forma plena. Partes de las áreas tribales siguen estando aisladas. El ejército no entra en ellas. Es el caso de Waziristán del Norte, donde la presencia de Al Qaida es más evidente y extensa. El conflicto en Afganistán también ayuda a alimentar esa violencia y las tensiones con India. Además, existe violencia nacionalista, menos comentada en prensa, orientada a independizar la región de Baluchistan, que limita con Irán. Existe también una violencia sectaria promovida por radicales suníes contra chiíes, existen disputas puramente tribales. Y extensas redes de crimen organizado que se benefician de toda esa violencia.
-¿Piensa que Bin Laden se esconde en Pakistán?
-No hay muchas más opciones. En efecto, la mayoría de los analistas así lo creen.
-¿Qué dicen los pakistaníes al respecto?
-Dicen que podrían saber pero que no lo saben. Cabe poner en duda esta negativa. Reconocer su ubicación (que por otro lado debe ser itinerante) les crearía un gran problema diplomático.
-¿Conseguirá EEUU detenerlo?
-No creo que se deje atrapar vivo, preferiría morir como un ‘mártir’. Otra cosa es que muriese por fuego de alguno de los aviones no tripulados de la CIA que casi a diario atacan sobre las montañas de Waziristán del Norte.
Investigador de distintos casos
ceuta, 1970 Luis De la Corte Ibáñez nació en la ciudad autónoma. Es especialista en terrorismo y crimen organizado, colaborador de los ministerios de Defensa e Interior, profesor de la Autónoma, miembro de la Directiva del Instituto de Ciencias Forenses y de la Seguridad de la UAM, y del Instituto de Estudios Ceutíes.
Son numerosos los estudios que ha realizado, en especial para el Real Instituto Elcano. Tras su viaje a Pakistán, elaboró un informe titulado ‘Pakistán ante la amenaza yihadista: evolución y alcance de la respuesta estatal’. En el mismo, disponible en la página web www.realinstitutoelcano.org, hace un detallado repaso por el viaje.
Además, ha publicado libros como ‘La lógica del terrorismo’ o ‘La yihad terrorista’. De la Corte Ibáñez vuelve a la ciudad autónoma cada año en vacaciones.