A los que enarbolan una bandera

A aquéllos que creen que levantando una bandera ya están salvados… A todos los pueblos les llega un momento en que tienen que decidir su destino en la historia...

A todos los pueblos les llega un momento en que tienen que decidir su destino en la historia...Y a ellos, y sólo a ellos, les corresponde la responsabilidad de seguir unidos a nosotros o de elegir un camino diferente.
Y puede ser ahora, o dentro de 50, 100, o 200 años..., pero a los pueblos, ya maduros, no se les puede obligar con medios coercitivos a que permanezcan unidos cuando ya no lo desean, pues si así no lo fuera, sería cuestión de tiempo.
Sin embargo, no hay que estar dramatizando continuamente esta situación, ni criticar de manera inmisericorde al pueblo catalán... Hay que dejarles que reflexionen, sin agobios, sin presiones, y seguramente les llegará la cordura de que es mejor permanecer en esta unión: llámese autonómica, federal, o como se quiera llamar.
Un país en el que caben todas las banderas, y todos nosotros, los que hablamos el castellano y otras lenguas... Pues no con que se muestre a todo trapo la bandera roja y gualda, los catalanes van a ser más españoles... Los catalanes se sentirán más españoles, si se sienten respetados, en sus costumbres, en sus tradiciones, en su lengua, y en su forma característica de sentir la misma vida.
Mis queridos lectores, yo  amo a España, amo a mi país, pero aquellos  que se enrollan con el trapo de la bandera, deberían de saber, que en España hay cerca de 5.000.000 millones de parados: que muchas, bastantes, incontables gentes no llegan  a final de mes; que nuestros hijos se tienen que ir a otros países a buscar trabajo. Que personalmente hemos llevado pescado a los comedores sociales para que los menesterosos puedan comer. Que a la gente se la echa a la calle inmisericorde, sin compasión, en una sociedad cristiana, por estar en paro y no poder pagar la hipoteca.
Y lo que más me duele, he visto a muchachas, jóvenes españolas, recorriendo las calles de Londres, arriba y abajo, postulándose para un trabajo, yo diría mendigando un trabajo... Jóvenes españoles de todos los rincones de España;  jóvenes preparados y con sus títulos en la mano, después de años de estudio y esfuerzo. Jóvenes que no desean ser una carga para las familias y se marchan al reclamo de otros países, pongamos:
Inglaterra, Brasil, Alemania, Canadá, o Australia, etc., en busca de ese sueño inalcanzable de un trabajo... Un trabajo, fuera de su familia, fuera de su ciudad, de sus amigos, y de su patria… Un trabajo que no le ofrece su propio país,  a miles de jóvenes que pasan sus hermosas mañanas a las puertas de las oficinas del  “paro”…
Así, que menos patriotismo de envolvernos en banderas, pues cada uno tiene la suya, y exigir a nuestros gobiernos -el que sea-, que vuelvan los jóvenes -lo mejor y el futuro de nuestra sociedad- a nuestro país; y que no se les arroje como parias, fuera de España, fuera del país que los vio nacer y, qué con la Constitución en la mano, tienen el derecho a que se les proteja... Y entonces, sólo entonces, me sentiré orgulloso de ser español y de enarbolar una bandera, la bandera de la solidaridad y de la compasión entre los españoles.
Y me duele España -como le dolía a la “generación del 98” *-;  y me duele la corrupción generalizada y terrible que un día sí y otro también aparece por cualquier rincón del país. Y hablan los líderes políticos de “regeneración democrática” de limpiar la corrupción caiga quién caiga; y, sin embargo, son ellos, precisamente, quienes han propiciado la corrupción. Más les valdría que dimitieran si sintieran algo de dignidad, y dejaran a los más jóvenes que refundaron otros partidos libres de cargos  y corrupción.
Y no puedo dejar de sentir vergüenza de que algunos hablen de manera obsesiva   de que “España” se parte y se rompe; y, sin embargo se llevan el dinero a “manos llenas”, sin que reflexionen ni un solo momento, que con cada robo hay un hospital menos, una carretera menos, un desahucio más, y un hombre y mujer más que se apuntan a los millones de parados de las listas interminable del paro.
Y no puedo entender que se hable continuamente de los valores de la patria, cuando la patria tristemente, se compra y continuamente se pone en venta por filibusteros que recortan y reparten sueldos de miserias, mientras que el fuerzo y el trabajo de los españoles se evaden a buen recaudo a los bancos suizos y a los paraísos fiscales…
Y, os prometo, que no me harán callar, seguiré escribiendo sobre estas cosas, hasta que vuelvan los jóvenes españoles a su tierra, a la tierras de España… Hasta que se vayan al ¡carajo! y definitivamente los corruptos de galopan a lo ancho de nuestras tierras. Hasta que renazca España -¡oh, patria mía!- renazca como el Ave Fenix de sus cenizas.
¡Oh, sí, tierras de España…! Sí, tierras de España, como cantará Antonio Machado y León Felipe, dos poetas muertos en el exilio, y que murieron en la tristeza de que jamás pudieron volver a columbrar los pueblos donde nacieron.
¡Ay, pueblos y gentes de España, Dios te libre de aquella España insolidaria y fanática, cegada por la ambición del dinero fácil y las banderas partidarias…!
(*) Generación del 98: Ángel Ganivet, Ramiro de Maeztu, Miguel de Unamuno, “Azorin”, Pio Baroja, Antonio Machado, Ramón María del Valle-Inclán, y el filólogo Ramón Menéndez Pidal. Que distinguieron entre una España real miserable y otra España oficial falsa y aparente. Su preocupación por la identidad de lo español está en el origen del llamado debate sobre el Ser de España, que continuó aún en las siguientes generaciones.