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A las puertas de la Feria

Slerán los años, la comodidad o la mera protección de mis oídos ante el infernal ruido, lo cierto es que cada vez siento menos ilusión por la feria. Me bastan dos noches. Una para recorrer y curiosear todo el recinto, y una segunda para pasar un rato en un par de casetas amigas. Y se acabó. Tampoco echo de menos cubrir la retransmisión de la misma como hice durante tantos años, menos aún cuando las emisoras de radio locales abandonaron ya su presencia en el Real, rendidas, quizá, ante la todopoderosa televisión.
Sigo pensando que nuestra feria ha perdido parte de su elegancia y señorío de antaño, partiendo ya de su propio arranque. Pasan los años y seguimos sin el acto del pregón que antecedía a la coronación de las reinas en el mismo recinto, con la culminación, si se quiere, de alguna actuación y el broche final de la inauguración oficial del alumbrado y del inicio de los festejos, al término del solemne acto.
Una tradición de toda la vida que, inexplicablemente, sigue perdida. Se me dirá que este año ya tuvimos pregón, el que brillantemente dirigió a la Patrona, en su santuario, el padre Alejandro Sevilla. Es de alabar la iniciativa y como devoto de mi Virgen de África, la aplaudo. Pero el hueco del otro pregón, el profano, el popular, el que pueda llegar a la inmensa mayoría de los ceutíes, ese sigue siendo la asignatura pendiente.
Un acierto el recorte de los días de feria. Curiosamente es lo mismo que medio siglo atrás, en tiempos de vacas flacas igualmente, decidió hacer el concejal de Festejos de la época, Claudio Romero, reduciéndola también a cinco días. Entonces, como ahora, los feriantes le plantaron cara al edil, exigiéndole los nueve días de siempre, so pena de no venir. La solución pasó por que pudieran poner sus atracciones en marcha quienes así lo desearan, tres días antes de la inauguración, cada cual con su propio alumbrado.
Aquella era una feria de grandes y señoriales casetas de mampostería, muy distintas en su concepción y funcionamiento de las actuales. Los nuevos aires renovadores que trajo la de la Gran Vía dieron un vuelco al patrón que hasta entonces se había seguido y que, aún hoy en cierto modo, persiste con ese ambiente genuinamente andaluz que se respira en muchas de ellas. Las penitenciales mantienen su especial encanto. El Encuentro, la Amargura, Los Varales, Los Remedios, el Vera Cruz, La Trabajadera y El Resucitado ponen la tradición ceutí a pie del ferial, de forma que si desaparecieran en un determinado momento, su hueco sería muy difícil de cubrir en el lúdico recinto de la Marina.
Es lo que este año sucederá con La Castañuela, una caseta que se distinguió siempre por su señorío, decoración, ambiente y buen gusto. Curioseando el montaje de la feria, me cruzo con Paco Cárceles quien, sorprendentemente me cuenta que, después de casi cuarenta años, en esta ocasión no estarán presentes en el Real por determinados problemas. Que La Castañuela, todo un ejemplo de la mejor tradición casetera ceutí, refrendada por infinidad de premios y reconocimientos de todo tipo, falte a su cita no es una buena noticia. Ojala retorne el próximo año, pero claro, previo paso por una siempre complicada lista de espera.
Ruidosa, me temo que como siempre, no digamos para los sufridos vecinos de La Marina y aledaños, y austera como pocas, la Feria 2012 ultima sus preparativos para recibir a propios y foráneos. Más sencilla y pequeña que las de antaño, lo suple con un atractivo recinto permanente y funcional, limpio como pocos, en pleno corazón de la ciudad y junto al mar. Emplazamiento e infraestructuras que ya quisieran para sí tantísimas ciudades.
Una feria por otra parte segura. Atrás quedaron los tiempos en los que los incidentes estaban al orden de cada noche, con anécdotas puntuales en ese sentido como sucedió con la de hace 25 años, cuando uno de los premios que daban determinadas tómbolas eran nada menos que armas blancas. Una pesadilla más con la que tenían que luchar las empresas de seguridad privadas venidas de la Península, que las más de las veces, como decía el concejal de gobernación de entonces, el recordado Manolo Gómez Berlanga, en vez de calmar los ánimos de los de siempre, terminaban soliviantándolos. Por cierto, ¿se acuerdan de los clásicos apagones feriales de aquella época?
Bienvenida sea la Feria 2012. Con sus artistas locales, calor y sabor puramente ceutí no le va a faltar. Y el que quiera artistas de relieve, como antaño, que los busque en otro sitio. El todo gratis a costa de los ayuntamientos pasó ya a la historia, me temo que para siempre.

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