Entre sábanas de hilo
los quejidos se estremecen
mientras en el aire se mecen
Prima y bordón entre suspiros.
Extinguiéndose la llama
como una vela enrizá,
la muerte ya lo reclama
con las palmas al compas.
En una esquina del tiempo
el bordón se fue tensando
y la prima en un lamento
por solea está llorando.
La guitarra, borracha en su pasión,
tiembla con tal sentimiento
que con perlas de lamentos
va engarzando su dolor.
. . . / . . .
El bordón mira a la prima
La prima mira al bordón
Y un suspiro en el silencio
A la garganta quebró.
Con un hilillo de voz
el poeta entre lamentos
dijo así con un adios:
-Te dejo, yo ya me voy,
cómo lo siento mi amor,
¿No ves que solo me queda
un hilillo de mi voz?.
Te he querido con locura,
te toqué con tanto esmero
que fui de ti tu atadura,
por eso tanto te quiero.
Nunca me podrás olvidar
y aunque al irme te haga daño
siempre me has de recordar
en el paso de los años.
. . . /. . .
Fuiste la ilusión de mi vida,
en mi camino el compás,
fuiste la luz de mis días
en ratos de soledad.
Tu nunca me reprochabas
si allá por la madrugada
yo te quería despertar
y en mis brazos desojaba
tus notas, hasta reventar.
Yo sé lo que tu sufrías
cuando con ira, partía
el hilo de tu bordón.
No llores guitarra mía
que sufre mi corazón.
Fuiste mis noches y mis días,
mi madre, la esposa mía,
la que calmó mi dolor.
Sabes que te idolatraba
eras mi fuerza y tesón
y cuando en mis brazos estabas
te entregaba el corazón.
Te sentías tan mujer,
aunque barnizada estabas,
fina eras, paloma alada,
entre mis brazos y mi ser.
Escucha, me voy, me alejo,
solo con mi soledad
pero un suspiro te dejo
por bulerías y tientos
y siempre has de recordar
que tus notas me llevaban
donde las almas aladas
viven siempre en libertad.