Categorías: Sociedad

A la calle con 12 hijos

Después de 36 años vendiendo fruta en Hadú, el Ayuntamiento echa el cierre al puesto de Ahmed por no tener licencia. ¿Por qué ahora?

Nació en el 49 “cuando no había frontera” y ya desde muy joven comenzó a trabajar en el antiguo mercado de Hadú al servicio de Paco Gallego, al que todos conocían como Paquirri. Al dejar el negocio, el propietario rentó el puesto a Ahmed Sghiyar que con lágrimas en los ojos aún no puede creerse que esté en la calle y la Administración haya echado el cierre y el precinto a su pequeño puesto en el corazón del mercado. “Hay muchos sin licencia, el problema es que él es un pobre miserable y a otros no se atreven a meterles mano”, dicen algunos de sus compañeros, que están dispuestos a recoger firmas y a ayudarle “para que al menos le dejen esta legislatura seguir vendiendo y no que de un día para otro le hagan esta faena”.
Aseguran que el encargado de la administración de los mercados de la Ciudad lleva ya varias legislaturas en el puesto y que “nadie se explica por qué ahora y no por ejemplo hace diez años, le desalojan y al mismo presidente de este mercado la responsable política le había dicho que le iban a permitir seguir un tiempo”.
Ahmed tiene 63 años y doce hijos. Se levanta cada día a las 5:00 de la mañana, como desde hace más de tres décadas, para ir andando hasta la frontera del Tarajal, desde su Castillejos natal, ciudad en la que sigue residiendo. “Allí cojo el autobús de la frontera y ya empiezo mi trabajo diario”. Si hay fuerte, cada semana consigue llevar a casa 40 o 50 euros. “Soy el único que trabaja, mis hijos no dejan de buscar pero no encuentran nada, allí la situación es más complicada y la más pequeña tiene 12 años y aún estudia”, dice entre lamentos pensando en lo que le va a deparar ahora la vida “porque no sé por donde empezar, qué hacer, no sé nada...”, explica pidiendo explicaciones al cielo. Desde que el responsable le dio un certificado sellado por el banco en el que dejaba el puesto para uso de Ahmed, él nunca ha faltado a su cita. Abría su persiana y comenzaba a atender a la clientela. Hasta ahora seguía pagando religiosamente a la hija del propietario 25 euros semanales por el puesto y le surtía de las frutas y verduras que necesitaba. Pero al final “la realidad es que se encuentra ejerciendo la actividad sin licencia municipal”, explican algunos de sus compañeros que creen injusto que se vaya “y que no se mida a todos por el mismo rasero porque hay muchos que venden de manera irregular no sólo dentro, sino fuera del mercado, que nos perjudican a todos pero con ellos la administración no se atreve”. Ahmed esperaba aún dentro de su puesto, cerrado, que alguien le pueda echar una mano. Es humilde, ha luchado para sacar a sus doce hijos adelante toda su vida y ahora se ve acorralado sin entender de leyes ni trámites. Sólo que su  puesto se ha cerrado y que su familia sigue ahí.

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