“A diario me ofrecen salir en televisión pero nunca aceptaré nada sin calidad”

El humorista linense llega a Ceuta para presentar esta noche, a las 21:00 horas en el Teatro del Revellín, ‘En esencia’, un trabajo en el que repasa sus 25 años de trayectoria Conviven en el interior de Ángel Garó, humorista oriundo de La Línea de la Concepción pero con raíces caballas, ciento y un personajes. Que si Pepe Itarburi, que si Juan de la Cosa, que si Maruja Jarrón. Un sinfín de egos que, sin embargo, se mueven por idénticos hilos, por la misma esencia. Es el sello de lo auténtico, un aroma que a buen seguro embriagará a los espectadores que llenarán hoy el Teatro del Revellín.
–¿Es verdad que Ceuta era una fecha señalada en rojo en su gira?
–Totalmente. La turné lleva meses por España, pasando por ciudades como Barcelona, Madrid o Bilbao con mucho éxito. Ahora toca Ceuta y, en efecto, éste es un lugar que me hace enorme ilusión porque mi madre nació en la calle La Legión y la bautizaron en Los Remedios.
–¿Hace tiempo que no visita la ciudad?
–Más del que quisiera. Pero me quedan los recuerdos de pasear por esas calles con cuestas, de comer pinchitos o de ir a saludar a la Patrona. Procuraré aprovechar al máximo el tiempo y ver el progreso que creo que evidencia la ciudad.
–Pero antes tiene que compartir con los ceutíes nada menos que 25 años de vida...
–Así es. Presento una obra escrita por mí, como todos mis trabajos teatrales, que tiene un fuerte calado biográfico porque doy un paseo por toda mi trayectoria profesional desde los comienzos, en mi niñez, hasta ahora. Repaso importantes pasajes de mi vida, numerosos recuerdos, mi paso por televisión, las intervenciones como doblador de películas, etcétera. Es un trabajo que mezcla tragedia con comedia, hay momentos para todas las emociones pero sobre todo para la risa y la complicidad con el espectador.
–Hace mucho que no se ve a Ángel Garó a través de la pequeña pantalla.
–Estoy un poco peleado con la tele. Ahora no hay artistas trabajando en televisión sino gente que cuenta su vida privada o que van a a tirarse desde un trampolín. El problema radica en que la gente consume la televisión actual. A mí me gustaría que se hiciera otro tipo de cosas. Se ha roto el mercado. Incluso en las series se percibe menos calidad. Cuando yo comencé, los productores de televisión abogaban por apostar por primeras figuras, luego estaban los actores secundarios, los figurantes, etcétera. Al artista le costaba llegar al primer puesto, después de un bagaje y de demostrar su valía. Ahora sacan a personajes que son de usar y tirar. La mayoría de programas se basan en asuntos del corazón, en escándalos. No rechazo la televisión como medio, pero lo cierto es que me ofrecen a diario intervenir en programas que ni acepto ni aceptaré por su nula calidad.
–Pero usted intervino en 'Mira quién baila', que no es el paradigma de la cultura desde luego.
–Participé en la primera edición y la idea inicial me pareció que se trataba de un programa limpio, donde se conseguía dinero para destinarlo a una oenegé, pero desde esa primera edición se pasó posteriormente a otras cosas peores y por eso me fui.
–¿No se marchó por la dictadura de las audiencias?
–No me he ido de la televisión nunca por no tener audiencia. Yo siempre he subido la audiencia de los programas en los que he intervenido pero ahora no se apuesta por asuntos de calidad o diferentes, como por ejemplo hacía Chicho, un gran maestro de la televisión, y por eso me aparté.
–Además de mucho bien, ¿pudieron también estigmatizarle y por ende perjudicarle los papeles que interpretaba en 'Un, dos, tres... responda otra vez'?
–No, porque los personajes que interpretaba y que me hicieron popular jamás los exploté, no he querido que mis papeles me devoraran. Es normal que se recuerden y estoy muy orgulloso de ellos. Eran personajes elegantes, no eran groseros, se ganaron el cariño del público sin herir a nadie. Pero yo aumenté el repertorio y la gente que me veía en los teatros lo comprobaban: yo no era solo diez minutos sino dos horas en cada función.
–¿Cuándo se le ocurrió cantar sevillanas como si fuera un japonés?
–Tiene su anécdota: viendo televisión descubrí un concurso de sevillanas, donde resultó ganadora una japonesa y esto me sirvió de inspiración. Al poco tiempo, salió un japonés torero. Fue como un 'boom'.
–¿Vienen Juan de la Cosa, Maruja Jarrón o Chikito Nakatone a Ceuta?
–Sí, estarán. Es un momento emotivo porque la gente lo recibe con cariño, como si se reencontraran con un familiar que hace tiempo que no lo ven. En un repaso de mis 25 años de trayectoria no podían faltar.
–¿Recuerda el primer día que se puso delante de un público?
–Me acuerdo y de hecho lo cuento en la obra. Fue con diez años en mi colegio de La Línea de la Concepción, donde nací, recitando un poema muy largo y divertido. Pero como mi profesor era valenciano tuve miedo al pensar que si no le gustaba me podía quemar...(Risas).
–A veces se asocia el humor andaluz con cierta dosis de zafiedad, ¿algo que decir al respecto?
–A las pruebas me remito de que yo no soy así. Siempre he intentado cuidar en no caer en la zafiedad. De hecho, hacía una crítica al respecto con el humorista que yo presentaba y que se llamaba Pepe Itarburi, que era el típico andaluz que no se acordaba nunca de los chistes. Critico al humor tosco por el que mucha gente nos conoce. La gente hubo un momento, cuando 'Un, dos, tres', que pensaba que yo era catalán y no andaluz precisamente por este hecho de no hacer un humor del andalucismo. Mi imagen, mi vestuario siempre han sido muy parcos. Visto de negro porque es el color del mimo.
–¿Qué maestros tiene?
–El cine. Mi abuelo era empresario del cine y mi lugar de juego era una sala. Me he sentido muchas veces identificado con el niño de 'Cinema Paradiso'. Viendo películas aprendí mucho. En mi infancia, el cine era mi segunda casa.
–¿La crisis golpea muy duro al sector?
–Todo se ha puesto muy difícil. La gente no está ahora tanto para el ocio sino para solventar el tema de la comida. Los artistas nos sensibilizamos con esto y procuramos que las entradas no sean caras, que haya descuentos. Una entrada para verme en el teatro ahora cuesta lo mismo que lo que valía hace diecinueve años y me alegra mucho que la gente venga también porque en momentos difíciles el humor es una buena terapia y una gran distracción.

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