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El historiador Manuel Palencia inauguró ayer en la Biblioteca las Jornadas Europeas de Patrimonio
“Dos jóvenes pasean al azar por las calles de Toledo. Se detienen extasiados una vez más ante la serena belleza de la portada plateresca del convento de San Clemente el Real. Tras ellos, una escalera de mano arrimada a la pared invita a la acción y, por turnos, escriben con un lápiz sus nombres en la piedra; luego, se abrazan emocionados para celebrar el acto y marchan”, explica en su investigación el escritor e historiador toledano Manuel Palencia. “Uno de aquellos jóvenes es Gustavo Adolfo Bécquer, y el hecho pudo ocurrir en la segunda mitad de 1857, cuando su proyecto editorial de la ‘Historia de los Templos de España’, comenzado con entusiasmo unos meses antes, parece venirse abajo”, explica Palencia.
El historiador toledano confesaba a El Faro que, centrado en la investigación sobre los grafitos históricos de Toledo, decide investigar la leyenda urbana de la ciudad que gira entorno a El Convento de San Clemente, donde se dice que está reflejada a modo de grafito la firma del famoso escritor del siglo XIX. Éste y otros temas relacionados con los grafitos trató ayer Palencia que inauguró, en la Sala de Usos Múltiples de la Biblioteca Pública, las Jornadas Europeas de Patrimonio que en esta edición se han denominado ‘Entre murallas y grafitos’.
Los grafitos, esas señas históricas, quizá de importancia menor que la archivística, y que hoy se pueden confundir y tener hacia ellos una mala concepción, son manifestaciones humanas espontáneas que “nos pueden aportar datos muy interesantes”, apuntaba Palencia. “Todos tenemos en mente la concepción del grafito agresivo, pero en realidad está definido en la RAE como el dibujo que hacían los antiguos en los monumentos”. Explicaba el toledano que en el siglo XIX esas manifestaciones sociales eran de lo más común “normalmente cuando las personas viajaban solían dejar marcado su nombre en portadas o fachadas de edificios importantes del lugar que visitaban, no se entendía la concepción de que se maltrataba un edificio ya que están hechas con lápiz, con grafito y gracias a ese material conseguimos que se mantengan vivos hasta nuestros días, ya que el grafito es un derivado del diamante”, subrayaba.
Palencia dividió la conferencia en dos bloques, por una parte expuso a través de diferentes muestras gráficas los grafitos más característicos: las marcas de cantería, símbolos o alegorías grabadas por los canteros en la piedra y cuya morfología está tomada de lenguaje y oficios; las cruces tumularias, muy características de la ciudad de Toledo, y que su origen proviene de las muertes trágicas ocurridas, generalmente, por duelos de espada; y los vítores, un emblema conmemorativo, típico de Salamanca, que obtenían los estudiantes que conseguían el grado de doctor, estos marcaban a modo de inscripciones unos murales con pintura roja o negra en los edificios, según Palencia “se les condecía esta gamberrada por haber contribuido con su estudio a sufragar grandes gastos de la ciudad”.
El segundo bloque de la conferencia estuvo dedicado a Bécquer, objeto de estudio del historiador, y sus reflejos grafiteros en Toledo, donde el escritor estuvo residiendo gran parte de su vida. Palencia abarcó esta segunda parte con su investigación sobre la citada leyenda urbana, la cual a través de un estudio pericial caligráfico se convirtió en realidad y confirmó que tanto la inscripción del Convento de San Clemente como las tres restantes que aparecen en la ciudad pertenecen realmente a Gustavo Adolfo Bécquer.