Vuela tu espíritu por las carreteras caballas que has llevado por montera, por todos los rincones de España.
Tu refugio siempre ha sido ese deporte que es el atletismo, tan sacrificado y solitario, que nunca te arrepentiste de practicarlo.
Tus consejos siempre apreciamos y más los que te seguimos y apreciamos, ya que escucharte dándonos esos consejos, para que el rendimiento fuera mucho mejor de nuestros entrenamientos, era un gran privilegio.
Y tú lo hacías con el corazón fuerte, de un hombre, que solo gastaba zapatillas deportivas, ya que tú alimentación y tus ideas eran estar en la élite del atletismo.
Recuerdo como añadías a tus promesas, ese sentimiento de alegría, como aquello de Santander, donde hiciste los cien kilómetros, y muchas más cosas que se me han olvidado por ese dolor a tu pérdida.
Muchas palabras hemos cruzado en ese lugar de nuestra querida Ceuta donde ibas a comprar los mandados de tu familia, en Mercadona, ibas andando, ya que el deporte te servía de guía y nunca te estorbaba hacer unos kilómetros para mantener tu figura en una escultura.
Fuistes un vecino de los nombrados siempre en esa populosa barriada Juan Carlos 1, de la que todos piensan en la Pantera, en la zona baja.
Y ya de mayor estuviste de conserje en la escuela Juan Carlos I, como recompensa a tu labor, por la cultura deportiva.
Muchas palabras hubo en nuestros encuentros en los pasillos llenas de estanterías de alimentación y un solo nexo de unión hubo, el de solicitar las ayudas necesarias para que la pista de atletismo, que mira por donde, está situada muy cerca de tu morada, fuera dedicada con tu nombre y apellidos: José Heredia.
Ese atleta ceutí que buscó en una afición, la salida de más de uno, de los rumbos malos y un equilibrio hacia una vida sana, fuera de desmadres tanto alimentarios, como de otros principios malos para nuestra salud.
Los mejores se van yendo, descanse en paz querido José Heredia.