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“La Policía debe investigar quiénes son los autores intelectuales de estas ocupaciones. Igual nos llevamos una sorpresa, como la de los gañoteros del hotel”
Hice la primera comunión en Ceuta y la celebramos en la terraza de mi casa. El menú no tenía desperdicio, estaba compuesto de taza de chocolate, galletas María hojaldradas y tarta de zanahoria hecha con galletas de la misma marca. Lo pasamos a lo grande, aunque el menú, visto cincuenta años después, parece corto. El traje de comunión lo compró mi tía Rosita para mi primo Mariano, pero me quedaba perfecto. Después de la Misa tocaba un paseo por el barrio con una ‘foto recordatorio’ para los familiares y vecinos más allegados que generosamente te daban un aguinaldo que guardabas en una limosnera ‘bolsita’ preparada expresamente para el evento religioso. Se me olvidada decir que hice la comunión de ‘Marinero’, algunos niños, los más pudientes, la hacían de ‘Almirante’. De ese día tan especial recuerdo dos frases que me repetían continuamente: ¡Qué guapo vas Juanito, pareces un Almirante! y la segunda ¿De quién es el traje? Con el paso de los años me enteré que la pregunta era para saber a quién le tenían que pedir el traje para su hijo o nieto.
Esta tradición se ha ido perdiendo con el paso del tiempo y las visitas de marinero o almirante no se llevan, porque los almirantes no se saltaban ese paso, también paseaban el limosnero. Hoy en día, pasear recordatorios sería una vergüenza muy comentada, llevar un traje prestado una humillación y, por supuesto, nuestros hijos no pueden enterarse de semejante desgracia, porque se sumirían en una depresión difícil de superar, más que una comunión sin celebración, ni payasos.
Mi padre era un tío raro y tenía la manía de decir que si no hay dinero no se compra o no se celebra nada. Decía que sólo se podía pedir para medicinas o médicos y las celebraciones se pagan al contado, porque no son necesarias. Los tiempos han cambiado y celebrar la comunión en casa con traje prestado es una tragedia familiar. Sin embargo, la manía de mi padre era una especie de costumbre social, estábamos educados para eso y cuando se encargaba en un restaurante una celebración la señal era la palabra del cliente. Ahora se hace un contrato, anticipas el 50% y el resto puede que ni lo cobren. En definitiva, nos avergüenza lo que es normal y dotamos de normalidad lo vergonzoso.
Esta semana nos hemos enterado que empresas, particulares y organizaciones han celebrado en el antiguo HOTEL TRYP distintas comidas, fiestas y eventos, pero a la hora de pagar se han hecho el remolón y deben al TRYP 110.000 euros, lo que dice muy poco de los responsables de la cadena y de los clientes. Volviendo a la manía de mi padre, no hubiera sido mejor poner un chocolate con galletas María hojaldradas pagadas al contado, que pasar por la vergüenza de que toquen a la puerta para recordarte que te has hartado de comer por la cara. Más de uno estará pensando ¡Si me entero antes, celebró la comunión en el TRYP!
Hemos evolucionado en nuestra forma de pensar y comportarnos, pero evolucionar no es sinónimo de mejorar. Vivimos en una sociedad que invierte muchos recursos en educarnos en que gastar lo que no tenemos, apropiarte de lo que no es tuyo, o que todo vale por conseguir tus objetivos es perfectamente comprensible y nada vergonzante. En estas premisas básicas nos educan “es una vergüenza ir con unos zapatos deteriorados, pero no con unos zapatos nuevos que no has pagado”. Lo importante es la imagen y, por supuesto, conseguir lo que te propongas, no importa cómo, de qué forma y a quién perjudicas.
Esto último que decía es lo que ha podido pensar el movimiento ‘okupas’ de Ceuta, porque no se trata de un hecho puntual, es un grupo de personas organizado. No han pensado que existen unas normas de adjudicación, ni que hay muchas personas que están pagando con mucho esfuerzo lo que ellos asaltan enarbolando un derecho, que aunque lo tienen constitucionalmente, no es menos cierto que no los legitima para arrebatárselo a otro que legalmente le pertenece o que puede tener más derecho que el OKUPA.
Es importante utilizar bien los términos, porque cuando habla de “un grupo de personas organizadas”, se suelen dar varias circunstancias que siempre van de la mano. La primera, los listos, los autores intelectuales que sacan beneficio de esta “organización” en Ceuta estamos sobrados, algunos están hasta en la cárcel. La segunda, un grupo de gente necesitada e ignorante que pagará las consecuencias de una decisión equivocada, aunque tampoco suele faltar los caraduras y sinvergonzadas que sin tener necesidad de una vivienda intenta enriquecerse con el dinero de todos los ciudadanos.
La Policía debe investigar quiénes son los autores intelecåtuales de estas ocupaciones. Igual nos llevamos una sorpresa, como la de los gañoteros que han dejado el bigote en un hotel construido con el dinero de todos los ceutíes.