Sí, sé que importa más el Presupuesto y la luna de miel del alcalde que como buen encantador de serpientes se ha traído a casi toda la oposición a su vera. Sí, sé que importa más conocer el horario del encendido de las luces de Navidad. Sí, puede que genere mayor inquietud los capítulos del culebrón Emvicesa en el que una cosa está quedando clara: la poca vergüenza de un gobierno capaz de mantener una sociedad que funcionaba como un cortijo hasta convertirla hoy en una purita inutilidad.
A nadie parece importarle que en nuestras aguas ha muerto un niño. Un adolescente de unos 14 años de edad. Un crío que pudiera ser uno de nuestros hijos. Ha muerto en plena travesía tras cruzar ese espigón que soporta tantos dramas silenciados.
Ojalá que sus padres lleguen a saber el triste final, que puedan darle sepultura en su tierra, que puedan despedirse de él y sea identificado. Sé que hay buena gente y buenísimos profesionales que lo darán todo por conseguirlo pero no siempre se logra.
En nuestras aguas desaparecen muchos jóvenes, cada semana contamos nuevas historias que no encuentran su final. Los intentos por bordear la frontera son constantes evidenciando que algo no funciona en esos espigones.
A Europa le importa bien poco, a sus eurodiputados menos. Al Gobierno de España solo le interesa vendernos sus estadísticas absurdas con tantos por cientos falsos y con una visión bien alejada de la frontera. Y nuestra clase política local sigue meciéndose en la hipocresía: les da igual lo que suceda en los espigones solo buscan seguir recibiendo dinero y más dinero a costa del hecho fronterizo.
Ha muerto un chico en nuestras aguas. Un chavalito aferrado a un flotador. Y solo pienso en que si yo hubiera parido al otro lado de la frontera ese niño podría ser mío y hoy estaría buscando el consuelo de cómo calmar la pérdida de lo más sagrado para una madre.
Era solo un niño, pero parece importar bien poco, ahora llega la Navidad y las luces para instarnos a gastar.