De verdad alguien cree que nuestra generación está más formada que la de nuestros padres o abuelos? ¿Qué ahora somos más tolerantes y respetuosos con los demás?¿Qué estamos más atentos al sufrimientos que nos rodea? Si la respuesta a todas estas cuestiones es afirmativa, le recomiendo acudir a una buena biblioteca y pasar largos ratos de provecho en ella, leyendo algo más que la novela o el autor de moda.
Claro que vivimos más cómodamente que nuestros antepasados, pero eso es fruto, producto, de los esfuerzos que ellos hicieron, y que ahora estamos a punto de finiquitar. La educación, la cultura, las libertades y la democracia, se trabajan y defienden arduamente o se pierden rápidamente frente a un enemigo infatigable e insaciable que es la pereza y el marxismo en sus muchas facetas y variables. Vivir con más comodidades, no es vivir con mayor dignidad, ni con mayor libertad.
Los discursos que reclaman más comodidad social, apelando a la dignidad y la justicia, no denotan más que una visión miserable y simplista del ser humano; una visión que tan sólo comprende a la persona como un animal con necesidades materiales de alimento, ropa y cobijo. Por eso, estos partidos pretenden arrogarse todas las libertades con el objeto de cubrir necesidades materiales. Al final sólo alcanzan a ser dueños y señores de todo, de lo material y de las libertades. Marxismo puro y duro disfrazado de un falso discurso de hermandad y buenismo con cierta superioridad moral.
La indolencia y pasividad con la que asistimos al renacimiento del nacionalismo de izquierdas, el nacionalsocialismo, nazismo, a través de partidos políticos con representación asamblearia y parlamentaria, que se dedican a distinguir entre buenos y malos, a señalar a familias enteras, a perseguir al que piensa diferente, e incluso a agredir violentamente a personas, sus negocios y propiedades, bajo el eufemismo argentino de “escrache”; sólo es comparable a la aceptación con la que legitimamos la política del premio a no esforzarse, el clientelismo político.
En España hubo una guerra fratricida en la que básicamente se lucharon por las libertades. Vea cómo usted vive ahora y deduzca que bando ganó la guerra. Y aunque decir esto entra dentro del anatema político es una realidad evidente. La actual Constitución española es fruto de una superioridad moral a la de ahora, cuando los políticos de una y otra ideología, fundamentalmente los que ostentaban el poder por aquel entonces, fueron capaces de entender el sentido de bien común, de interés general, de sumar que no de restar y construyeron el Estado de Derecho y libertades que España es hoy día.
Ahora esta forma de vivir pretende ser finiquitada poniendo en tela de juicio todo: la unidad territorial, la representatividad democrática, la legitimidad de la ley, el concepto de libertad, el derecho al pensamiento diferente, el derecho a la vida… Mal, esto pinta muy mal. Guarda un paralelismo asombroso con el surgimiento de la Alemania nazi y la pasividad del pueblo alemán ante el holocausto. Lo pagaremos caro.