Este año se cumplirán veinte de la reconstrucción del Baluarte de los Mallorquines -si no me falla la memoria, lo que no me extrañaría- obra del insigne arquitecto Juan M Hernández León. Seguramente será una temeridad enmendarle la plana a un Catedrático de Composición, pero mire Vd. las obras gustan o no gustan, las haga Siza, Calatrava o Hernández; todos ellos, por cierto, cuestionados en algún momento.
No se yo si el insigne arquitecto, a la vista del resultado y del uso que se le está dando a la fachada del baluarte, seguirá pensando lo mismo que el día que se decidió no recrear lo derrumbado por la modernidad; digo yo que por aquella teoría de que se depreciaba lo antiguo con la recreación de elementos modernos ¡Pues anda que lo que está a la vista!
Siempre he pensado que la arquitectura historicista es buena si no tiene la intención de engañar al que mira, vamos que no intenta dar cartón por piedra o, lo que es lo mismo, confundir lo nuevo con lo antiguo. En la reparación suele haber confusión temporal, pero se acepta por bien hecha si está trabajada sobre lo existente con materiales de cada época. La reconstrucción es otra cosa, pero la aceptamos el común de los que miramos -y admiramos la arquitectura- siempre que sea fiel recreación de lo que en su día hubo en el lugar: es decir, hecha con materiales de la época, respetando la disposición exterior de los elementos recreados y dejando establecida una línea temporal que haga visible lo antiguo de lo nuevo.
“No sé yo si el insigne arquitecto, a la vista del resultado y del uso que se le está dando a la fachada del baluarte, seguirá pensando lo mismo que el día que se decidió no recrear lo derrumbado por la modernidad”
Que la «recreación del volumen del Baluarte de los Mallorquines» (no es otra cosa) haya quedado como mera pared publicitaria coronada de focos y una pavana que ni caga, o que el techo interior del puente de unión con el Baluarte de la Bandera sea de plástico, o que no hayan sido capaces de encontrar dos blasones para la puerta neorrenacentista para singularizarla… solo nos hace decir, veinte años después, que la obra fue de traca.
Y lo digo en el mejor de los sentidos, que para eso fue almacén de pólvora y ahora es puro «artificio arquitectónico»; una muestra más del poco amor por la ciudad y sus espacios históricos, así como de la inteligencia de nuestros políticos de entonces que lo permitieron y los de hoy que permiten desatinos como el existente. Bueno pues eso, de traca.