Nació hace 77 años en el Patio Las Moras de la calle Serrano Orive y con once se quedó huérfano de un padre que tenía una empresa de cristalería. Su socio la heredó pero su hijo se quedó con el talante trabajador de su progenitor y partió de cero en un negocio que le ha dado muchas satisfacciones en la vida.También disgustos: con 21 años su propia empresa de cristalería ya tomaba forma y su hermano, que le acompañaba en el proyecto, falleció por un accidente laboral. “Fue el trago más duro que tuve que pasar pero prefiero hablar de cosas alegres”. Recibe la medalla de la Ciudad con orgullo. Se siente ceutí por encima de todo. Del caballa dice que es justamente eso, alegre y formal a la vez, y de la caballa que es encantadora. Pero él se enamoró de una cordobesa, criada en Ceuta que le ha dado tres hijos que trabajan en ‘Cristalería Cruces’ y a él le llena de orgullo tenerlos a su lado. La ternura se la entrega a sus dos nietos: Sol y Jorge. Ha sido viajero y ha conocido hasta Hollywood, pero él se queda con Ceuta. Con la Estación Marítima que lleva el sello de su trabajo o todos esos locales que antes eran bazares y llenaban de vida la calle Real. Antonio Cruces llegó a ser delegado nacional para Ceuta, Melilla, Canarias y Andalucía de la Unión Almacenista de vidrios y fabricantes de espejos, llevando el nombre de Ceuta por toda España, exportando a otros países y abriendo mercado en Marruecos. La crisis ha mermado el negocio pero él lo sostiene a pleno rendimiento tratando de mantener siempre su fiel plantilla de trabajadores. Entró a formar parte del accionariado de esta Casa, El Faro de Ceuta, y fundó otras empresas como INCRASA dedicada a la construcción y promoción de viviendas. Abanderado de la promoción del turismo náutico fue durante una década el presidente del Club Náutico Cas. “Despertar y sentirme vivo ya me hace feliz”, reconoce con la simpleza de la veteranía. “Soy de calle”, explica, sin poder elegir un rincón de la ciudad que le vio nacer porque “me gusta todo de ella”. Sueña, eso sí, con verla llena de turistas “como hace 40 años” y agradece una medalla, la de Ceuta, “que es lo más grande que pueden concederte”. De trato humilde, sigue al pie del cañón asesorando en sus empresas y preparando el relevo generacional. Es incansable.