Hace varios meses solicité al comandante general de Melilla, que, en recuerdo a un héroe, el teniente de Tiradores de Ifni Gonzalo Fernández Fuentes, se le honrase con una calle o una placa en el grupo de Regulares Melilla 52. Desgraciadamente, respecto a la petición, la única respuesta ha sido un olvido injusto.
Tengo que hacer constar que no tengo nada contra dicha autoridad, más que un profundo respeto, ya que por encima de todo es mi general, pero sí afirmo que en mi estancia en el ejército pude comprobar que allí las cosas se llaman por su nombre, y en la universidad, en un curso de periodismo, el profesor en Relaciones Sociales nos enseñó que; “las peticiones se atienden y las cartas se contestan”.
Un héroe olvidado en su propia tierra
Gonzalo Fernández Fuentes había nacido en Melilla. Hijo de un suboficial del ejército, desde muy joven sintió vocación por la carrera de las armas, ingresando en la Academia General Militar componente de la VIII Promoción del Arma de Infantería. Una vez finalizado sus estudios, sobre su uniforme llevaba las dos estrellas de teniente, siendo su destino voluntario el Grupo de Tiradores de Ifni. Hoy, después de más de sesenta años, algunos compañeros le recuerdan con gran cariño, ya que se hacía querer por su carácter campechano, humilde y aún lo ven sus compañeros con su semblante aniñado, por lo que le conocían como Gonzalito, al que consideraban cabeza de promoción y con un futuro muy prometedor.
Su primer destino fue en el Grupo de Tiradores de Ifni, en el III Tabor. En noviembre de 1957 estaba al mando de una sección, compuesta por 17 soldados europeos y 17 nativos, siendo destacado al puesto de Tamucha. En opinión de algunos compañeros, dicho puesto sería difícil de defender en caso de ataque. Concretamente estas palabras vienen de un coronel, que entonces era teniente, cuando en un acto de la Patrona de Infantería se me acercó ya que había leído un artículo mío sobre el teniente Gonzalo y este fue el que lo relevó y le advirtió. El día 23 de noviembre de 1957 comenzó un ataque, donde el pelotón, que estaba a unos 2 kilómetros, lo defendió con mucho coraje. Dicho pelotón estaba al mando del sargento Isaac Ros, y con varios soldados agotaron las municiones sucumbiendo sus defensores. Ya en horas de la noche, un grupo de Tiradores con un cabo al frente, abandonó la posición y aprovechando la oscuridad se fueron caminando con algunos heridos hasta Tag Agra, cabecera de compañía, donde se presentaron al capitán jefe de dicho puesto, comunicándole lo sucedido. Quienes podían haber sido testigos de la heroica muerte del teniente Gonzalo, lo dejaron en el anonimato.
Afortunadamente, años después investigando lo sucedido, encontré en la ciudad de Güímar (Tenerife) a Pelayo Rosa Viera, que estaba en Tamucha a las órdenes del teniente Gonzalo y me detalló puntualmente como fue la defensa del puesto y el heroico comportamiento de este teniente. El teniente Gonzalo no murió dando órdenes, si no, por el contrario, con el torso desnudo encima de la trinchera, y con la ametralladora disparando al enemigo. Encontró la muerte como solo saben hacerla los héroes. En este caso, por desgracia, fue silenciado, olvidado e ignorado en su propia tierra.
Los testimonios de algunos compañeros
El uniforme que el teniente Gonzalo vestía, el de los Tiradores de Ifni, hermanos de los Regulares, era color garbanzo, con el tarbush rojo, capa blanca, chilaba de color oscuro y faja azul, uniformidad idéntica a la de los Regulares. En base a esto solicité al comandante general de Melilla que se honre la memoria de dicho teniente en el Acuartelamiento del Grupo de Regulares Melilla 52. Esto no era un capricho mío, lo es al amparo de las Reales Ordenanzas que en su artículo 16 así dice: “los ejércitos de España son herederos y depositarios de una gloriosa tradición militar. El homenaje a los héroes que la formaron es un deber de gratitud y un motivo de estímulo para la continuación de su obra”.
Por idénticos motivos hace algunos años solicité al general-jefe de la Brigada Galicia que se honrase al soldado-artillero José Rico Castelao, que estando de centinela de un polvorín, la madrugada del 27 de noviembre detectó a un numeroso grupo de musulmanes que iban a atacar y les hizo frente, muriendo en dicho ataque. Este general presidió el rotulo de una calle en dicha brigada con los respectivos honores militares. Tiempo después elevé una petición al general-jefe de la brigada de Transmisiones en Marines (Valencia) que se honrase la memoria del soldado de Transmisiones muerto en combate en Telata, y por ello, en el Acuartelamiento de Prado del Rey existe un edificio con el nombre de este soldado, Joaquín Fandos Martínez, y en su ciudad natal Burriana (Castellón) se le impuso el nombre de una calle con asistencia del general-jefe de Transmisiones, el alcalde de la ciudad con la corporación y la fallera mayor y su corte de honor. Tiempo después, solicité al coronel-jefe del Acuartelamiento de Aizoáin (Navarra) que se honrase la memoria del sargento Luis de Gastearena Larrea, medalla Militar Individual, asesinado en el puesto donde residía por los Rebeldes, al cual tras matarlo le sacaron los ojos y lo mutilaron. Desde dicho acuartelamiento me enviaron un dossier con el nombre de una calle en el complejo y una foto del rótulo de la calle. Si el silencio se debe para no incomodar a nuestros vecinos, estos en la ciudad de Sidi Ifni, en plena vía pública, tienen un monolito con todos los nombres de los muertos en combate contra las tropas españolas.
Aquí solo se les recuerda con un monolito en un Acuartelamiento de Las Palmas de Gran Canaria. Además, mi buen amigo y veterano de Ifni, Miquel Querol Gisbert, presidente de los veteranos de Ifni de Cataluña, solicitó al Ayuntamiento de Almacelles (Lérida) que les donase un terreno, a lo cual accedieron, junto con un monolito en recuerdo a los caídos de Ifni-Sáhara. Mi buen amigo Rafael Bada Requena, que falleció siendo comandante general de Ceuta, siempre me pidió que honrase la memoria de su compañero, al que recordaba como un excelente compañero, sencillo y de los primeros de su promoción.
Gonzalo Fernández Fuentes, fue un paradigma de virtudes militares. Los que le conocimos sabemos que reviste la grandeza del héroe épico, ya que no perteneció a una unidad de élite (podríamos llamarlo una unidad brillante), y tampoco llevó un apellido ilustre, pero son extremos estos que magnifican aún más si cabe su gloriosa y ejemplar muerte frente al enemigo. “La verdad mutilada es la más cobarde de las mentiras”, Emilio Cuevas Puente, coronel de Infantería, Zamora, 31 diciembre 1985.
Un buen amigo y paisano así lo expone en su libro Tiradores de Ifni: “el teniente Gonzalo, hombre de gran valía, murió heroicamente cumpliendo con una humildad que siempre acompaña a la grandeza. Fue un héroe anónimo con los auténticos héroes. Tuvo un triste final y encima no reconocido”, Vicente Bataller Alventosa, general de brigada de Infantería.