Nadie sabe lo que duele la soledad cuando la ciudad duerme. No es el vacío de unos brazos acunándote en la pulcritud de una sábana; No es el rítmico balancear de un reloj en alguna parte de tu casa. Es el dolor de que nunca más vas a verte en sus ojos. Aquello de cuando clavas en mi pupila tu pupila azul no es más que perorata al lado de una mano áspera estrechando la tuya.
El amor es ingrata herramienta de la salud cuando se trata su ausencia. Por eso Ana Obregón ha querido ponerle freno durmiendo entre sollozos neonatales, en vez de protagonizar sollozos sofocados por una almohada en mitad de la madrugada.
No digo que la apruebe porque no tengo derecho a hacerlo, solo digo que asumo su dolor y si ella se lo puede quitar así, lo veo. Es una dura carga amar sin sentido, porque no se deja de amar cuando el receptor de tu pasión ha muerto. Te dicen que es duelo patológico cuando pasan más de tres años, pero váyanse a ancianas y verán cómo siguen queriendo. Otras no, pues bien por ellas. Las que se divorcian te dirán que es igual, pero no, ni mucho menos.
El dolor duele. Me imagino que cuando es provocado por la ausencia de un hijo muchísimo más, porque es carne de tu carne y tiempo sobre tu tiempo.
Ella ha sido madre con 68 esplendorosos años, cuando hay muchas niñas de 16 que acaban de parir sin saber ni cómo. En los tiempos en que las medidas anticonceptivas son regla general de nuestra vida, aún hay quien trae niños al mundo aduciendo que ha sido un error o un acto de amor desmesurado.
Los niños deberían ser traídos a la vida con responsabilidad siempre y sabiendo lo que llevan de mochila. Mucho más si son adoptados, pero ese es otro tema. En el caso de Obregón creo que ha elegido la Vida, por encima de su propia muerte. Ha elegido la Esperanza ante la desolación. No entraré en la subrogada. No entraré en las adopciones. Seguro que lo hago en otra ocasión, porque ahora siento que si esa losa que tenemos los que quisimos sin que ya nos quieran pudiéramos quitarnos esa desolación, lo haríamos a cualquier precio. No sé qué pasará con esa niña que se llama Ana, como su madre y su abuela. Pero sí que tendrá la mejor educación que se pueda tener con dinero y todo el amor que una madre es capaz de dar. No le ha ido muy mal a la baronesa Thyssen con sus hijas. No le fue muy mal con Alex con Ana Obregón como madre. Era un tío simpático, listo y buen hijo. Alguien que rezumaba buen rollo. No creo que le vaya mal con esta cría. Ni que sea malo para la recién nacida. Ni para la madre que se ha quedado sin raíces -ni ramas- en su árbol familiar.
Malo sería que fuera politoxicómana o que estuviera en la cárcel, que hubiera abandonado a su hija o no la quisiera cuidar. Malo que no tuviera medios, ni quisiera que asuntos sociales le diera una oportunidad en la vida, que la secuestrara , prostituyera o mancillara en su más corta infancia. Pero eso no va a pasar, porque la Obregón la va a cuidar como una leona a sus cachorros, porque entiende la importancia de los que queremos y la fragilidad de la vida. Que tiene casi 70, verdad. La edad es un gran inconveniente, pero la misma vida lo es.
La abuela de la cría murió muy mayor y con buena cabeza, también el abuelo, así que genéticamente lo mismo la Obregón tiene suerte y ve a su hija hacerla abuela. También el envejecimiento y los avances en la salud en los próximos años van a dar un subidón importante, porque cada vez más los de 60 soltamos amarres y queremos vivir para siempre. La subrogación por métodos científicos- sin participación humana- puede que no esté tan lejos. Entonces no habrá debate, sino de quién es tan tonto como para someterse a un embarazo biológico con los riesgos que conlleva.