Me incorporo hoy al instituto después de un mes. Las vacaciones y 15 días sin sueldo que me regalé pusieron distancia entre mi pueblo y Ceuta. Comprar tiempo es la mayor inversión que uno puede hacer. No podemos regalarlo, enmarcarlo o invertirlo, pero existe la posibilidad de cambiar su ritmo sin que Cronos se de cuenta que lo hemos despistado.
Llegué al trabajo y allí el tiempo había pasado, justo 31 días. No había nada nuevo, todo seguía el ritmo del reloj y el calendario, cada uno en su sitio, cada cosa en su mesa, cada hora en sus sesenta minutos.
Yo logré escaparme de esa nada cotidiana en la que el tiempo pasa tan rápido que parece que no ha pasado.
Nadie notó mi ausencia, nadie se acordó de felicitarme el año y creyeron que estaba de broma cuando yo lo hacía echando besos y abrazando al aire.
Nadie me dijo “¡Qué alegría! o cómo te fue” porque para todos estaba allí ese tiempo rutinario en que se paraliza la vida en un constante devenir sin pena ni gloria.
Me preguntaron las mismas cosas de siempre, me comentaron las historias que me comentan como un mantra, me dijeron un " ayer no nos vimos" o " no me dijiste nada de lo de la semana pasada".
"Hubiera podido desaparecer para siempre, haber sido sepultado por una tonelada de tierra, secuestrado por los ovnis o desintegrado"
Hubiera podido desaparecer para siempre, haber sido sepultado por una tonelada de tierra, secuestrado por los ovnis o desintegrado .
Nada, ninguno, nadie, todo seguiría sin mí como siempre sigue. Lo mismo con los años vaciarían una taquilla que perteneció a un no no sé quién.
Nos vamos y ven que no nos hemos ido; venimos y piensan que nunca nos fuimos.
Y así pasa la vida, pensando en la importancia de nuestra presencia, de nuestro trabajo o de nuestros proyectos. Nada, nadie, ninguno; es como el peso de la paja, como las campanas que no oímos mientras suenan, como el vacío lleno hasta los topes de relojes parados.
Nos iremos, aunque tal vez nunca hayamos estado.
Compren tiempo y verán que cada CAÑONAZO siempre es distinto.