Cerramos el 2022, la huella del tiempo es lo vivido. Sabemos del presente por el pasado; el presente es efímero, viene para decirnos que no puede quedarse porque debe alcanzar la velocidad de la luz.
Esta reflexión viene al caso al abrir los recuerdos guardados en un baúl de 43 años.
Cada vez que vengo al pueblo suelo quedar con los amigos; los amigos de aquellas acampadas en las que mirábamos a las estrellas borrachos como cubas, los amigos de discusiones, de viajes, de planes, de adolescencias pasajeras, los amigos con los he compartido libros, cine, caminatas, proyectos. Ellos fueron moldeando la escultura del alma, dictando normas para saber localizarnos en cualquier momento con una extraña brújula en caso de perdernos en los campos de batalla.
Son pocos, se acercan en la lejania y en la proximidad mantienen la distancia del respeto cuando nos escuchan, cuando les confesamos asuntos inconfesables. Cuando nos abrimos en canal y aguantan el dolor de las heridas que hacen suyas.
Escalamos sujetos, amarrados los unos a los otros y evitamos el vértigo de alta montaña.
Son mi familia, el anclaje a la vida.David, siempre ojo avizor: calculador, de memoria prodigiosa, reservado pero comunicativo.
Anselmo, crítico conmigo a más no poder desde una profunda sinceridad para espantar cualquier tipo de hipocresía y saber que no se corta un pelo cuando hay que decir algo.
Manolo me hizo rojo y me despertó la conciencia. Le debo mis conocimientos iniciales de la política y los ideales revolucionarios que compartimos.
Iker, en el buen sentido de la palabra, bueno. Siempre dispuesto a arreglar las circunstancias y a relativizar el dolor; oía su voz diciéndome; ¡Tú puedes, sé consciente de lo que haces, no tires la toalla. Su tranquilidad , su sosiego me daba paz en mi guerra interior.
Pedro, siempre con ocurrencias geniales; callado pero hablando cuando menos te lo esperabas. Pedro era resolutivo, coherente, moviéndose a pinceladas con un humor que te cogía desprevenido. Los años nos separaron pero siempre hemos vuelto, ahí estamos sabiéndonos en cualquier sitio pero sabiendo también que hay lugares comunes aunque andemos en direcciones opuestas.
Amaral habló sobre esta historia de la amistad y hoy me ha tocado a mí. “Son mis amigos, en la calle pasábamos las horas son mis amigos por encima de todas las cosas”.