El Colegio Oficial de la Psicología de nuestra ciudad (COPCE-Ceuta) desea recordar la iniciativa del Comité de la Alianza Mundial para los Cuidados Paliativos de conmemorar su Día Mundial cada segundo sábado de Octubre (este año fue el pasado día 8) para apoyar y fomentar su desarrollo y concienciar a la sociedad del derecho que asiste a todas las personas del mundo a la hora de recibir atenciones en el último trayecto de sus vidas, aunque desgraciadamente esto no ocurra en muchos lugares desfavorecidos del planeta.
Este año el lema es: "Vivir y morir con dolor, algo que no debería suceder"; y por ello la Sociedad Española de Cuidados Paliativos (SECPAL) ha lanzado una campaña hasta el 30 de octubre para que se adopten una serie de medidas respecto al dolor: medirlo, tratarlo y evaluarlo, dándole la importancia como el quinto signo vital que es; así como explicar el concepto de "dolor total", contemplar la importancia del abordaje interdisciplinar del dolor e impulsar los diferentes instrumentos para la valoración del mismo, dependiendo de la edad y de la función cognitiva del doliente.
Sin embargo, no siempre se habla explícitamente del dolor psicológico de la persona que recibe los cuidados paliativos ni de sus cuidadores (en especial los familiares), pues a la enfermedad y malestar del paciente, a menudo consciente de estar viviendo sus últimos momentos, suele sumarse la tristeza del familiar ante el inminente fallecimiento y el posterior duelo que produce la pérdida del ser querido. Si hablamos de largas enfermedades, el sufrimiento propio y ajeno se prolonga y afecta a las relaciones sociolaborales del cuidador principal, que sufre una merma o deterioro significativo de sus rutinas de vida.
Es por ello que el COPCE estima conveniente implantar servicios de atención psicológica en aquellas unidades sanitarias especializadas en cuidados paliativos, capaces de abordar desde un punto de vista psicológico y psicoeducativo tanto a pacientes como a profesionales y familiares, de modo que acompañen adecuadamente al enfermo hasta su final, a la par que gestionen adecuadamente sus reacciones psicoemocionales y afronten adaptativamente el duelo tras el esperado desenlace. Con ello mejoraríamos la calidad de vida de todas las partes implicadas y evitaríamos futuras complicaciones derivadas de una mala gestión del sufrimiento propio y ajeno (como ansiedad, depresión, sentimientos de culpa, etc.).