Como todos los veranos cerramos las persianas durante un tiempo, nos desprendemos del reloj que marca lo cotidiano y lanzamos a volar los proyectos que hicimos durante todo el año. No es tiempo de acordarse de la gente sin vacaciones, personas sin los derechos conquistados. No repararemos en los nadie que estarán a nuestro lado pero serán invisibles: explotados de temporada, jornaleros de la pobreza, contratados sin contrato, anónimos que no constan en las estadísticas.
Como todos los veranos usaremos los aires acondicionados, haremos unos largos en la piscina o sacaremos entradas para inmensos parques acuáticos repletos de parafernalias: ríos, cascadas, olas artificiales con espumas controladas por máquinas ocultas en los sótanos de las instalaciones. No caeremos en los que no pueden pagar la luz ni el agua, los que se abanican agitando las manos moviendo utensilios para azotar la calima irrespirable.
Oiremos en los telediarios, como todos los veranos, la crónica de los muertos por golpes de calor que se ganan la vida bajo el sol abrasador del estío
Como todos los veranos ignoraremos el precio de un descuido: basuras abandonadas, colillas mal apagadas, rescoldos de hogueras de campamento, cascos vacíos desparramados. No caeremos en la cuenta de las llamas que devorarán a su paso bosques, viviendas rurales, cosechas, reservas naturales en las que habita la fauna en un ecosistema formado en cientos de años. Ya nos irán contando en las noticias que las llamas arrasan a una velocidad rauda e incontrolada todo lo que van conquistando, comiéndose el alma, bombardeando en racimo, dejando al paso una desolación indescriptible. Las crónicas hablarán de bomberos, mujeres y hombres que, con lo que pueden, intentan defender lo poco que tienen con cubos, ramas, mangueras de riego; defenderán sus animales, sus tierras, sus viviendas aunque caiga la noche iluminada por el infierno.
También, como todos los veranos, esperaremos volver de nuevo a las oficinas, a las fábricas, a iniciar el curso o cualquier tipo de empresa en la que ganar una nómina. Otros regresarán a las colas del desempleo pues la temporada toca a su fin. Cobrarán su paro, ayudas, subsidios, esperarán el plan de empleo de unos meses sumidos en una rueda que gira para volver al mismo sitio. Los informativos cuchichearán si vuelve el Rey Emérito, la guerra de Ucrania, La viruela del mono, los repuntes del Covid, el primer baño de los famosos, las peleas en el parlamento acusándose por todo, la rotura de la pierna de Belén Esteban y de las temperaturas que suben y suben en los mapas de los meteorólogos.
Los negacionistas no aceptaran el cambio climático, Ayuso incumplirá el decreto de ahorro energético y, aún así, los madrileños le darán la mayoría absoluta, Europa hará un listado de lo que se nos viene encima por Putin, los Chinos sacarán a su ejército por las provocaciones de Estados Unidos. Al parecer esa es la serpiente del verano del 2022.
También los enseñantes esperarán como los toreros " a porta gayola" los desarrollos de la LOMLOE con sus batiburrillos pedagógicos de última hora impregnados de conceptos abstractos. Otros docentes permanecerán atentos a su destino, si tienen destino, donde la administración los necesite, ese es el sino de los interinos tan denostados en tantas ocasiones. Los finales de verano siempre guardan novedades en los oficios.
Eso sí, nuestro presidente del Gobierno, en un gesto altruista y comprometido, se quitará la corbata. Los descorbatados serán los nuevos salvadores del planeta.
Cuantas verdades. Y así continuaremos una y otra vez, en un eterno-retorno sin rumbo y sin meta. A pesar de todo feliz verano.