Resulta sorprendente el nivel de desapego que tiene la clase política de la ciudadanía. Se ha reflejado de forma clara en este inicio de la OPE que dejó imágenes desastrosas, esas imágenes reales que luego la CECE criticó como si fueran las culpables de ensuciar la marca que intenta mantener esta ciudad. La imagen de Ceuta la ensucia la mala gestión de quienes son incapaces de estar en lo que deben: la gestión de su pueblo. Porque es donde vivimos, un pueblo que bien gestionado no albergaría tantos problemas.
La atención que se presta a las maquinaciones políticas debería centrarse únicamente en resolver los problemas locales y en ser previsores ante el caos. Eso fue lo que no se hizo: no se preparó absolutamente nada. Pero la causa no fueron ellos, los malos gestores; la causa del desaguisado parece estar, como nos dicen, en que vinieron demasiados vehículos. Hay aseveraciones que duelen porque no son más que una forma de llamarnos tontos. De haber estado todo organizado, de haber existido una campaña adecuada y unas condiciones dignas, no se habrían obtenido esos resultados.
Pero es más sencillo buscar factores externos que mirarse el ombligo. Es así y esa falta de humildad y de reconocimiento del mal camino seguido nos conducirá a nuevos problemas en estos ámbitos. Problemas hemos tenido aquí pero también al otro lado del Estrecho sin que haya existido una reacción acorde de las instituciones para actuar ante el maltrato de los usuarios de la línea, es decir, todos nosotros.
Los comportamientos prepotentes, faltos de respeto y la nula consideración han sido una norma impuesta que ha dejado desamparados a los ceutíes. Que la protesta quede en un comentario en Facebook o en un puñado de artículos de prensa pueden tener fuerza pero quedan solas en el camino si por parte de las administraciones no hay una reacción acorde a lo que ha pasado. De irresponsables y cobardes llegan caos y errores. La política alejada del pueblo tiene estás consecuencias.