En un país como el nuestro, en el que las desigualdades son cada vez más patentes, el Banco de España afirma que la “hucha de las pensiones” no da para más (¿le preguntamos al Gobierno de Rajoy qué ha pasado con ese dinero?) y que debe pensarse en pensiones privadas como alternativa seria al sistema actual.
En este mismo país se habla constantemente de los sacrificios de las de siempre, al tiempo que se desmantela inexorablemente todo lo público a favor de un sector privado cada vez más voraz. También son tiempos en los que las que mandan cacarean un especial crecimiento del empleo, pero nunca aluden, lógicamente, a la extrema temporalidad y a los sueldos de hambre que imperan en el mercado laboral. Antaño, en épocas no tan felizmente enterradas, ataban a la población en corto. Ahora parece que la tónica general es que se les pague en corto, como mucho.
Pero eso no es todo.
En este marasmo de miedos y “podredumbre 2.0”, la corrupción está jugando un papel asquerosamente preponderante.
Los casos de corrupción política son tan numerosos que, para las ciudadanas, no llega ya ni a la categoría de noticia. Se ha banalizado tanto esta plaga -por acumulación de casos, se entiende- que no sorprende a nadie todo lo concerniente a empresarias que compran a políticas para ganar más dinero, a políticas –no todas, lo vuelvo a reiterar- que se embolsan ingentes cantidades de euros mientras a las ciudadanas se les habla de crisis, y a partidos que hacen Caja B de cara a las costosas campañas electorales. Que se salve la que pueda.
Como no podía ser de otra forma, todas las que mandan replican inmediatamente que todo es mentira –salvo alguna cosa- y que se está haciendo lo imposible para combatir esta plaga. De pena.
Por razones que a todas nos resultarán obvias, los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado no tienen los medios necesarios para investigar todas las tramas económicas –políticas y no políticas- y en muchos casos se debe contar más con el pundonor de las funcionarias que con los medios que se ponen a sus disposición. Y todo con la misma evidencia: a nadie parece extrañarle.
Llegado este momento habría que empezar a plantearse que, o bien falla el sistema en su concepción, o fallan los controles, o no son suficientes las medidas de sanción. Claro que si tenemos en cuenta que la potenciación de los controles y la puesta en marcha de severas medidas de castigo tienen que llevarse a cabo por obra y voto de las que mandan, mal vamos. Y las cosas pintarán peor si no empezamos a poner pie en pared.
Cuándo vamos a entender que si el tráfico de drogas es capaz de pudrir los cimientos de la economía inyectando brutales cantidades de dinero negro disparando los niveles de inflación (entre otras cosas), la corrupción acabará con la noción de Democracia al incrustar en el imaginario colectivo –erróneamente, por cierto- la idea de que el régimen de libertades sólo sirve para que se robe más. Los autoritarismos siempre se basan en la frustración de la ciudadanía y se cimentan en lo que todo el mundo quiere escuchar, pero si además se los alimenta con abusos de poder, la cuadratura del círculo es perfecta.
La pregunta que se impone es: ¿para cuándo una ley que castigue a las corruptas no solo con devolver todos sus bienes, sino con entregar todo lo que tienen porque han traicionado la confianza de sus votantes y han puesto en peligro las propias instituciones?
La lucha contra la corrupción es una lacra que debe combatirse desde todos los ámbitos, pero sobre todo desde la ciudadanía.
Exijamos un sistema limpio de corruptoras y corruptas, y exijámoslo con fuerza. Así, las políticas que no se alineen con este posicionamiento se estarán descubriendo por sí solas. Las que sí, también.
El historiador y político Lord Acton, en su famoso aforismo que luego reivindicaron como suyo las libertarias, afirmaba en el siglo XIX que “el poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente”. Para verificarlo, a los hechos hay que remitirse.
Como siempre, usted sabrá qué le conviene, pero consentir un sistema infiltrado por corruptas es tanto como darle a un zorro las llaves de gallinero.
Quizás no se sienta concernida por toda esta basura, pero de seguir esta progresión lo próximo que le robarán no será la libertad, será la palabra… y entonces, ni siquiera podrá protestar.