Como docentes debemos hablar sobre la gran responsabilidad de los medios de comunicación y analizar el significado del llamado “cuarto poder de la sociedad”.
Una inocente narración de apenas una hora de duración puso de pronto al mundo entero patas arriba, un fenómeno extraordinario que hoy sería difícil hasta de imaginar, pero que en aquel momento provocó el pánico entre miles de personas que salieron despavoridas, convencidas de que el mundo estaba siendo invadido “por un ejército de alienígenas”.
Día a día estamos siendo bombardeados con noticias falsas que cambian nuestra visión de la realidad.
Los llamados “Fake News” campan por sus anchas amenazando y manipulando la posibilidad de contar cualquier hecho desde la perspectiva del que cuenta la noticia y bajo el prisma de la empresa a la que se deben.
La libertad de prensa no debe resquebrajarse a la hora de informar sobre cualquier hecho relevante que es necesario conocer para estar en el mundo encadenando las verdaderas cartas del juego y forjarnos la nítida imagen de lo que sucede.
Decía el Filósofo Nietzsche que “los hechos no existen sino interpretaciones de los hechos”.
Sabemos que las grandes cadenas de comunicación tienen siempre intereses no confesados con la intención de vender un relato que marque la intención oculta de esconder la verdad. Nada vale cuando nuestra manera de ver el mundo es manipulada por los medios de comunicación comprometidos única y exclusivamente por la empresa que les paga.
El sensacionalismo, las verdades a medias, el sacar las cosas del contexto que le dan el verdadero significado siembran un campo de minas en una sociedad desinformadamente informada.
Cada uno de nosotros hemos sido víctimas de estafas informativas que se pegan en la opinión pública aunque queden desmentidas una y mil veces.
Cito de nuevo a Nietzsche “la verdad no es otra cosa que saber mentir, ser veraz si significa el compromiso de mentir de acuerdo a una firme convención, de mentir al modo de rebaño, es un estilo obligatorio para todos”.
La semana pasada todos los noticieros locales informaron sobre lo acontecido con alumnos del instituto Clara Campoamor que vistieron la Kandora.
Levantaron un bulo peligroso acusando de racismo e intolerancia con la religión musulmana. Se manipuló hasta límites intolerables la imagen de un Centro en el que la convivencia y la pluralidad forman parte de los pilares sobre los que se asienta su estrategia docente.
Los informadores hicieron de su capa un sayo tergiversando lo sucedido.
El Consejo Escolar, formado por toda la comunidad educativa, aprobó la vestimenta del alumnado razonando su decisión con argumentos sólidos fuera de todo tipo de discriminación: La vestimenta adecuada ha sido consensuada apelando al sentido común para no dificultar ni interferir en la dinámica escolar.
Se hizo hincapié en el uso de la Kandora sin hacer referencia a otras prendas y vestimentas que tampoco están permitidas.
El equipo directivo y Alfonso Roldan, director del Centro, tuvieron que soportar improperios y amenazas por un supuesto “racismo” inexistente.
Reflexionar sobre estos hechos que empañan un Centro modélico es tarea de todos. En ocasiones ese racismo es manipulado por otro racismo tácito.
Solidarizarnos con la Dirección del Centro es lo mínimo que debemos hacer.
Entono el mea culpa pues en mi anterior caleidoscopio escribí contaminado por lo que llegó a mis oídos sin informarme de primera mano.