La toma de mando del segundo jefe de la Comandancia General supone el regreso a Ceuta de una persona muy apreciada entre quienes le conocen pero que además ofreció un sentido discurso marcado por cuantiosas claves de importancia para esta ciudad. Fernando Rocha y Castilla confesó el orgullo que supone desempeñar su nuevo cargo en su tierra, después de destinos en los que nunca la olvidó. Ofreció su trabajo y entrega para ir de la mano del comandante general en lo que necesite, también su sinceridad -algo que hoy en día se ha convertido en un valor escaso-. Y se dirigió al personal de la USBAD Teniente Ruiz para hablarles claro, presentándose como un mando cercano, receptivo y ajeno a provocar situaciones de incertidumbre. El buen jefe debe saber serlo hasta el final. Las imposiciones nada bueno traen cuando se trata además de áreas tan sensibles como la castrense.
La Comandancia General de Ceuta tiene importantes retos por delante. Muchos asuntos que desatascar que tienen consecuencias directas en la sociedad civil y su adecuado funcionamiento. A esto se suman los riesgos que deben ser sorteados con más pericia y profesionalidad que torpeza, sobre todo en una ciudad como Ceuta. La Comgeceu tiene memoria histórica, por lo menos está obligada a ello, y no puede olvidar que de decisiones nefastas o asesoramientos erráticos se derivan consecuencias negativas primero para la propia imagen de la institución y, segundo, para la propia ciudad. Y en tiempos no tan lejanos a la Comgeceu le han salpicado escándalos precisamente por la escasa implicación de quienes debían estar al 100% entregados a una Ceuta que puede pasar de la tranquilidad al límite en cuestión de segundos.
Rocha y Castilla junto al comandante general, Marcos Llago Navarro, integran una cúpula que se lleva ya una victoria ganada: el apego que ambos tienen a esta tierra bien por nacimiento bien por su vinculación profesional durante años. Eso es una garantía en una plaza como la de Ceuta en la que cualquier error se paga caro, en donde cualquier comunicación equivocada provoca desapegos y en donde sin el sentimiento de respeto a lo que supone este otro lado del Estrecho es imposible llevar como se debe una dirección. Tampoco se tiene que olvidar a los que hicieron mucho por la Comgeceu, a los que son parte de su historia, porque los homenajes y las atenciones en vida son las que causan respeto. En la muerte, cualquier otro homenaje evitado antes por torpeza no deja de ser más que un archivo de prensa mal llevado.