Putin nos cogió a todos por sorpresa y de pronto nos vimos acumulando como antes de la pandemia. No había ahora el miedo a contagiarse del covid que mataba, sino el puro y simple de no saber qué iba a pasar. A hoy día, aun no lo sabemos, pero con la huelga de transportes ya hemos acumulado por si las bombas.
No entiendo muy bien la mentalidad humana, más que si la relaciono con la de los dinosaurios cuando vieron caer el cometa. Tampoco me entiendo a mí misma, así que no hay problema… como un caracol paseándose por un espejo.
Lo cierto es que Telecinco ya tiene preparada la serie de Zelenski para emitirla, los supermercados han subido los precios y la gasolina nos amarga un buen viaje. Nada es eterno, ni siquiera la sonrisa de Concha Velasco a la puerta de su nueva vida. Quizás, solo las críticas ácidas ante la imposibilidad de sus hijos de cuidarla día y noche.
Ya saben lo que pienso de la vejez y la soledad combinadas. Créanme no soy inmune, sino cada vez más contagiada. El problema no está en los ancianos, ni en su dependencia, sino en nuestro sistema de cuidados que no da la talla. También en la privacidad de los Centros, en el poco control por parte de las Comunidades Autónomas sobre ellos y sobre todo lo muy caro que son sus servicios para la generalidad con lo poco que se recibe a cambio. Normalmente, cuando internas a un familiar lo haces obligado. No es plato de buen gusto el hacerlo.
Créanme. Los centros son preciosos por fuera como cualquier negocio que se precie, el personal aséptico y las caras directivas hasta empalagosas, de lo dulces que son. Pero en lo básico, a quien dejas allí para que lo cuiden es a tu familiar y la culpabilidad y la tristeza no te dejan. No lo haces porque quieras, sino porque se ha llegado a un punto en el que ya no puedes cuidarlo con las garantías necesarias para su buena salud, porque hay dependencias y necesidades que engloban las 24 horas del día y ya nadie dispone de ese tiempo porque la vida ha cambiado y debemos trabajar hasta caer rendidos. Las mujeres que siempre hemos sido el pilar fundamental de los cuidados familiares nos hemos incorporado al trabajo. Salvo contadas excepciones, cobramos poco y trabajamos mucho, además de correspondernos las tareas domésticas y el cuidado delos hijos cuando llegamos a casa.
Me dirán que está cambiando este sistema y les diré que sí, que ellos también se han incorporado a la lucha, pero que también trabajan y tienen familiares a los que cuidar sin que les llegue el tiempo. No son excusas, es la invasión rusa a la que Putin quiere llamar desnazificación de Ucrania para gozo de tontos inclementes que ven la Pública como si fuera agua de mayo porque es más cómodo vivir en la mentira que salir a la calle a que les aporreen los policías.
Hay que ser muy valiente para dar la cara y que te la partan. Muy jodido lo de Zelenski que busca apoyos en Europa para que no los rusifiquen y encuentra la emisión de su serie por Telecinco, quedando al mismo nivel de Roiciito y Sálvame, para la mayor gloria de las audiencias. Pero así es la vida… Debemos aceptarla como lo hizo Rafaela Aparicio desde el geriátrico, siendo visitada por muy poquitos de la profesión porque con el Alzheimer las fotos no salen para portada de revista.
No estamos hechos para vivir tanto con dignidad y la cabeza alta. No para ver morir a niños inocentes porque un imperialista quiere revivir guerras pasadas. Sí para reventar los precios acumulando y creando una falsa burbuja de oferta.
Mi profesor de Economía, que ahora es tertuliano de la Sexta con su misma voz característica y su sonrisa eterna, podría contarnos muchas cosas sobre la actualidad y cómo sobrecargamos las tintas, pero no sé si sabría de la vejez y la soledad a la que ahora nos vamos acercando los que nacimos en los sesenta.