Un repaso por redes sociales me llevó ayer a leer el comentario del dueño de Thor. Un pastor alemán que ha muerto tras sufrir un envenenamiento, fruto de la acción cobarde de algún sujeto. A Thor lo vi de cachorro cuando su dueño, José Manuel, lo sacaba a la calle y empezaba a enseñarle lo más básico mientras yo acudía a recoger a mis hijos al colegio, casi siempre a la carrera. Así hasta hacerse grande, siempre junto a su dueño, evolucionando y aprendiendo. Siempre querido. Thor ha fallecido con 5 años, demasiado pronto y de una manera cruel y cobarde.
Quien no tiene mascotas puede pensar que los demás somos una especie de bichos raros porque los consideramos parte de la familia. Es lógico, no saben lo que es tener a un ‘cuatro patas’ que siente el dolor o la alegría de un hogar, que lleva la fidelidad por bandera, que no ve más allá de los deseos de quienes lo cuidan. No se confundan, no los humanizamos. No se trata de eso. Simplemente son uno más a tener en cuenta para todo: para los viajes, para las vacaciones hasta para la forma de organizarnos la vida. Entran dentro de lo que consideramos FAMILIA, así, en mayúsculas. Sin más.
Por eso el dolor y la indignación compartidas en redes sociales por José Manuel es entendible. Esa rabia por perder a alguien tan querido, a quien se ha convertido en compañero de rutas y paseos, debe ser conocida por todos. Y debe serlo porque no podemos permitir que alguien actúe de esta forma salvaje echando veneno porque no le gustan los animales y causando estas desgracias. No es la primera vez que pasa, eso es lo grave. Ya han muerto varios perros envenenados y si hablamos de gatos, la cuenta se pierde.
En este caso ha ocurrido en la calle Cervantes, en donde echaron el veneno que terminó matando a Thor. Pero hay muchos otros casos de muertes de mascotas por la acción de quienes protestan de esta forma cobarde, echando productos para matarlos, simplemente porque odian a los animales. Así, sin más. Y no pasa nada.
La familia de Thor está destrozada. Yo los entiendo perfectamente. Y no solo por haber perdido a uno de los suyos, sino por la impotencia de haber pasado por este dolor, de saber que hay un miserable que así, sin más, lo ha matado. ¿Por qué? No hay respuestas cuando, sencillamente, hay gente con maldad, tanta como para hacer daño a una familia. Y no hay protección, no hay controles ni hay una acción contra estos criminales.
QUE DURO ES ESTO Y PARA ESA FAMILIA MAS NO TENGO PALABRA PARA CONSOLARLA