{jaimage crop="TL" /}Con el evidente fracaso del esperanto en el baúl de la certeza, el inglés, ese idioma que Shakespeare –y luego tantos otros– dotara con su prosa alta y altiva de sentido, estructura y hermosura poética, se erigió hace años como el común denominador de la comunicación global.
“Por eso es bueno”, decía Sir Barry Lynam, administrador General de ‘Trinity College London’ en España y Portugal, “que los españoles, los niños ceutíes se familiaricen desde temprana edad con el inglés, porque esto le abrirán puertas en el futuro e incluso, con un buen bagaje cultural, lo harán mejores personas”.
En las filas de butacas de madera, que traían a la memoria los cines de veranos de antaño, padres, abuelos y, por supuesto, niños –los protagonistas–, aplaudían las palabras como si, con este gesto, demostraran “toda la felicidad que supone ver a los niños superar el primer curso de manera brillante y no hablo por hablar sino que lo hago con los datos por delante”, indicaba Sir Barry.
Se refería a que la prueba oral realizada por la academia ceutí ‘Kids College’, en colaboración con ‘Trinity’, ha evidenciado que los niños se lo han tomado muy en serio: ciento seis aprobados de otros tantos, es decir, cien por cien de efectividad. Uno a uno, los niños fueron subiendo al estrado para recibir un diploma que no es sino el reconocimiento para padres, alumnos y profesores.