El sexto arquitecto municipal que de la ciudad lo ha sido, Javier Arnaiz (Ceuta, 1952), dejó anteayer limpio y recogido el despacho que ha ocupado en la tercera planta del Palacio autonómico durante los últimos de sus casi 40 años en la plaza, que espera que la Ciudad saque a oposición libre como cuando él, en 1984 se presentó al concurso en el que la obtuvo. Mañana se dedicará a “arreglar los papeles” de su jubilación y después se entregará a compaginar “el derecho a la pereza” con bucear en el planeamiento urbanístico de la Ciudad de la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX. Se va dejando listo para ser llevado a Pleno el nuevo PGOU y hablando sin pelos en la lengua.
–Se jubila a los 70. ¿No quiso hacerlo antes?
–Podría haberlo hecho hace cinco, pero estábamos en plena elaboración del nuevo Plan General y para mí esta profesión es una vocación más que un trabajo, me gusta.
–Estudió en la Escuela Politécnica de Madrid.
–Me licencié en 1979 y conseguí una beca en Alemania, donde estuve trabajando un tiempo en horario nocturno y conociendo el país, sobre todo Berlín, de día, donde se podían encontrar libros de arquitectura muy baratos. Después estuve dos años en Guinea Ecuatorial y llegado el momento de decidir si echar raíces regresé a Madrid a trabajar e impartir clases. En 1984 salió el concurso para ampliar la Gran Vía y el ayuntamiento, al que en mi empleo no me dieron dispensa para presentarme, y la oposición de arquitecto municipal, para la que sí pude viajar y que obtuve.
–Se ha pasado, entonces, casi 40 años en la administración local.
–Sí, al principio al frente de la Oficina Técnica de Obras. Éramos muy pocos: Juan Orozco, Martínez Palacios, cuatro delineantes y cinco administrativos y auxiliares. Después la Ciudad fue creciendo, desarrollando su sector público paralelo...
–¿Por qué ha sido tan tortuosa la labor de hacer el planeamiento urbanístico de Ceuta?
–Aquí siempre ha sido más sencillo hacer proyectos que programas a medio y largo plazo por las dificultades del territorio y los intereses de los alcaldes, pero también porque el Estado ha carecido tradicionalmente de profesionales que sepan hacer las cosas, de titulados superiores con conocimiento de nuestra complejidad. No hemos tenido interlocutores capacitados y carecemos de muchas competencias. Combinar todo eso es difícil. Yo me encontré un Plan General que databa de 1944 muy higienista elaborado por el Estado, un proyecto muy bonito sobre el papel que priorizaba eliminar el chabolismo horizontal por otro vertical, arquitectura social como los grandes ensambles de Terrones, Juan Carlos I...
–¿Pero inviable?
–Algunas cosas sí se llevan a la realidad, quedan sobre todo las ideas, pero había que actualizarlo y adaptarlo a la Ley del Suelo de 1956.
–¿Cómo concibió el PGOU de 1992?
–Para estructurar, hacer planeamiento y resolver muchas cuestiones estratégicas de infraestructuras como las redes de suministro de agua y energía o de saneamiento. También para Planes Especiales como el de Santa Catalina y la EDAR, el del Príncipe... Aquí lo que nos ha fallado mucho es la gestión, la ejecución de lo que se planea.
–También hemos tardado 30 años, si es que sale en este, en elaborar un nuevo PGOU.
–Yo he estado con nueve alcaldes y más de veinte concejales o consejeros. La ley dice que el programa económico y de necesidades puede ser renovado cada cuatro y ocho años, pero la administración local fue creando distintos organismos como la GIUCE cuando en todas partes se abolían ese tipo de Gerencias...
–Entonces usted se fue al Príncipe.
–Quería hacer obra real y había presupuesto para hacerlo. Se ha hecho diez o doce millones en inversiones: todo el entorno de la ITV, la zona de pistas deportivas, he hecho el proyecto de Centro Cívico...
–Pero da la impresión de que se ha hecho alrededor, no en el cogollo de la barriada.
–El problema del Príncipe no es de viviendas. En la barriada no hay chabolismo. Otra cosa es la falta de accesibilidad por autoconstrucción. Lo que necesita son equipamientos: guarderías, centros de mayores, bibliotecas con conexión a Internet, un polideportivo cubierto... Hay que ser razonables, hablamos de infraestructuras que deben estar a menos de 500 metros, pero a los cinco años cambiaron las cosas, los presupuestos... En Loma Colmenar pasa algo parecido y no ejercer la autoridad en cuanto a los equipamientos para promociones de viviendas no es aceptable.
–¿Esa es una responsabilidad política?
–Uno se puede encontrar con ignorancias, cortoplacismos, emergencias como la de mayo de 2021... Hacer un equipamiento exige cuatro o cinco años y los políticos habitualmente el primero se dedican a ver qué han hecho los otros, el segundo a no sé qué, el tercero...
–¿Qué se debería hacer con el puerto?
–No puede seguir así. No podemos ver muro tras muro antes de coger el barco. Parece que la frontera está ahí. Es necesario desafectar todo Cañonero Dato y que la Autoridad Portuaria obtenga también ingresos para su desarrollo.
–¿Deja terminado el nuevo PGOU?
–Sí, desde hace cuatro semanas. Ahora está pendiente únicamente de los informes de la Secretaría General y la Intervención, pero no creo que haya problemas con su visto bueno. Si en el de 1992 el modelo de gestión básico era la expropiación, en el nuevo lo será la compensación y la cooperación.
–¿El Plan trae soluciones para la escasez de vivienda?
–Tenemos suelo suficiente en el casco urbano para las 2.000 ó 3.000 viviendas que necesita el Plan, en el que se prevé un 15% de reserva de protección oficial. También debemos tener en cuenta que nuestra evolución demográfica, ahora mismo, es decreciente.
–¿El documento servirá para resolver los problemas que supuestamente generaba su no aprobación?
–El Plan en sí mismo no va a resolver nada. Es un montón de instrumentos para tocar algo y la elección es política. Nadie en el Pleno puede votar en contra si tiene uso de razón y quien lo haga será porque no tiene confianza en gobernar después de las próximas elecciones para aprovechar las herramientas a su disposición. El PGOU está bien hecho y muy hablado con el Estado, que en el fondo tiene la competencia de aprobación definitiva.
–No hacen falta los mismos instrumentos para tocar rock u otra cosa...
–La herramienta planteada es muy sostenible. Blinda el Monte Hacho y las zonas protegidas, por ejemplo. En el suelo urbano tenemos espacio suficiente para el desarrollo de Ceuta. El Plan no resolverá nada, eso dependerá de cómo se ejecute y con qué presupuesto. Lo que hace falta es ordenar los recursos humanos de la Ciudad y no es un tema de RPT, sino de jerarquizar y de contar con profesionales capacitados técnicamente.
–¿Le han saturado algunos debates políticos como qué uso dar al antiguo Hospital Militar?
–Me sorprende esa pelea de usos cuando el razonable, opino, sería crear un gran parque urbano para esa parte de la ciudad.
–¿Qué le hubiera gustado hacer antes de jubilarse?
–Un vial para descongestionar el tráfico junto al Hospital, ejecutar una actuación en el Mercado Central y completar la Gran Vía en la esquina con Víctori Goñalons.
–¿Y de qué se va especialmente orgulloso?
–Me gusta lo que se ha hecho con el Campus universitario y también la Manzana del Revellín de Siza.
–¿El nuevo PGOU desenredará esa madeja?
–Plantea una posible salida: la generación de plusvalías de uso cultural a comercial se podría saldar con cesión de edificios construidos porque no podemos tener una plaza en pleno centro que no se utilice.