Con guantes, con zapatos fuertes y con un ropaje grueso. Así se preparó para el salto a la valla el subsahariano que fue rescatado en la madrugada del pasado sábado tras quedar enganchado en la alambrada del perímetro. Guardia Civil tuvo que movilizar a Bomberos y 061 para atender a este joven, de 26 años, que durante poco más de una hora quedó enganchado en la alambrada que bordea un perímetro fronterizo que ha dejado atrás cientos de heridos y varias muertes. La última en marzo de 2009. Aquella vez Sambo Sadiako, senegalés que dejó viuda y cuatro hijos, tuvo la mala suerte de que una de las concertinas le produjera un corte mortal. Murió desangrado.
Los cortes que sufrió este inmigrante le afectaron los brazos y las piernas. A pesar de ir convenientemente preparado, las navajas de acero en las que se reducen las concertinas rompieron su pantalón y su jersey. Los guantes salvaron sus manos, que permanecen intactas.
Ahora los servicios sanitarios del CETI se encargan de curar las heridas que darán paso a las cicatrices que le quedarán como reflejo de su paso por una de las fronteras más conocidas de África y a su vez más blindada de Europa, convertida en su gendarme y en receptora de una lluvia de millones que han sido gastados durante los últimos 15 años para convertir el muro con África en algo infranqueable.
Por eso las entradas por la valla son tenidas como acciones de héroes, para quienes creen en los comics, o de milagros, para quienes creen en Dios. El protagonista de esta historia permaneció sólo 15 días en el bosque de Castillejos, tras un periplo de siete meses de escapada desde su país de origen hasta Ceuta. ¿Por qué eligió la valla, siendo la entrada más complicada y a su vez más temida? Todo tiene una explicación: antes lo intentó por mar, con un flotador, pero las fuerzas policiales marroquíes vetaron su marcha. La valla era una meta, un objetivo. Y así emprendió una marcha, junto a otro compatriota, que le llevó a la altura de Sidi Brain, desde donde efectuó el pase.
Primero una valla, escalando, y después la segunda: en un pase que pudo ser mortal. Durante una hora estuvo pendiendo de una alambrada, pensando sólo en España, sin que tenga ahora palabras para expresar lo que sintió. Después llegaría la ambulancia, el rescate, el hospital, las sirenas, las curas... Y ahora la esperanza y una ristra de cicatrices de recuerdo.